Fragmento del libro Que todo el mundo te cante de Umberto Valverde
¿A qué aspiraba tu madre que fueras cuando te hicieras hombre?
¡Músico! Desde el comienzo ella vio mis aptitudes. A los 8 años me
regaló una guitarra con el poco dinero que había. Imagínate, hizo el
esfuerzo de su vida para darme ese regalo.
Las conversaciones que hemos tenido siempre se remiten a dos
personas: tu abuelo Eladio Martínez, quien fue el primer empresario
negro, y tu madre, doña Teresa Martínez de Varela, escritora y poeta.
¿Por qué no nos hablas un poco de esa relación contigo y la huella que
van dejando en ti?
Tuvieron una incidencia determinante en mi carrera musical. Sobre
todo, mi madre, que siempre creyó en mí y como era una mujer dedicada al
arte, pues tenía la confianza de que algo podía pasar conmigo. Mi
abuelo indudablemente era un gran guitarrista, una persona que no lo
hizo profesionalmente, pero tenía en la sangre un enorme deseo de
superación. Era un hombre de mucha fe, de mucho sentimiento, y yo creo
que eso se transmite genéticamente. Aparte del talento, él trataba de
aprovechar todos los recursos posibles, pues vivió en sitios muy
alejados de cualquier civilización; recuerdo que había unos trapiches
donde se hacía panela y nos tocaba ir en vacaciones a laborar allá, para
colaborar con la familia. Ciertamente, era una persona inquieta. Vivía
en una localidad que se llama Sautatá, cerca de la desembocadura del río
Atrato. Ellos fundaron los primeros ingenios y él aprendió mecánica,
ebanistería y guitarra. Tenía un temperamento fuerte, serio y pensante.
Creía en Dios inmensamente. Se rezaba el rosario a las siete todas las
noches; de lo contrario, nos daba rejo.
Tu mamá era una intelectual, poeta y novelista, una persona
avanzada para su época. Creía en tu talento. A los 8 años te regala una
guitarra y a esa misma edad conformas el grupo La Timba. ¿Coincide lo de
la guitarra y el grupo La Timba? ¿Cómo fue eso?
La Timba fue primero. Nosotros acostumbrábamos desde muy pequeños a
acompañar las comparsas de las niñas. Es tan difícil hablar en el 2010
de lo que uno vivió; ha pasado mucha agua por debajo del puente y
realmente la manera como uno se crió es muy distinta a la de ahora. Más
sanamente. Salíamos a recoger para los dulces en los recreos y era una
manera especial y bonita de ir casa por casa y hacer una demostración:
las niñas, de bailar muy bien, y nosotros, de tocar muy bien. Desde ese
momento fuimos adquiriendo cierta responsabilidad de hacer las cosas
bien.
Ese grupo, que estaba armado por dulzaina, bongó, maracas, güiro, cómo funcionaba en términos sonoros.
Nosotros interpretábamos temas que gustaban como La múcura; en el
Chocó tenemos mucha influencia de la música y de la comida del Caribe.
Entonces, lo que escuchábamos siempre tratábamos de plasmarlo a nuestra
manera y creo que nos iba bien porque la gente nos aplaudía bastante.
¿Esa escuela del padre español Isaac Rodríguez que creó en
Quibdó cómo se reflejó en ti? Tú no hiciste parte de ella porque estabas
enfermo. No podías ir a la escuela, ¿no?
Yo tuve una suerte grande. La casa mía quedaba al frente de la
catedral san Francisco de Asís en Quibdó. Yo era un niño enfermo, pues
nací con una infección estomacal. Hasta los 9 años me mantuvieron en la
casa con una cotona; entonces me la pasaba en el balcón y allí escuchaba
los cánticos que el padre Rodríguez les enseñaba a los muchachos y, por
eso, mi inspiración tiene mucho de gregoriano; eso se quedó en la
memoria.
¿Cuál es el tema o cantante que más recuerdas de lo que escuchabas en tu infancia?
Muchos de la Sonora Matancera: Celia, Nelson Pinedo, Leo Marini,
Vicentico Valdés y Cortijo, el Negro bembón, la época de 'Con la punta
del pie'; siempre que me encuentro con el maestro Rafael Ithier lo
molesto con todas esas cosas porque aprendimos a bailar y también nos
apasionaban las melodías de Ismael Rivera.
De todas maneras, tus características las recoges también en
Nueva York, desde la salsa de Nueva York. ¿A ti te gusta esa sonoridad?
Sí, claro. La salsa de Nueva York es de la calle; de pronto la que se
hace en Puerto Rico es más estructurada, pero la de Nueva York es
callejera y me identifico más con esos patrones rítmico-musicales. Ahora
que regresó Cuba a lo popular con la timba cubana y la trova cubana, es
importante desde todo punto de vista.
¿Pero el sonido Niche qué es? ¿Cuáles son los instrumentos que tú manejas para que se produzca el sonido Niche?
Se ha logrado una identidad. Explicarlo es difícil. El formato de las
canciones es mío; siempre uno tiene como una línea. Decir "voy a sonar
así", no lo creo; se ha dado con el tiempo; tampoco es una cuestión
rutinaria, porque la música en este momento se alimenta de muchas cosas:
la electrónica musical de la computación en la música, pero sigue el
alma por dentro, que es lo que genera la idea central para que tenga una
sonoridad especial y se parezca a lo que uno proyecta.
