Eva Gabrielsson planea editar un libro en el que abordará "el dolor de perder a tu pareja y la lucha por sobrevivir tras ello" y dará datos de la vida junto al autor sueco que sirvieron como fuente de inspiración para sus novelas.
"Una industria multimillonaria ha convertido a mi marido en un mito. El fenómeno mediático y de ventas ha hecho que nada de nuestra vida haya sido respetado", con esos dejos de angustia y sentimiento de injusticia, la viuda de Stieg Larsson, autor de la saga Millenium, trazó en una breve pincelada la desazón que le provoca que su compañero fallecido no sea recordado por su lucha por la defensa de los derechos humanos. Fue en Madrid, hasta donde Eva Gabrielsson llegó para recibir el premio del Club Internacional de Prensa en nombre de su marido, precisamente por su labor humanitaria. Allí, ella aseguró que piensa zanjar "todos los mitos" en torno de la herencia del autor sueco, otro de los problemas que más la angustian.
Es que la ley de Suecia no considera legal la unión que Gabrielsson mantuvo con el escritor y periodista fallecido en 2004 durante décadas, por no haber estado casados. Desde ya que eso significa que tampoco la admite como heredera de los derechos sobre las obras de Larsson. Además, la familia del autor mantuvo desde su fallecimiento una aguerrida batalla legal contra ella. Gabrielsson prometió dar cuenta de ello en un texto que prevé publicar próximamente y en el que abordará "el dolor de perder a tu pareja y la lucha por sobrevivir tras ello", facilitando datos de su vida en común que inevitablemente fueron fuente de inspiración de conocidas novelas de Larsson. Esos condimentos, por otro lado, han ayudado a las obras a tener conflicto, vuelo, inspiración y, luego de todo, éxito.
La intención de Gabrielsson, que rechazó una oferta conciliatoria de la familia (legales herederos de Larsson) por 2 millones de euros, es que su próximo libro desenmascare así las "falsedades" que se contaron luego de la muerte del autor, aportando las "pruebas documentales" necesarias. "Ya no quiero que esta historia continúe", asegura ella, que igualmente quiso acabar la cuarta entrega de Millenium, de la que Larsson dejó escritas unas 200 páginas, y ahora se opone a que sea terminado por alguien más. La edición de ese cuarto volumen cerraría una saga cuyos beneficios se calculan en 22 millones de copias vendidas en 42 países, con decenas de millones de euros recaudados en taquilla con su versión cinematográfica. Y eso sin contar los derechos sobre las películas, las ventas de libros de bolsillo y el impacto editorial que provocaría el cierre de la tetralogía.
"Esta lucha no es acerca del dinero", explica ella, sino de "respeto". Respeto legal a su condición de conviviente con Larsson; respeto editorial a la hora de traducir su obra al cine –en Hollywood planean iniciar una nueva adaptación de la trilogía, mientras ella sigue demostrando su disconformidad–, y respeto al "legado humanitario" del escritor. Desde noviembre, la lucha se ha encarnizado más entre la familia Larsson y ella, aunque nunca en persona sino siempre a través de los abogados.
Sobre la Millenium del cine, Gabrielsson asegura haber ido a ver su tercera parte, inédita en la mayor parte del mundo, y denuncia que "no refleja todo lo que el libro muestra". Es más, dice que ni pagaría por verla y que por eso fue "gratis" a su exhibición. Pero la viuda, más allá de que la Justicia sueca no lo tome en cuenta, tiene mucho más para contar como compañera de Larsson durante más de dos décadas. Sobre, por ejemplo, Lisbeth Salander, la heroína de sus novelas, asegura que "no tiene que ser ni blanca ni negra", poniendo así en jaque a las adaptaciones cinematográficas: hay que convenir en que una asiática con ese nombre sería algo muy curioso. En ese personaje, Larsson inyectó todas sus inquietudes a favor de la causa femenina. Esa sensibilidad, según Gabrielsson, nació en la infancia del escritor, cuando fue criado y cuidado por sus abuelos, "una pareja que se trataba con igualdad y respeto". Pero si algo marcó su vida, señala la viuda, es un hecho que a los 14 años fue imposible de superar para Larsson: "El presenció cómo sus amigos violaban a una joven de 14 años. Intentó pararlo, pero no pudo, y la víctima luego lo consideró igualmente culpable. Eso lo traumatizó durante años", cuenta con angustia sincera.
Larsson comparte el galardón del Club Internacional de Prensa con, por ejemplo, Lubna Hussein, una periodista sudanesa que fue condenada en su país por usar pantalones. No es casual que Hussein haya convocado a la prensa internacional a su juicio (y posterior condena) enviando algo así como participaciones a una boda a través de un contacto en Naciones Unidas de Sudán. Según Gabrielsson, éste fue un hecho "trágico y con gran sentido del humor, al mismo tiempo". En consonancia, Gabrielsson deja en claro que desechó la idea de llevar adelante un proceso "largo y costoso" contra la legislación sueca, que se encuentra "desfasada, protege a la gente pasiva y castiga a la activa, algo que es contraproducente".
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