Franz Kafka
La condena
Era domingo por la mañana en lo más hermoso de la
primavera. Georg Bendemann, un joven comerciante, estaba sentado en su
habitación en el primer piso de una de las casas bajas y de construcción ligera
que se extendían a lo largo del río en forma de hilera, y que sólo se
distinguían entre sí por la altura y el color. Acababa de terminar una carta a
un amigo de su juventud que se encontraba en el extranjero, la cerró con
lentitud juguetona y miró luego por la ventana, con el codo apoyado sobre el
escritorio, hacia el río, el puente y las colinas de la otra orilla con su color
verde pálido.
Reflexionó sobre cómo este amigo,
descontento de su éxito en su ciudad natal, había literalmente huido ya hacía
años a Rusia. Ahora tenía un negocio en San Petersburgo, que al principio había
marchado muy bien, pero que desde hacía tiempo parecía haberse estancado, tal
como había lamentado el amigo en una de sus cada vez más infrecuentes visitas.
De este modo se mataba inútilmente trabajando en el
extranjero, la extraña barba sólo tapaba con dificultad el rostro bien conocido
desde los años de la niñez, rostro cuya piel amarillenta parecía manifestar una
enfermedad en proceso de desarrollo. Según contaba, no tenía una auténtica
relación con la colonia de sus compatriotas en aquel lugar y apenas relación
social alguna con las familias naturales de allí y, en consecuencia, se hacía a
la idea de una soltería definitiva.
¿Qué podía escribírsele a un hombre de este tipo, que,
evidentemente, se había enclaustrado, de quien se podía tener lástima, pero a
quien no se podía ayudar? ¿Se le debía quizá aconsejar que volviese a casa, que
trasladase aquí su existencia, que reanudara todas sus antiguas relaciones
amistosas, para lo cual no existía obstáculo, y que, por lo demás, confiase en
la ayuda de los amigos? Pero esto no significaba otra cosa que decirle al mismo
tiempo, con precaución, y por ello hiriéndolo aún más, que sus esfuerzos hasta
ahora habían sido en vano, que debía, por fin, desistir de ellos, que tenía que
regresar y aceptar que todos, con los ojos muy abiertos de asombro, lo mirasen
como a alguien que ha vuelto para siempre; que sólo sus amigos entenderían y que
él era como un niño viejo, que debía simplemente obedecer a los amigos que se
habían quedado en casa y que habían tenido éxito.
¿E incluso entonces era seguro que tuviese sentido toda
la amargura que había que causarle? Quizá ni siquiera se consiguiese traerlo a
casa, él mismo decía que ya no entendía la situación en el país natal, y así
permanecería, a pesar de todo, en su extranjero, amargado por los consejos y un
poco más distanciado de los amigos. Pero si siguiera realmente el consejo y aquí
se le humillase, naturalmente no con intención sino por la forma de actuar, no
se encontraría a gusto entre sus amigos ni tampoco sin ellos, se avergonzaría y
entonces no tendría de verdad ni hogar ni amigos. En estas circunstancias ¿no
era mejor que se quedase en el extranjero tal como estaba? ¿Podría pensarse que
en tales circunstancias saldría realmente adelante aquí?
Por estos motivos, y si se quería mantener la relación
epistolar con él, no se le podían hacer verdaderas confidencias como se le
harían sin temor al conocido más lejano. Hacía más de tres años que el amigo no
había estado en su país natal y explicaba este hecho, apenas suficientemente,
mediante la inseguridad de la situación política en Rusia, que, en consecuencia,
no permitía la ausencia de un pequeño hombre de negocios mientras que cientos de
miles de rusos viajaban tranquilamente por el mundo. Pero precisamente en el
transcurso de estos tres años habían cambiado mucho las cosas para Georg. Sobre
la muerte de su madre, ocurrida hacía dos años y desde la cual Georg vivía con
su anciano padre en la misma casa, había tenido noticia el amigo, y en una carta
había expresado su pésame con una sequedad que sólo podía tener su origen en el
hecho de que la aflicción por semejante acontecimiento se hacía inimaginable en
el extranjero. Ahora bien, desde entonces, Georg se había enfrentado al negocio,
como a todo lo demás, con gran decisión. Quizá el padre, en la época en que
todavía vivía la madre, lo había obstaculizado para llevar a cabo una auténtica
actividad propia, por el hecho de que siempre quería hacer prevalecer su opinión
en el negocio. Quizá desde la muerte de la madre, el padre, a pesar de que
todavía trabajaba en el negocio, se había vuelto más retraído. Quizá
desempeñaban un papel importante felices casualidades, lo cual era incluso muy
probable; en todo caso, el negocio había progresado inesperadamente en estos dos
años, había sido necesario duplicar el personal, las operaciones comerciales se
habían quintuplicado, sin lugar a dudas tenían ante sí una mayor ampliación.
Pero el amigo no sabía nada de este cambio.
Anteriormente, quizá por última vez en aquella carta de condolencia, había
intentado convencer a Georg de que emigrase a Rusia y se había explayado sobre
las perspectivas que se ofrecían precisamente en el ramo comercial de Georg. Las
cifras eran mínimas con respecto a las proporciones que había alcanzado el
negocio de Georg. Él no había querido contarle al amigo sus éxitos comerciales y
si lo hubiese hecho ahora, con posterioridad, hubiese causado una impresión
extraña.
Es así cómo Georg se había limitado a contarle a su
amigo cosas sin importancia de las muchas que se acumulan desordenadamente en el
recuerdo cuando se pone uno a pensar en un domingo tranquilo. No deseaba otra
cosa que mantener intacta la imagen que, probablemente, se había hecho el amigo
de su ciudad natal durante el largo período de tiempo, y con la cual se había
conformado. Fue así como Georg, en tres cartas bastante distantes entre sí,
informó a su amigo acerca del compromiso matrimonial de un señor cualquiera con
una muchacha cualquiera, hasta que, finalmente, el amigo, totalmente en contra
de la intención de Georg, comenzó a interesarse por este asunto.
Georg prefería contarle estas cosas antes que
confesarle que era él mismo quien hacía un mes se había prometido con la
señorita Frieda Brandenfeld, una joven de familia acomodada. Con frecuencia
hablaba con su prometida de este amigo y de la especial relación epistolar que
mantenía con él.
-Entonces no vendrá a nuestra boda -decía ella-, y yo
tengo derecho a conocer a todos tus amigos.
-No quiero molestarlo -contestaba Georg-, entiéndeme,
probablemente vendría, al menos así lo creo, pero se sentiría obligado y
perjudicado, quizá me envidiaría y seguramente, apesadumbrado e incapaz de
prescindir de esa pesadumbre, regresaría solo, solo ¿sabes lo que es eso?
-Bueno, ¿no puede enterarse de nuestra boda por otro
camino?
-Sin duda no puedo evitarlo, pero es improbable dada su
forma de vida.
-Si tienes esa clase de amigos, Georg, nunca debiste
comprometerte.
-Sí, es culpa de ambos, pero incluso ahora no desearía
que fuese de otra forma.
Y si ella, respirando precipitadamente entre sus besos,
alegaba todavía:
-La verdad es que sí que me molesta.
Entonces era realmente cuando él consideraba inofensivo
contarle todo al amigo.
-Así soy y así tiene que aceptarme -se decía-. No
pienso convertirme en un hombre a su medida, hombre que quizá fuese más
apropiado a su amistad de lo que yo lo soy.
Y, efectivamente, en la larga carta que había escrito
este domingo por la mañana, informaba a su amigo del compromiso que se había
celebrado, con las siguientes palabras: "Me he reservado la novedad más
importante para el final. Me he prometido con la señorita Frieda Brandenfeld,
una muchacha perteneciente a una familia acomodada que se estableció aquí mucho
tiempo después de tu partida y a la que tú apenas conocerás. Ya habrá
oportunidad de contarte más detalles acerca de mi prometida, baste hoy con
decirte que soy muy feliz y que en nuestra mutua relación sólo ha cambiado el
hecho de que tú, en lugar de tener en mí un amigo corriente, tendrás un amigo
feliz. Además tendrás en mi prometida, que te manda saludos cordiales y que te
escribirá próximamente, una amiga leal, lo que no deja de tener importancia para
un soltero. Sé que muchas cosas te impiden hacernos una visita, pero ¿acaso no
sería precisamente mi boda la mejor oportunidad de echar por la borda, al menos
por una vez, todos los obstáculos? Pero, sea como sea, actúa sin tener en cuenta
todo lo demás y según tu buen criterio".
Georg había permanecido mucho tiempo sentado en su
escritorio con la carta en la mano y el rostro vuelto hacia la ventana. Con una
sonrisa ausente había apenas contestado a un conocido que, desde la calle, lo
había saludado al pasar.
Finalmente, se metió la carta en el bolsillo y, a través de un corto pasillo, se dirigió desde su habitación a la de su padre, en la que no había estado desde hacía meses. No existía, por lo demás, necesidad de ello, porque constantemente tenía contacto con él en el negocio; comían juntos en una casa de comidas, por la noche cada uno se tomaba lo que le apetecía pero después la mayoría de las veces se sentaban un ratito, cada uno con su periódico, en el cuarto de estar común, a no ser que Georg, como ocurría con mucha frecuencia, estuviese en compañía de amigos o, como ahora, fuese a ver a su novia.
Finalmente, se metió la carta en el bolsillo y, a través de un corto pasillo, se dirigió desde su habitación a la de su padre, en la que no había estado desde hacía meses. No existía, por lo demás, necesidad de ello, porque constantemente tenía contacto con él en el negocio; comían juntos en una casa de comidas, por la noche cada uno se tomaba lo que le apetecía pero después la mayoría de las veces se sentaban un ratito, cada uno con su periódico, en el cuarto de estar común, a no ser que Georg, como ocurría con mucha frecuencia, estuviese en compañía de amigos o, como ahora, fuese a ver a su novia.
Georg se extrañó de lo oscura que estaba la habitación
del padre incluso en esta mañana soleada, tal era la sombra que proyectaba la
alta pared que se elevaba al otro lado del estrecho patio. El padre estaba
sentado ante la ventana, en un rincón adornado con recuerdos de la difunta
madre, y leía el periódico, que sostenía de lado ante los ojos, con lo cual
intentaba contrarrestar una cierta falta de visión. Sobre la mesa estaban aún
los restos del desayuno, del que no parecía haber comido mucho.
-¡Ah Georg! -exclamó el padre, e inmediatamente se
dirigió hacia él. Su pesada bata se abría al andar y los bajos revoloteaban a su
alrededor.
"Mi padre sigue siendo un gigante", se dijo Georg.
-Esto está insoportablemente oscuro -dijo a
continuación.
-Sí, sí que está oscuro -contestó el padre.
-¿También has cerrado la ventana?
-Lo prefiero así.
-Afuera hace bastante calor -dijo Georg como complemento a lo anterior, y se sentó.
-Afuera hace bastante calor -dijo Georg como complemento a lo anterior, y se sentó.
El padre retiró la vajilla del desayuno y la colocó
sobre una cómoda.
-La verdad es que sólo quería decirte -continuó Georg,
que seguía los movimientos del anciano totalmente aturdido- que, por fin, he
informado a San Petersburgo de mi compromiso.
Sacó un poco la carta del bolsillo y la dejó caer
dentro de nuevo.
-¿Cómo que a San Petersburgo? -preguntó el padre.
-Sí, a mi amigo -dijo Georg, y buscó los ojos del
padre.
"En el negocio es completamente distinto", pensó.
"¡Cuánto sitio ocupa ahí sentado y cómo se cruza de brazos!"
-Sí, claro, a tu amigo -dijo el padre recalcándolo.
-Ya sabes, padre, que en un principio quería silenciar
mi compromiso. Por consideración, por ningún otro motivo. Tú ya sabes que es una
persona difícil. Puede enterarse de mi compromiso por otros cauces, me dije, y
si bien esto apenas es probable dada su solitaria forma de vida, yo no puedo
evitarlo, pero por mí mismo no debe enterarse.
-¿Y ahora has cambiado de opinión? -preguntó el padre.
Puso el periódico en el antepecho de la ventana y sobre
el periódico las gafas que tapaba con las manos.
-Sí, ahora he cambiado de opinión. Si verdaderamente se
trata de un buen amigo, me he dicho, entonces mi feliz compromiso es también
para él motivo de alegría y por eso no he dudado más en comunicárselo. Sin
embargo, antes de echar la carta quería decírtelo.
-Georg -dijo el padre, y estiró la boca sin
dientes-, escucha por una vez. Has venido a mí por este asunto, para discutirlo
conmigo. Esto te honra sin duda alguna, pero no sirve para nada, y menos aún que
para nada, si no me dices ahora mismo toda la verdad. No quiero traer a colación
cosas que nada tienen que ver con esto. Desde la muerte de nuestra querida madre
han ocurrido ciertas cosas desagradables. Quizá también les llegue su turno, y
quizá antes de lo que pensamos. En el negocio se me escapan algunas cosas, quizá
no se me oculten, ahora no quiero en modo alguno alimentar la sospecha de que se
me ocultan, ya no estoy lo suficientemente fuerte, me falla la memoria, ya no
puedo abarcar tantas cosas. En primer lugar esto es ley de vida y, en segundo
lugar, la muerte de tu madre me ha afligido mucho más que a ti. Pero ya que
estamos tratando de este asunto de la carta, te pido, Georg, que no me engañes.
Es una pequeñez, no merece la pena, así pues, no me engañes. ¿Tienes de verdad
ese amigo en San Petersburgo?
Georg se levantó desconcertado.
-Dejemos en paz a mis amigos. Mil amigos no sustituyen
a mi padre. ¿Sabes lo que creo?, que no te cuidas lo suficiente, pero los años
exigen sus derechos. En el negocio eres indispensable para mí, bien lo sabes tú,
pero si el negocio amenaza tu salud mañana mismo lo cierro para siempre. Esto no
puede seguir así. Tenemos que adoptar otro modo de vida para ti, pero desde el
principio. Estás sentado aquí en la oscuridad y en el cuarto de estar tendrías
buena luz. Tomas un par de bocados del desayuno en lugar de comer como es
debido. Estás sentado con las ventanas cerradas y el aire fresco te sentaría
bien. ¡No, padre mío! Iré a buscar al médico y seguiremos sus prescripciones
Cambiaremos las habitaciones. Tú te trasladarás a la habitación de delante y yo
a ésta. No supondrá una alteración para ti, todo se llevará allí Ya habrá tiempo
de ello, ahora te acuesto en la cama un poquito, necesitas tranquilidad a toda
costa. Vamos, te ayudaré a desnudarte, ya verás cómo sé hacerlo. ¿O prefieres
trasladarte inmediatamente a la habitación de delante y allí te acuestas
provisionalmente en mi cama? La verdad es que esto sería lo más sensato.
Georg estaba de pie justo al lado de su padre, que
había dejado caer sobre el pecho su cabeza de blancos y despeinados cabellos.
-Georg -dijo el padre en voz baja y sin moverse.
Georg se arrodilló inmediatamente junto al padre, vio
las enormes pupilas en su cansado rostro dirigidas hacia él desde las comisuras
de los ojos.
-No tienes ningún amigo en San Petersburgo. Tú has sido
siempre un bromista y tampoco has hecho una excepción conmigo. ¡Cómo ibas a
tener un amigo precisamente allí! No puedo creerlo de ninguna manera.
-Padre, haz memoria una vez más -dijo Georg, levantó al
padre del sillón y le quitó la bata, estaba allí tan débil-, pronto hará ya tres
años que mi amigo estuvo en casa de visita. Recuerdo todavía que no te hacía
demasiada gracia. Al menos dos veces te oculté su presencia, a pesar de que en
esos momentos se hallaba precisamente en mi habitación. Yo podía comprender bien
tu animadversión hacia él, mi amigo tiene sus manías, pero después conversaste
agradablemente con él. En aquellos momentos me sentía tan orgulloso de que lo
escuchases, asintieses y preguntases... Si haces memoria tienes que acordarte.
Él contó entonces historias increíbles de la revolución rusa. Cómo, por ejemplo,
en un viaje de negocios a Kiev, había visto en un balcón a un sacerdote que se
había cortado una ancha cruz de sangre en la palma de la mano, la levantó e
invocó con ella a la multitud. Tú mismo has contado de vez en cuando esta
historia.
Mientras tanto Georg había conseguido sentar al padre y
quitarle cuidadosamente el pantalón de punto que llevaba encima de los
calzoncillos de lino, así como los calcetines. Al ver la ropa, que no estaba
precisamente limpia, se hizo reproches por haber descuidado al padre. Seguro que
también formaba parte de sus obligaciones el cuidar de que el padre se cambiase
de ropa. Todavía no había hablado expresamente con su prometida de cómo iban a
organizar el futuro del padre, porque tácitamente habían supuesto que él se
quedaría solo en el piso viejo. Sin embargo, ahora se decidió, de repente y con
toda firmeza, a llevárselo a su futuro hogar. Bien mirado, casi daba la
impresión de que el cuidado que el padre iba a recibir allí podría llegar
demasiado tarde.
Llevó al padre en brazos a la cama. Una terrible
sensación se apoderó de él cuando, a lo largo de los pocos pasos hasta ella,
notó que su padre jugueteaba con la cadena del reloj sobre su pecho. Se agarraba
con tal fuerza a la cadena del mismo, que no pudo acostarlo inmediatamente.
Apenas se encontró en la cama, todo pareció volver de nuevo a la normalidad. Se
tapó solo y se cubrió muy bien los hombros con el cobertor. No miraba a Georg
precisamente con hostilidad.
-¿Verdad que ya te acuerdas de él? -preguntó Georg, y
asintió con la cabeza haciendo un gesto alentador.
-¿Estoy bien tapado? -preguntó el padre como si no
pudiese asegurarse él mismo de que sus pies se encontraban tapados.
-Así es que te gusta estar en la cama -dijo Georg, y
colocó mejor el cobertor a su alrededor.
-¿Estoy bien tapado? -preguntó el padre de nuevo, y
pareció prestar especial atención a la respuesta.
-Estate tranquilo, estás bien tapado.
-¡No! -gritó el padre de tal forma que la respuesta
chocó contra la pregunta, echó hacia atrás el cobertor con una fuerza tal que
por un momento quedó extendido en el aire, y se puso de pie sobre la cama. Sólo
con una mano se apoyaba ligeramente en el techo.
-Querías taparme, lo sé, retoño mío, pero todavía no
estoy tapado, y aunque sea la última fuerza es suficiente para ti, demasiada
para ti. ¡Claro que conozco a tu amigo! Sería el hijo que desea mi corazón, por
eso también lo has engañado durante todos estos años. ¿Por qué si no? ¿Acaso
crees que no he llorado por él? Precisamente por eso te encierras en tu oficina:
"el jefe está ocupado, no se le puede molestar". Sólo para poder escribir tus
falsas cartitas a Rusia. Pero, afortunadamente, nadie tiene que dar lecciones al
padre sobre cómo adivinar las intenciones del hijo. De la misma manera que ahora
has creído haberlo subyugado, subyugado de tal forma que podrías sentarte con tu
trasero sobre él y él no se movería, en ese momento mi señor hijo ha decidido
casarse.
Georg levantó la mirada hacia el espectro de su padre.
El amigo de San Petersburgo, a quien de repente el padre conocía tan bien, se
apoderaba de él como nunca hasta ahora. Lo vio perdido en la lejana Rusia. Lo
vio en la puerta del negocio vacío y desvalijado, entre las ruinas de las
estanterías, entre los géneros hechos jirones, entre los tubos de gas que
estaban caídos... y él permanecía todavía erguido. ¿Por qué había tenido que
irse tan lejos?
-¡Pero mírame -gritó el padre-. Georg corrió, casi
distraído, hacia la cama, con la intención de comprenderlo todo, pero se quedó
parado a mitad de camino.