¿Cómo te sientes frente a todo este recorrido que has hecho para la música colombiana?
Hay una cosa muy importante en mí: no me he dejado reemplazar y para
eso hay que luchar, hay que investigar, hay que estar al pie del cañón,
como se dice. Y una cosa, que la digo humildemente: es fundamental la
idea. Hay muchos músicos, ideas, muy pocas. Ahí es donde se puede
establecer una diferencia en el trabajo que han desarrollado este
servidor y el Grupo Niche.
¿A los cuántos años grabaste tus primeros sencillos, las canciones ‘Difícil’ y ‘Atrato viejo’?
Es necesario ilustrar a la gente que desconoce la geografía del
Chocó, para que entienda este tema, asumido hoy como himno en mi
departamento. Habría que saber de la existencia de los farallones del
Citará, donde nace el río Atrato y saber del alma de estos lugares. Una
vez llegué a Puerto Martínez, después de 12 horas de canoa, solamente
para vender tres huevos y no me los compraron. Yo viví eso. El tema
retrata esa imposibilidad de uno como hombre de asistir al derrumbe de
una región y una raza sin poder hacer nada.
El tema dice más o menos: (Varela nos canta): “Ancho y cauteloso
pasas, lento en tu viaje retratas, el dolor que injusto llevas, poco a
poco hasta el mar. Y pensar que todo quieres como yo y cambiarlo todo
quieres, sé también. Un día, esa vez mi Atrato, sin querer te he
sorprendido, caudaloso, en un recodo, tristes tus aguas vi y paraste en
tu camino, viste el sino, con tus propios ojos ver cómo el destino, si
tu madre en una montaña, busca el cielo y verá, por qué tú, por qué no
yo, hijos del mismo Citará y pensar que tu pasado fue mejor de caciques,
de mi tierra su portal, hoy todavía, se tiñen aguas claras sin par,
cientos y más como el Negua, como las del Bevarama, como son, cautivador
pasas de nuevo, como el sol. Volverán las golondrinas a posar en tu
hábitat y en verbenas voladores, compás de cueros y tambores, rugir en
los Farallones, de ti somos tus nuevos cañones y poder cantar de
orgullo, gritar que soy aguajero, señores, yo soy atrateño”.
¿Retomaste algunos aires de estos en la nueva canción ‘Mi pueblo natal’?
Una vez iba para el Chocó con mi hermano Enrique, a quien
prácticamente le debo todo lo que soy; él murió hace dos años, y más
allá del Carmen de Atrato, desde el cual se ve la llanura selvática y se
alcanza a divisar Quibdó, me vino a la mente esta composición: “A lo
lejos se ve mi pueblo natal, no veo la santa hora de estar allá. Se
vienen a mi mente bellos recuerdos de infancia alegre, que yo nunca
olvidaré, luces de espermas que al fondo se divisan titilantes, igual
que estrellas en el cielo y el ruido incesante del viejo trapiche,
sustento eterno de todos mis abuelos”.
Después entra un estribillo que dice: “Ya vamos llegando, me estoy acercando, no puedo evitar que los ojos se me agüen...”.
¿De alguna manera has sido un poeta como tu madre?
Yo no sé lo que es un poeta. Si ser poeta es tratar de darle verbo a
la frase o, de pronto, adornar una metáfora, a lo mejor lo soy. Ella sí
es una poeta, porque es profunda en su manera de escribir y conoce mucho
de los dioses de Grecia y de Roma, para ser más lírica y romántica.
Esto es una cosa que la generación actual desconoce.
Quiero precisar la fundación del Grupo Niche. Me has dicho en
varias conversaciones que fue con el LP ‘Al pasito’, que sale en el 79,
pero que en ese momento el Grupo Niche no estaba constituido. ¿El
sencillo que viene después, el de ‘Las flores también se mueren’ y el de
‘Primero y qué’, de Álvaro del Castillo, en qué año se publica, en el
80?
En el 80; lo que pasa es que nosotros no éramos una orquesta
constituida, sino que a mí me dieron la posibilidad de grabar e hicimos
un disco; en esa época 'Al pasito' tenía un mensaje muy regional y no
tuvo mayor trascendencia. Posteriormente llegó Amparito, una niña de
Cúcuta, y nos dijo. “Ustedes no tienen derecho a grabar sino en 45
revoluciones”, entonces ahí fue cuando hicimos 'Primero y qué' y 'Las
flores también se mueren'. A raíz de eso nos llamó Codiscos, pero
nosotros no tocábamos en ninguna parte. Ahí fue cuando hicimos
'Buenaventura y caney' y prácticamente eso nos obligó a armar la
orquesta; ahí fue la primera oferta de Estados Unidos, que nosotros ni
lo creíamos, y en 1981, el 20 de junio, viajamos por primera vez a ese
país. Yo creo que ahí profesionalmente se construyó el Grupo Niche.
Luego vinimos aquí a Cali casi caminando con Alexis; llegamos en medio
del sol, pusimos el disquito y fue cogiendo fuerza.
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