Tenía una profunda
conciencia social, y eso se ve desde su libro testimonial Días de amor y guerra, un elocuente testimonio de sus años de
periodista vinculado al compromiso ideológico a la izquierda
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Eduardo Galeano, un escritor comprometido. |
Ha pasado mucha agua
bajo el puente del tiempo y son largos años desde que en el Magazin Dominical suplemento literario
de El Espectador leí con fruición, un
ensayo suyo, donde la frase memorable era no
hay que leer para dormir sino para
despertar. Desde entonces sus libros pasaron a convertirse en cierta biblia donde cuenta
de los depredadores y tropelías que han
visto a estos países como Las venas
abiertas de América Latina, cuyos detractores aún perviven por considerarlo
un escritor panfletario. O sea, hoy sería un escritor políticamente incorrecto
y equivocado, según estos tiempos tan funestamente consumistas de todo orden. Fue un escritor comprometido, considerando que al calor de los tiempos esta palabreja condicionaba entonces si se estaba con el pueblo proletario y sus ilusiones y sueños de igualdad, que su prosa está cargada de
deseo transformador en el potencial lector de sus escritos. Tenía una profunda
conciencia social, y eso se ve desde su libro testimonial Días de amor y guerra, un elocuente testimonio de sus años de
periodista vinculado al compromiso ideológico a la izquierda, y que de seguro
le tocó como a muchísimos intelectuales de izquierda salir de su país, que es
como abandonar en horas de su propia casa porque el vecindario se volvió insoportable por la
intolerancia y la represión que conllevaron en esos años de dictaduras muy
sangrientas que sufrió su patria Uruguay como las del cono sur continental.
Donde mejor lo hallé
como verdadero escritor cuando escribió unas prosas selectas sobre fútbol
donde compartimos esa pasión borrega de sufrir por esa pelota que rueda y los malestares y derrotas o triunfos que
sufrimos casi a diario.
En la última época
estaba casi olvidado, pero el presidente Chávez, en un encuentro de cumbre desempolvó un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina,
la obra que le entregó a Obama como testamento de los abusos del imperialismo y el libro se vendió como pan caliente. Sobre todo en los más jóvenes que están
tan alienados por la tecnología de la actualidad del presente, y niegan el
pasado, o simplemente desconocen y son jóvenes deseosos de saber y hallar su
pie en este mundo de competencias y consumo donde Galeano acertó con sus últimas frases memorables.
Y suena como frase
manida y reusada por un innúmero de opinadores y comentaristas de ocasión: el
mejor homenaje a un escritor que nos deja, es leerlo, releerlo para degustar su
prosa y su compromiso social, que en caso de los escritores de raza, si sigue
vigente su obra que no es otro que la vigencia de su literatura. El tiempo, esa dimensión convencional para contar los días de nuestras vidas lo dirá...
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