-Porque ella se ha levantado las faldas -comenzó a
hablar el padre-, porque se ha levantado así las faldas de cerda asquerosa -y
para expresarlo plásticamente se levantó el camisón tan alto que se veía sobre
el muslo la cicatriz de sus años de guerra-, porque se ha levantado así, y así
las faldas, te has acercado a ella y, para poder gozar con ella sin que nadie
molestase, has profanado la memoria de nuestra madre, has traicionado al amigo y
has metido en la cama a tu padre para que no se pueda mover, pero ¿puede moverse
o no?
Permanecía en pie sin apoyo alguno y lanzaba las
piernas en todas las direcciones. Sonreía con entusiasmo al comprenderlo todo.
Georg estaba de pie en un rincón lo más lejos posible
del padre. Desde hacía un rato había decidido firmemente observarlo todo con
exactitud, para no ser indirectamente sorprendido de alguna forma por detrás o
desde arriba. Entonces se acordó de nuevo de la decisión, ya hacía rato
olvidada, y volvió a olvidarla tan deprisa como se pasa un hilo corto a través
del ojo de una aguja.
-No obstante el amigo no ha sido todavía traicionado
-gritó el padre, y lo corroboraba su índice movido de acá para allá- yo era su
representante en este lugar.
Georg no pudo evitar gritar:
-¡Comediante!
Reconoció inmediatamente el daño y, demasiado tarde,
los ojos fijos, se mordió la lengua hasta doblarse de dolor.
-¡Sí, por supuesto que he representado una comedia!
¡Comedia! ¡Buena palabra! ¿Qué otro consuelo le quedaba al anciano padre viudo?
Dime, y durante el momento que dure la respuesta sé todavía mi hijo vivo. ¿Qué
otra salida me quedaba en mi habitación interior, perseguido por un personal
infiel, viejo hasta los huesos? Y mi hijo iba con júbilo por la vida, ultimaba
negocios que yo había preparado, se retorcía de la risa y pasaba ante su padre
con el reservado rostro de un hombre de honor. ¿Crees tú que yo no te hubiese
querido, yo, de quien saliste tú?
"Ahora se inclinará hacia delante", pensó Georg, "¡si
se cayese y se estrellase!" Esta palabra le pasó por la cabeza como una
centella.
El padre se echó hacia delante, pero no se cayó. Puesto
que Georg no se acercaba como había esperado, se irguió de nuevo.
-¡Quédate donde estás, no te necesito! Piensas que
tienes todavía la fuerza suficiente para venir aquí, y solamente te contienes
porque así lo deseas, ¡No te equivoques! Todavía soy el más fuerte, ¡Yo solo
habría tenido quizá que retirarme, pero tu madre me ha dado su fuerza, con tu
amigo me alié maravillosamente y a tu clientela la tengo aquí en el bolsillo!
-¡Incluso en el camisón tiene bolsillos! -se dijo Georg,
y creyó que con esta observación podría hacerle quedar en ridículo ante todo el
mundo. Pensó en esto sólo durante un momento, porque inmediatamente volvía a
olvidarlo todo.
-¡Cuélgate del brazo de tu novia y ven hacia mí! ¡La
barro de tu lado y no sabes cómo!
Georg hacía muecas como si no pudiese creerlo. El padre
sólo asentía con la cabeza, ratificando la verdad de lo que decía y dirigiéndose
al rincón en que se encontraba Georg.
-¡Cómo me has divertido hoy cuando has venido y me has
preguntado si debías contarle a tu amigo lo del compromiso! ¡Si lo sabe todo,
estúpido, lo sabe todo! Yo le escribía porque olvidaste quitarme las cosas para
escribir. Por eso ya no viene desde hace años, lo sabe todo cien veces mejor que
tú mismo, tus cartas las arruga con la mano izquierda sin haberlas leído,
mientras que con la derecha se pone delante mis cartas para leerlas.
De puro entusiasmo agitaba el brazo por encima de la
cabeza.
-¡Lo sabe todo mil veces mejor! -gritó.
-Diez mil veces -dijo Georg con la intención de
burlarse de su padre, pero todavía en su boca estas palabras adquirieron un tono
profundamente serio.
-¡Desde hace años estoy a la espera de que me vengas
con esa pregunta! ¿Crees que me preocupa alguna otra cosa? ¿Crees que leo
periódicos? ¡Mira! -Y tiró a Georg un periódico que, de alguna forma, había ido
a parar a su cama. Un periódico viejo con un nombre que a Georg le era
completamente desconocido.
-¡Cuánto tiempo has tardado en llegar a la madurez!
Tuvo que morir tu madre, no llegó a ver el día de júbilo. El amigo perece en su
Rusia, ya hace tres años estaba amarillo de muerte, y yo, ya ves cómo me va a
mí, para eso tienes ojos.
-Entonces me has espiado -gritó Georg.
El padre, en tono compasivo e incidental, dijo:
-Probablemente eso querías haberlo dicho antes, ahora
ya no viene a cuento -y en voz más alta-: Ahora ya sabes lo que había además de
ti, hasta ahora no sabías más que de ti mismo. Lo cierto es que fuiste un niño
inocente, pero aún más ciertamente fuiste un hombre diabólico. Por eso has de
saber que yo te condeno a morir ahogado.
Georg se sintió como expulsado de la habitación, el
golpe con el que el padre a su espalda había caído sobre la cama resonaba
todavía en sus oídos. En la escalera, por cuyos escalones bajaba tan de prisa
como si se tratase de una rampa inclinada, sorprendió a la criada que estaba a
punto de subir para arreglar el piso.
-¡Jesús! -gritó, y se tapó la cara con el delantal,
pero él ya se había ido.
Salió del portal de un salto, el agua lo atraía por
encima de la calzada. Ya se asía firmemente a la baranda como un hambriento a la
comida. Saltó por encima como el excelente atleta que, para orgullo de sus
padres, había sido en sus años juveniles. Todavía seguía sujeto con las manos,
débilmente. cuando divisó entre las barras de la baranda un ómnibus que cubriría
con facilidad el ruido de su caída. Exclamó en voz baja: "Queridos padres, a
pesar de todo siempre los he querido", y se dejó caer.
En ese momento atravesaba el puente un tráfico
verdaderamente interminable.
Franz Kafka (Praga, Imperio austrohúngaro, 3 de julio de 1883 – Kierling, Austria, 3 de junio de 1924). Escritor de origen judío nacido en Bohemia que escribió en alemán. Su obra está considerada una de las más influyentes de la literatura universal5 6
y está llena de temas y arquetipos sobre la alienación, la brutalidad
física y psicológica, los conflictos entre padres e hijos, personajes en
aventuras terroríficas, laberintos de burocracia, y transformaciones
místicas.
