La Biblioteca Nacional revelará esta semana al público cuadernos originales de la gran novela de la literatura colombiana.
Fueron entregados por un descendiente de José Eustasio Rivera. fOTO: David Campuzano.fUENTE:El Espectador
"Los cuadernos tienen una composición visual tan dramática y elocuente que pudieran pasar como genuinas obras de arte plástica", dijo el investigador y curador Carlos Páramo.
"Querido don José Eustasio Rivera:Fue difícil no sentir cierto beriberi cuando el enguantado experto en conservación de la Biblioteca Nacional apareció con los documentos que estuvieron a la deriva por más de 80 años. Ahora permanecen envueltos en suave papel desacidificado, de pH neutro, y pegado con cintas blancas. El sobre marcado como número 1 contiene un cuaderno alargado de tapa rojiza, de los que Usted también utilizaba para llevar la contabilidad de la hacienda de Sogamoso a comienzos del siglo pasado. Por lo que veo, resistió el frío del altiplano, el sopor de su Huila natal y la humedad de la jungla. Al abrirlo se encuentra uno con el título La vorágine, debajo un gran tachón como si hubiera querido cambiarlo y el inicio de la primera parte de la novela del realismo lírico que partió en dos la historia de la literatura colombiana, antes del realismo mágico de Cien años de soledad.
La caligrafía en tinta azul es hermosa, alterada por enérgicas enmendaduras y anotaciones al margen, siempre en busca del término más cadencioso. Palabras sobre palabras, pasadas luego a la máquina de escribir antes de lograr la versión definitiva (1924), que despiertan la curiosidad sobre su proceso creativo. Novedad en Colombia y en las decenas de países en los que generó impacto el relato definido como el encuentro de Occidente con la selva. -Previo a su temprana muerte en Nueva York, a los 40 años, Usted vio la traducción al inglés, pero le cuento que la trágica aventura de Arturo Cova se lee en portugués, sueco, ruso y hasta en chino. Si viera la bella y más reciente edición hecha en Colombia en 2006 por la fotógrafa Sylvia Patiño Spitzer-.
En cambio, inmaculada aparece la primera frase del cuaderno 1, cuya fuerza poética atrapa a los lectores, se convierte en una de las citas más reconocidas de nuestra cultura y marca el tono épico, entre moderno y posmoderno, que no decae hasta el epílogo: "Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia".
El primer borrador se cierra con una anotación Suya, avalada por su firma, entonces de abogado funcionario de la Comisión de Límites en la frontera con Venezuela: "este cuaderno viajó conmigo por todos los ríos de Colombia durante el año 1923, sus p{aginas fueron escritas en las popas de las canoas y las piedras que me sirvieron de cabecera, sobre los cajones y rollos de cables, entre las plagas y los calores. Terminé la novela en Neiva el 21 de abril de 1924".
Las manos autorizadas sacan del sobre 2 un cuaderno del mismo estilo pero cuadrado, en el que Usted bosquejó la segunda parte de su obra máxima, no la totalidad, con el mismo ritmo riguroso de escritura y reescritura. Más difícil de leer porque predominan los trazos de lápiz negro que tienden a borrarse, al parecer de forma irremediable. El tercer sobre no es menos sorprendente: protege los mapas y rutas de Sus viajes por la Amazonia, con apuntes grises de número de horas o días de viaje, nombres de trochas y crédito a los mapas del cartógrafo Hamilton Rice. Una guía para navegar "la selva de anchas cúpulas" y "los iracundos ríos", como Usted los define en Tierra de promisión, su libro de poemas.
En una hojita cuadriculada están sus travesías por el río Guaracú y sus barracas, epicentro del libro. Y en otras un documento de Franco Zapata sobre el "modo de trabajar la goma (caucho) en Brasil". Zapata y su esposa Alicia Hernández fueron los modelos reales de Arturo Cova y su amada Alicia. No sé si fue producto de la imaginación, pero al acercar la nariz a los manuscritos me pareció captar un viejo aroma a selva que se resiste a evaporarse entre los ácidos de la civilización.
A partir de esta semana sus escritos serán motivo de estudio cuando queden a disposición de los investigadores y del público, en formato digital. Los originales pasarán a una urna de vidrio como atractivo principal de la exposición La vorágine, abierta por la Biblioteca Nacional en noviembre y que seguirá gratuita hasta el mes de marzo en el centro de Bogotá.
Hallazgo trascendental
Más emocionado con el hallazgo está uno de los curadores de la muestra. Se llama Carlos Páramo -nombre para personaje novelesco-, es antropólogo de la Universidad Nacional y, como estuvo el investigador chileno y biógrafo de don José Eustasio, Eduardo Neale-Silva, vive obsesionado con descifrar el origen de cada una de las 340 páginas de La vorágine, considerada por Horacio Quiroga "el libro más trascendental que se ha publicado en el Continente". De Usted dijo el escritor uruguayo, otro maestro de los relatos de la selva: "su aliento épico no lo poseyó novelista alguno en América. Pasarán muchos años antes que nuestro Continente dé a luz un poeta de tal valer".
Páramo no duda de que los papeles Suyos serán trascendentales para despejar muchas de las preguntas sobre "el gran mito de Occidente". "No sólo valen como documento literario sino como documento histórico y antropológico, pues en varias ocasiones en un mismo cuaderno se consignan por igual pasajes de la novela en borrador y la información de primera mano que José Eustasio Rivera obtuvo durante su viaje por la Amazo-Orinoquia".
Quien se nota muy tranquilo es Sergio Calderón, el descendiente de Rivera que descubrió los legajos en el baúl de los recuerdos de la familia. Admite que se vino a dar cuenta de su importancia en 1988, año de la celebración de los cien años del nacimiento de don José Eustasio y los 60 de su muerte, luego de que la Biblioteca Luis Ángel Arango publicó un folleto dando cuenta de la existencia de las notas. Lo increíble es que desde entonces las ofreció a la citada entidad, al Ministerio de Cultura, a la Casa de Poesía Silva, a la Universidad Central y al Instituto de la Cultura del Huila, sin que nadie definiera el procedimiento para su recepción y conservación.
Apenas a finales del año pasado concretó la entrega con Ana Roda, directora de la Biblioteca Nacional. Los puso en contacto Isaías Peña, experto en literatura colombiana y fundador del taller de escritores más reconocido del país. El día que Sergio llegó con los añorados originales hubo conmoción en la Biblioteca Nacional. El historiador inglés y colombianista Malcom Deas estaba de visita y celebró el acontecimiento como ninguno. Resultó fácil para el comité de evaluación verificar la autenticidad porque el descendiente de Rivera probó su conexión y porque los manuscritos lo demuestran por sí mismos. Además, en esa biblioteca reposa un original de la primera edición de la obra, enviada por Usted desde Nueva York en el primer vuelo que hubo hacia Bogotá, y una diapositiva de los cuadernos que, nadie sabe cómo, apareció entre el archivo de imágenes que donó el escritor Germán Arciniegas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario