14.4.15

Cómo achicar la desigualdad en el capitalismo

Thomas Piketty no había cumplido 27 años cuando se publicó la primera edición de La economía de las desigualdades, un breve tratado sobre las leyes económicas que explican la desigualdad

Piketty. Es un economista francés especialista en desigualdad económica y distribución de la renta./revista Ñ.
Desde que El capital en el siglo XXI lo convirtió en una estrella de la economía mundial, el francés Thomas Piketty no ha vuelto a hablar de sus padres. Tal vez porque recordarlos hoy sería regalar a los conservadores de EE.UU. la excusa perfecta para hacerlo salir de una vez por todas del grupo de lecturas posibles. Papá y mamá Piketty militaron en el partido trotskista Lucha Obrera, soñaron con el Mayo Francés del 68 y terminaron abandonando París para criar a sus hijos entre cabras y montañas. ¿Hace falta algo más para despertar una sonrisa escéptica en la ortodoxia académica estadounidense?

Esa experiencia familiar de ilusión, desconcierto y frustración (el viaje al campo terminó mal, con un esfuerzo gigantesco de los padres para reintegrarse al mundo de las empresas) puede ayudar a entender las dos obsesiones de Piketty desde que a fuerza de estudio se hizo admitir en la elitista Ecole Normale Supérieure, en París: solucionar el problema de la desigualdad entre los hombres y hacerlo sin salirse del sistema. El sueño de los padres con otro enfoque para la ejecución.

Piketty no había cumplido 27 años cuando se publicó la primera edición de La economía de las desigualdades (Siglo XXI, 2015). El libro es un breve tratado sobre las leyes económicas que fundamentan las posiciones enfrentadas de los partidos de izquierda y derecha para achicar la desigualdad. Además de tema, el libro comparte con El capital en el siglo XXI el intento de no enojar a los conservadores manteniendo la discusión en el campo metodológico y dejando fuera los valores. “Este conflicto izquierda/derecha” –advierte Piketty desde la introducción– “muestra que los desacuerdos sobre la forma concreta y la oportunidad de una política pública de redistribución no se deben necesariamente a principios contradictorios de justicia social, sino antes bien a análisis contradictorios acerca de los mecanismos económicos y sociales que producen las desigualdades”.

La idea que atraviesa el libro es distinguir los mecanismos económicos de “redistribución eficaz” de los de “redistribución pura”. Los primeros son los que usan los impuestos para incentivar determinadas conductas; para poner freno al crecimiento desmesurado de las fortunas; y para financiar las transferencias desde el Estado a los menos favorecidos por el sistema. Los segundos, que Piketty presenta como cercanos a la izquierda, son los que llevarían a cabo los gobiernos incapaces de digerir el egoísmo intrínseco en la visión capitalista del mundo: si el sueldo bajo es lo que provoca las diferencias de ingresos, ¿por qué no terminar con el problema subiendo los sueldos?

Si bien Piketty admite matices y combinaciones de los dos mecanismos, se reserva la mayor parte de sus críticas para los efectos perversos de la redistribución pura (la habitual en posiciones de izquierda). En el ejemplo anterior, explica que un sueldo mínimo establecido por ley puede terminar provocando desempleo si el capitalista lo considera demasiado alto y sustituye a su personal por maquinaria. Si en vez de aplicar la lógica de la redistribución pura, escribe Piketty, el Estado hubiera gravado los beneficios de la empresa, los impuestos recaudados podrían haber financiado la salud, educación y transferencias monetarias que merecen los trabajadores mal pagados sin desincentivar su contratación.

Pero la solución impositiva tampoco parece sencilla en esta época en que los capitales vuelan con libertad para posarse sólo en los países de menores impuestos. Piketty propone la creación de una unión fiscal entre gobiernos que no compitan unos con otros por cobrarle poco a las empresas. Igual que en El capital en el siglo XXI , donde sugiere frenar la desigualdad creciente con un impuesto global al capital (en cualquiera de sus formas), Piketty no menciona en La economía de las desigualdades la presión de los poderosos que se opondrían a uniones fiscales o a simples subas en los impuestos. Muchos ven esta falta de realismo político como el punto débil de sus teorías. En su visita de enero a Buenos Aires, Piketty esbozó otra explicación: “Sólo soy un economista”.

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