Fue autor de tres novelas, El proceso (Der Prozeß), El castillo (Das Schloß) y El desaparecido (Amerika o Der Verschollene), la novela corta La metamorfosis (Die Verwandlung) y un gran número de relatos cortos.7 Además, dejó una abundante correspondencia y escritos autobiográficos.8 Su peculiar estilo literario ha sido comúnmente asociado con la filosofía artística del existencialismo —al que influenció— y el expresionismo, y en algún nivel se lo ha comparado con el realismo mágico.
Estudiosos de Kafka discuten sobre cómo interpretar al autor, algunos
hablan de la posible influencia de alguna ideología política
antiburocrática, de una religiosidad mística o de una reivindicación de
su minoría etnocultural, mientras otros se fijan en el contenido
psicológico de sus obras. Sus relaciones personales también tuvieron
gran impacto en su escritura, particularmente su padre (Carta al padre), su prometida Felice Bauer (Cartas a Felice) y su hermana (Cartas a Ottla).
Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez se encuentran entre los escritores influenciados por los escritos de Kafka. El término kafkiano
se usa en el idioma español para describir situaciones surrealistas
como las que se encuentran en sus libros y tiene sus equivalentes en
otros idiomas. Solo unas pocas de sus obras fueron publicadas durante su
vida. La mayor parte, incluyendo trabajos incompletos, fueron
publicados por su amigo Max Brod, quien ignoró los deseos del autor de que los manuscritos fueran destruidos.
Franz Kafka nació en Praga9 el 3 de julio de 1883 en el seno de una familia judía. Sus padres eran Hermann Kafka (1852-1931) y Julie Löwy (1856-1934).
Su padre había nacido en Wossek, aldea de población mayoritariamente judía checo-hablante, cerca de Písek, en la región de Bohemia del Sur.
Originario de una familia rural judía de carniceros, con frecuentes
problemas económicos, tras trabajar como representante de comercio, en
1881 se estableció por su cuenta en Praga, donde regenteó un negocio
textil en la Zeltnergasse (Celetná ulice) 12, que contaba con 15 empleados cuando Franz nació. Utilizaba un grajo (kavka, en checo) como emblema comercial.10
Su madre, nacida en Podiebrad an der Elbe,
era de familia germano-hablante perteneciente a la burguesía
judeoalemana. Era hija de Jakob Löwy, un próspero fabricante de cerveza.
Provenía, por tanto, de una familia mucho más próspera que la de su
marido y tenía una educación más refinada.10 En su ámbito había profesores universitarios, bohemios y artistas.11
El matrimonio se instaló en Praga y pasó a formar parte de la alta
sociedad. Desde el comienzo, quien marcó la pauta de la educación de
Franz fue el padre que, como resultado de su propia experiencia,
insistió en la necesidad del esfuerzo continuado para superar todas las
dificultades de la existencia, siempre desde una actitud permanente de
autoritarismo y prepotencia hacia sus hijos.12 La madre quedó relegada a un papel secundario en el aspecto educativo.
El pequeño recibió su nombre de pila en honor al emperador Francisco José I.
Era el mayor de seis hermanos. Dos de ellos, Georg y Heinrich,
fallecieron a los quince y seis meses de edad, respectivamente, antes de
que Franz cumpliera los siete años. Tuvo tres hermanas llamadas
Gabriele ("Elli") (1889–1941), Valerie ("Valli") (1890–1942), y Ottilie
("Ottla") (1892–1943). Tras la ocupación de Checoslovaquia, los nazis llevaron a las tres hermanas al gueto de Łódź. De allí llevaron a Ottilie al campo de concentración de Theresienstadt y el 7 de octubre de 1943 al campo de exterminio de Auschwitz,
donde murió ese mismo día en las cámaras de gas, igual que otras 1318
personas que también acababan de llegar. Las otras dos hermanas también
perecieron en el Holocausto.13
Las relaciones con sus hermanos constituyeron una experiencia
singular en la formación del carácter de Franz, especialmente en lo que
respecta a Georg y Heinrich, por cuya muerte se sintió culpable en
cierto sentido al vincularla con sus deseos de que desapareciesen,
motivado por sus celos.14
Como muchos praguenses en aquella época, Kafka hablaba checo y
alemán, en su caso desde la primera infancia, por ser las lenguas
maternas de su padre y madre, respectivamente. Posteriormente adquirió
conocimientos de francés y cultura francesa. Entre sus autores favoritos estaban Flaubert, Dickens, Cervantes y Goethe.
Cursó sus estudios primarios entre 1889 y 1893, en la Deutsche
Knabenschule, ubicada en Masný trh/Fleischmarkt, actualmente Masá única.
Sus padres tenían poco apego a las tradiciones judías y, aparte de la
celebración del Bar Mitzvah, al cumplir Franz los 13 años acudía a regañadientes apenas cuatro veces al año a la sinagoga, acompañado de su padre.
Cursó la educación secundaria, entre los diez y los dieciocho años,
en el riguroso Altstädter Deutsches Gymnasium («Instituto de Enseñanza
Media Imperial Real»), situado en el interior del Palacio Kinsky, en la Staroměstské náměstí («Plaza de la Ciudad Vieja»).
Durante los últimos años de su adolescencia se hizo miembro de la
Freie Schule («Escuela Libre»), una institución anticlerical; leía
ávidamente a Nietzsche, Darwin y Haeckel, sentía verdadero entusiasmo por el socialismo (especialmente en lo que se refiere al ideal de solidaridad) y el ateísmo.15
Por lo demás, sus notas sobresalían de la media de sus compañeros.
Entabló una gran amistad con un compañero de clase, Oskar Pollak, con el
que compartía el interés por las ciencias naturales y la historia del
arte.
Hacia los 14 años, Kafka realizó sus primeros intentos como escritor.
Aunque destruyó los textos, llegó a percibir la diferencia entre sus
trabajos y los de sus compañeros de clase, sobre todo en el aspecto
formal.
Aprobó su examen de bachillerato en 1901.
Comenzó a estudiar Química en la Universidad de Praga, pero solo
aguantó dos semanas. A continuación, probó también Historia del Arte y Filología alemana, pero finalmente, obligado por su padre,16 estudió Derecho. Alfred Weber (hermano de Max Weber),
profesor de sociología, ejerció una enorme influencia sobre Kafka y
dirigió su tesis doctoral. A Kafka le impresionó la forma en que Weber
analizaba la sociedad industrial y sus peligros.17 Obtuvo el doctorado en leyes el 18 de junio de 1906.
Mientras estudiaba, tuvo un papel activo en la organización de
actividades literarias y sociales como miembro del club Lese- und
Redehalle der Deutschen Studenten. Promocionó representaciones para el teatro judeoalemán.
En sus relaciones sociales, Kafka temía ser percibido de manera
repulsiva tanto física como mentalmente. Sin embargo, impresionaba a los
demás con su aspecto infantil, pulcro y austero, su conducta tranquila y
fría y su gran inteligencia, además de su particular sentido del humor.
Desde 1905 se vio obligado a frecuentar los sanatorios como resultado
de su debilidad física.
Al terminar la carrera de Derecho en 1906, realizó un año de servicio
obligatorio (sin remuneración) en los tribunales civiles y penales, con
funciones administrativas.5
Tras ello, ingresó como pasante, también sin retribución, en una
agencia italiana de seguros de accidentes laborales (Assicurazioni
Generali). Fue entonces cuando comenzó a escribir. Tras abandonar la
compañía de seguros en 1908, consiguió un trabajo en la compañía
Arbeiter-Unfall-Versicherungs-Anstalt für Königsreich Böhmen, en la que
estuvo hasta su jubilación anticipada en 1922. Aunque el padre de Kafka
se refería a este trabajo como "Brotberuf", un empleo tan sólo para
pagar las cuentas, le permitió dedicarse a escribir gracias al horario
más restringido que tenía respecto de la ocupación anterior. Con todo,
este trabajo burocrático, en el que se desempeñó con competencia y en el
que fue ascendiendo progresivamente, fue una fuente primordial de temas
para su obra literaria.
Entre 1909 y 1912 realizó varios viajes al extranjero: Riva (1909), París (1910), otra vez a Italia y París (1911) y Weimar (1912).
En 1912 Kafka tomó conciencia de ser escritor.18 Escribió en ocho horas Das Urteil (El juicio) y a finales de noviembre de 1912 terminó su obra Contemplación (Betrachtung),
una colección de 18 relatos que habían aparecido previamente dispersos
en diversos medios. La aparición de este libro le dio a conocer como
escritor ante la sociedad en general.
En 1913 escribió su libro inicial Consideración y en 1915 el famoso relato La metamorfosis. En 1917 se le diagnosticó tuberculosis,
lo que le obligó a mantener frecuentes períodos de convalecencia,
durante los cuales recibió el apoyo de su familia, en especial de su
hermana Ottilie, con quien tenía mucho en común. En 1919 terminó los
catorce cuentos fantásticos (o catorce lacónicas pesadillas) que
componen Un médico rural.
Un tema de gran importancia en su obra es su relación con un padre
autoritario. En la intimidad, éste no dejó nunca de menospreciar a su
hijo y hasta el año 1922 lo tiranizó. De ese conflicto y de sus tenaces
meditaciones sobre las "misteriosas misericordias" y las ilimitadas
exigencias de la patria potestad, declaró el propio Kafka que procedía
toda su obra, incluyendo en particular su célebre Carta al padre, nunca publicada en vida.
Entre 1913 y 1917 mantuvo una relación difícil19 con Felice Bauer, que dio origen a una correspondencia de más de 500 cartas y tarjetas postales. Su falta de reacción ante el manuscrito de La metamorfosis
llevó a Kafka a un profundo abatimiento. Aunque llegó a presentar una
solicitud de matrimonio en junio de 1913 para casarse con ella, al final
no lo hicieron. Ya en el otoño de ese mismo año, se produjo una primera
ruptura, ocasionada al conocer a G.W, la mujer identificada como «la
suiza» en sus diarios, durante su estancia en el sanatorio de Riva.
Después de esto, Kafka intentó trasladarse a Berlín, pero el
estallido de la Primera Guerra Mundial se lo impidió. No fue movilizado
por sus problemas de salud. Durante la segunda mitad de 1914, escribió
un antecedente de El proceso (Fragmento de Josef K.) y la narración En la colonia penitenciaria.
Como consecuencia de la guerra, el marido de su hermana Elli tuvo que
incorporarse al ejército, por lo que Kafka tuvo que hacerse con la
dirección de la fábrica de la familia y su hermana trasladarse a vivir a
la casa familiar. Esto obligó a Kafka a tener que alquilar una
habitación. Como consecuencia de todo ello no escribió nada durante casi
año y medio, desde octubre de 1914.
Deprimido por estos acontecimientos, intentó reconciliarse con Felice
ayudado por Grete Bloch, con quien mantenía una relación que daría
lugar a un hijo. En julio de 1917 se comprometieron nuevamente en
matrimonio, pero otra vez la boda no llegó a consumarse. En diciembre se
separaron definitivamente.
La noche del 12 al 13 de agosto se le manifestó una hemoptisis
que confirmó una tuberculosis pulmonar. Durante su estancia en Schlesen
para asistir a un sanatorio conoció a la joven Julie Wohryzek, con la
que se prometió en matrimonio. La extracción social no burguesa de la
chica puso en contra de la relación al padre de Kafka, quien en su texto
Carta al padre (Brief an den Vater) lanza una fuerte
diatriba contra su progenitor haciendo referencia a la historia de su
niñez y adolescencia y al cúmulo de carencias vividas por su culpa. La
relación con Julie se rompió en noviembre de 1919.
En otoño de 1920 escribió numerosas piezas narrativas del género de
las parábolas aforísticas. Como consecuencia del empeoramiento de su
estado general de salud, pasó gran parte de 1921 y 1922 en distintos
sanatorios. Durante los tres meses que pasó en Meran en la primavera de
1922 consolidó por vía epistolar su relación con la escritora,
traductora y periodista checa Milena Jesenskà, casada, a quien había conocido a principios de 1920.
Entre diciembre de 1920 y septiembre de 1921 estuvo en el sanatorio
de Matliary, etapa en la que conoció a un amigo que lo sería por el
resto de su vida, Robert Klopstock. Hasta 1923 escribió, entre Praga y
Berlín, una docena de relatos.
En julio de 1923 estuvo en una colonia judía de vacaciones en Müritz, a orillas del Báltico, donde conoció a Dora Diamant, una joven periodista de 25 años descendiente de una familia judía ortodoxa
que había huido de su pueblo natal. Fue ella quien le convenció de
renunciar a un viaje programado a Palestina para octubre. Más tarde se
trasladó a Berlín,
con la esperanza de distanciarse de la influencia de su familia y
concentrarse en su obra. Allí vivió con Dora, quien se convirtió en su
compañera y tuvo mucho que ver en el interés de Kafka por el judaísmo.
En la Navidad de 1923, Kafka contrajo una pulmonía que le obligó a regresar al hogar paterno en Praga en marzo de 1924.20 Al agravarse la enfermedad ingresó en el sanatorio de Wiener Wald, cerca de Viena,21 donde sufrió un ataque de tuberculosis de laringe, lo que hacía que tragar los alimentos le resultara muy doloroso,22 23
de manera que en sus últimas semanas se alimentó principalmente de
líquidos. Se le trasladó a la clínica universitaria de la capital y a
finales de abril al sanatorio Dr. Hoffmann de Kierling, donde falleció
el 3 de junio. Le enterraron el 11 de junio en la parte judía del Nuevo
Cementerio de Praga-Žižkov.24
En sus diarios y cartas se quejaba frecuentemente de insomnio y dolores de cabeza. Fue un partidario de la dieta vegetariana y del naturismo. Se dice que consumía grandes cantidades de leche sin pasteurizar, lo que pudo ser el factor desencadenante de su tuberculosis
en 1917. No hay coincidencia de pareceres sobre los más que probables
trastornos psicológicos de Kafka. En sus cuadernos íntimos él habla de
"demonios", "derrumbamiento", "embates", "desamparo", "persecución",
"soledad", "asalto a las últimas fronteras terrenales", "agobiante
observación de uno mismo" y muchas otras expresiones más que aluden a un
mundo oscuro, desconcertante y desconocido. Kafka fue un ser
atormentado y complejo, pero también a su manera gozó de la vida con una
intensidad fuera de lo común.
Kafka sólo publicó algunas historias cortas durante toda su vida, una
pequeña parte de su trabajo, por lo que su obra pasó prácticamente
inadvertida hasta después de su muerte. Poco antes de su muerte, le dijo
a su amigo y albacea Max Brod
que destruyera todos sus manuscritos. Brod no le hizo caso y supervisó
la publicación de la mayor parte de los escritos que obraban en su
poder. La compañera final de Kafka, Dora Diamant, cumplió sus deseos
pero solo en parte: guardó en secreto la mayoría de sus últimos
escritos, entre ellos 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que la Gestapo los confiscó en 1933. La búsqueda de los papeles desaparecidos de Kafka aún continúa a escala internacional.
Los escritos de Kafka pronto comenzaron a despertar el interés del
público y a recibir elogios por parte de la crítica, lo que posibilitó
su pronta divulgación. Su obra marcó la literatura de la segunda mitad
del siglo XX. Todas sus páginas publicadas, excepto varias cartas en
checo dirigidas a Milena, se encuentran escritas en alemán.
En efecto, su fama creció sin cesar ya en la década de los años 1920,
en Austria y en Alemania; ese eco traspasó pronto las fronteras, y
durante los años 1930 fue admirado en Inglaterra y Estados Unidos, lo
mismo que en Francia durante los años treinta, aunque con
interpretaciones muy dispares.25 Un documento excepcional sobre el día a día de Kafka lo proporcionó G. Janouch, en un libro de Conversaciones, publicado mucho después de la muerte del escritor.26
Tras la Segunda guerra mundial, hubo una apreciación más amplia de su obra. Poco a poco, en Francia, se logró –gracias a Marthe Robert– tener ediciones fiables, en un proceso que duró lustros.27 En Buenos Aires fue traducido y difundido en lengua española, y hubo que esperar hasta los estertores del franquismo
para que se editase en España. La edición completa en castellano de su
obra se ha llevado a cabo por Galaxia Gutenberg a finales del siglo XX.
En su obra, a menudo el protagonista se enfrenta a un mundo complejo,
que se basa en reglas desconocidas, paradójicas o inescrutables. La
importancia de su mirada ha sido tal que en varias lenguas se ha acuñado
el adjetivo «kafkiano» para describir situaciones que recuerdan a las
reflejadas por él (en ocasiones usaba el pseudónimo de "Yerba amarga",
supuestamente los días de mayor hastío o desazón).
Harold Bloom escribió en 1995: «Desde una perspectiva puramente literaria, ésta es la época de Kafka, más incluso que la de Freud. Freud, siguiendo furtivamente a Shakespeare,
nos ofreció el mapa de nuestra mente; Kafka nos insinuó que no
esperáramos utilizarlo para salvarnos, ni siquiera de nosotros mismos».
La mayoría de los escritores y críticos del siglo XX han hecho
referencias a su figura. Ha habido multitud de estudiosos que han
intentado (e intentan) encontrarle sentido a la obra de Kafka,
interpretándola en función de distintas escuelas de crítica literaria,
como por ejemplo la modernista o la realista mágica.
De todos modos, la desesperación y el absurdo de los que su obra
parece estar impregnada se consideran (o se consideraron) emblemáticos
del existencialismo, según la lectura de Albert Camus y en cierta medida de Jean-Paul Sartre,
dominantes tras la Segunda Guerra; y es que a partir de los franceses
se divulgó fuertemente la obra literaria (pero la obra global de Kafka
no estaba aún explorada ni vertida al francés).28 En ese sentido, hablaban de Kierkegaard
como antecesor de su punto de vista más íntimo (dejando de lado los
aspectos religiosos), si bien debe considerarse al tiempo que Kafka fue
un lector devoto de Flaubert, un admirador de Dickens (presencia
perceptible en su América). Pero distintas fueron por ejemplo las
percepciones de Georges Bataille, quien introdujo la mirada de Kafka
dentro de la tradición romántica del mal.29
Aparte, algunos han intentado hallar la influencia marxista en la satirización de la burocracia, en obras tales como En la colonia penitenciaria, El proceso y El castillo, mientras que otros apuntan al anarquismo
como el fundamento de inspiración para el individualismo
antiburocrático de Kafka (tomando en cuenta también su breve militancia
en una organización de este tipo y su apoyo a algunas campañas
promovidas por los anarquistas checos). Sin embargo, una parte
importante de la crítica ha interpretado su obra bajo el prisma del Judaísmo; también se ha intentado darle lo demás.30
Más modernamente, Walter Benjamin,
que rechazaba la idea de Brod, según la cual Kafka se hallaría en el
camino a la santidad, indicó que habló de su tensión entre la tradición
mística (que en su caso era la experiencia de la tradición) y la
experiencia del hombre en la gran ciudad, esto es, la modernidad
metropolitana.31
Según añade el ensayista alemán, Kafka "vive en un mundo
complementario", como Klee, cuya pintura estaba esencialmente aislada en
su esfera propia.32
Muchos críticos consideran que bajo los renglones de Kafka no se
encuentra ningún sentido recóndito, que sus textos sólo son historias y
cuentos. Autores como Vladimir Nabokov o Edmund Wilson, el segundo de un modo algo despectivo, han rechazado las lecturas esotéricas.33
Se sostiene más, avanzado el siglo XX, que el mundo ideado por Kafka no
es nada oculto, que es un mundo de los hombres, construido por ellos
mismos, y como señala Arendt, que está expresado gracias a la "simplicidad y fácil naturalidad de su lenguaje".34
En definitiva, nunca se enciende en Kafka el aura de lo infinito: cada
frase pues vale literalmente lo que se dice en ella, según señalaba el
pensador alemán Adorno.35
La traductora kafkiana Marthe Robert, entre 1963 y 1979, renovó los estudios sobre el checo.36 Más aún, Barthes,
de acuerdo con esta crítica francesa, defendió fijarse ante todo en su
técnica "alusiva", técnica que apela a algo que es defectivo por fuerza,
puesto que el sentido del mundo no es enunciable en realidad.37
Se subraya repetidamente el motivo de la alienación y de la manía persecutoria en Kafka; dicho énfasis se halla inspirado, en parte, en la contra-crítica de Gilles Deleuze y Félix Guattari,
quienes mantenían que Kafka representa mucho más que el estereotipo de
figura solitaria que escribe movida por la angustia, y que su trabajo
era mucho más deliberado, subversivo y, aún así, "alegre" de lo que
parecía ser.38
Los biógrafos han comentado —en este sentido— que Kafka, como otros
grandes escritores, tenía costumbre de leer capítulos del libro en el
que estaba trabajando a sus amigos más íntimos, y que la situación
llegaba a ser cómica y concluía en risas de todos.
Su obra es expresiva, como ninguna otra, de las ansiedades y la alienación del hombre del siglo XX. También viene a expresar las relaciones entre literatura y amenaza, como señalaba Blanchot.39 Sucede, según señaló Auden,
que Kafka "es tal vez el más grande, el maestro de la parábola pura, un
género literario sobre el cual el crítico puede decir muy poco que
valga la pena", pues sucede que el "significado de una parábola, en
realidad, es diferente para cada lector".40
O bien, como señaló Coetzee, que siendo el menos psicológico de los escritores, Kafka tuvo un sentido penetrante de las obscenas interioridades del poder.41 Pero es cierto que puede entenderse paralelamente por vías muy distintas: por ejemplo el escritor y gran crítico Sebald describe la llegada de K. al Castillo como la elección del país de la muerte.42
Ha sido constante también la elucidación de su obra a la luz de la
biografía del propio Kafka, en el sentido de que en su vida se
produjeron acontecimientos y circunstancias que pueden permitir
proporcionar algunas orientaciones para entender de una manera adecuada
su producción. En su caso,
parece como si se tratase de la presentación de acontecimientos o situaciones de los que es protagonista el hombre Kafka y a los que el escritor Kafka ha proporcionado al mismo tiempo el carácter de la realidad literaria. Las relaciones del hombre Kafka con sus padres, sus hermanos, la actitud personal frente a la propia profesión (...), la insatisfacción que le invade, la realidad de la institución familiar, la incapacidad y al mismo tiempo necesidad de una vida matrimonial, el desgarramiento profundo de una existencia sin satisfacciones, los miedos y temores ante la propia vida y todos sus componentes, el miedo a la soledad pero al mismo tiempo la necesidad de la misma, la inseguridad vital, el miedo al contacto sexual, el miedo al poder proceda de donde proceda, etc., son todos ellos componentes de la obra de Kafka que encuentran un cierto paralelismo en su vida.
Acosta (1998, pp. 15-16)
Descripción de una lucha
La novela corta Descripción de una lucha (Beschreibung eines Kampfes,
1904/1905) fue la primera obra que publicó Kafka. De acuerdo con su
título, la narración describe una lucha personal, esto es, la reflexión
sobre unos conflictos internos que el narrador en primera persona expone
a lo largo de su conversación con otro personaje. El tema es la
inseguridad vital permanente como fruto de la intromisión de lo
improbable en lo probable, de lo fantástico o imaginado en lo real.
Formalmente, la novela presenta una característica falta de lógica
narrativa en medio de un mundo de irrealidad.
Preparativos de boda en el campo
La indecisión entre la realidad y lo improbable, se decanta en favor
de la primera en esta segunda novela corta. Con un cierto alejamiento de
las abstracciones, el relato presenta a un individuo que, ante su
inminente boda, que siente como una obligación, expresa sus malas
sensaciones acerca de una vida social a la que no va a ser capaz de
adaptarse y que terminará por ser una carga para él. La perspectiva
narrativa es la de un narrador objetivo, cinematográfico.
Contemplación
Se trata de un libro compuesto por 18 relatos en los que se continúa
con el tema de los conflictos del individuo en el interior de su medio
social y se mantiene el interés por el difícil equilibrio entre lo
seguro y lo inseguro que es inherente a la realidad; una realidad vista
como circular e imprecisa, donde la verdad se sustenta en una lógica que
solo es aparente. Técnicamente, es significativo el uso de la parábola,
a la que Kafka despoja de su componente didáctico.
El juicio
El motivo argumental de esta narración es una disputa familiar entre
un hijo y un padre que al final se resuelve según la voluntad de este.
La consecuencia psicológica es un rechazo del hijo hacia su padre que le
lleva incluso a desear asesinarlo. La fluctuación que hay en el texto
entre la psicología de los personajes y los hechos externos envuelven al
relato en una atmósfera próxima a la de un sueño.
La metamorfosis
Argumento
La metamorfosis, relato que por su extensión entra en la categoría de novela corta,
se gestó a finales de 1912. Muestra cómo cambia la vida del joven
Gregorio Samsa, un sencillo viajante de comercio, cuando al despertar
una mañana tras un sueño intranquilo se encontró en su cama convertido
en un monstruoso insecto. A partir de ahí, la novela cuenta el camino
que sigue el protagonista desde que toma conciencia de su nueva
situación, y cómo la asume también su propia familia, hasta su muerte y
liberación que ésta supone para los que le rodean.
Interpretación de la novela
A lo largo de esta obra, Kafka muestra no sólo los pensamientos y el
afán de supervivencia del hombre insecto una vez que asume su nueva
realidad, sino principalmente las reacciones de los que tiene su
alrededor: su jefe, la sirvienta, los huéspedes que irán a vivir a su
casa y, sobre todo, su padre, su madre y su hermana Greta, de 17 años.
Los sentimientos evolucionan desde la pena o el rechazo inicial, al odio
y el alivio tras la muerte. Pese a las pocas alusiones temporales, el
relato empieza, más o menos, en Navidad y termina a finales de marzo.
Hay alguna que otra analepsis que muestra algunos hechos del pasado.
La novela presenta la historia a través de un narrador externo y
objetivo con tal frialdad y cercanía, que el lector se ve implicado en
esa realidad monstruosa. Esta novela reúne lo más significativo del
estilo de Kafka, por cuanto reproduce sus principales características:
un protagonista que se siente perdido ante circunstancias que no
controla; el simbolismo y el valor metafórico que puede darse su
contenido; la escasez de la acción, que gira casi exclusivamente en
torno a un personaje indefenso ante una realidad hostil. Todo ello
narrado de manera objetiva y ajena a todo artificio retórico.
Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: ciudadseva.com. Foto: Internet.
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