Joseph M. Fericgla es antropólogo, etnomusicólogo, etnopsicólogo y psicoterapeuta. Ha realizado estudios de campo en Europa, el Kurdistan turco, en el Magreb y en la Alta Amazonia, es el fundador y director de La Societat d’Etnopsicologia Aplicada i Estudis Cognitius y experto en drogas y enteógenos
Joseph M. Fericgla dice que las drogas ayudan a conocernos más./radiomacondo.com |
¿Qué drogas has consumido?
Pues… Mira, vamos a ver, como
estimulantes, café, té, cocaína, teobromina (o sea el principio activo
del chocolate, del cacao), hojas de coca en bruto, diversos tipos de
metamfetaminas, de síntesis naturales también. Luego, como
estupefacientes he consumido pues opiáceos, varios tipos: morfina,
apomorfina, codeína, opio natural. Alcohol, hachís, en varias formas,
fumado, cocinado en pastelitos… Como sustancias visionarias o
enteógenos. pues LSD, psilocibina, mezcalina, 2CB, ayahuasca,
dimetiltriptamina pura, ergot, Amanita muscaria…
¿Cuál es tu posición en el debate en torno a la despenalización de las drogas?
Los políticos las prohíben porque es un
magnífico negocio que estén prohibidas. Y es mucho más negocio todavía
que estén prohibidas precisamente porque el ser humano las seguirá
consumiendo de todas formas, entonces el precio puede multiplicarse y
prácticamente todos los políticos de un cierto nivel para arriba reciben
beneficios del narcotráfico, de una forma o de otra, con lo cual, cómo
la van a legalizar ¿no? Para mí éste fue uno de los descubrimientos más
duros de mi vida, descubrir de pronto que la mayor parte de políticos
consumen drogas, y drogas ilegales además, no sólo drogas legales, que
no hay mucha diferencia químicamente, entre codeína que es legal y
morfina que es ilegal por ejemplo. La clasificación es una
arbitrariedad, es como decir, las pizzas de pimiento son legales y las
pizzas de gambas son ilegales. Es una estupidez arbitraria como tantas
otras.
Yo hago lo que tengo qué hacer y a veces
he tenido discusiones con políticos de aquí y les he dicho, “mirad
vosotros haced vuestro trabajo y hacedlo lo mejor que podáis, yo he de
hacer mi trabajo, yo soy científico; entonces yo no me meto en lo
vuestro y vosotros no me molestéis a mí, y yo como científico voy a
seguir haciendo mis investigaciones porque tienen que ver con el bien de
la humanidad y no voy a haceros caso por más tonterías”. Yo sé que
puedo terminar en la cárcel, pero es mi vida, es mi integridad y de
todas formas pienso que mientras estén prohibidas vamos a tener que
aguantar este negocio de unos pocos en detrimento de todo el resto de la
sociedad.
¿Cómo surgió tu interés por los enteógenos y la etnopsicología?
Desde que era adolescente me ha
interesado la mente humana, cómo funciona mi mente, cómo construyo yo el
mundo, mi mundo de valores, de referencias perceptuales, en todo su
enorme abanico. Entonces primero estudié psicología, luego me di cuenta
de que no servía prácticamente para nada. Estudié neurología y luego
antropología. Y mientras estudiaba antropología sucedieron dos cosas en
mi vida que la cambiaron. Una, que probé una dosis de LSD en la época de
los jipis, digamos, en los años 70. Y luego descubrí algo en
antropología que nunca se dice pero es capital la importancia que tiene,
es el hecho de que 89% de sociedades no occidentales consumen
sustancias psicoactivas, las que están prohibidas precisamente, y que se
las acusa de ser fuente de marginación, de delincuencia, de
psicopatologías, de trastornos sociales y personales… Resulta que estas
89% de sociedades, yo he hecho los cálculos, y son todo contrario, son
fuente de virtuosismo, digamos, son origen de aglutinamiento social, se
celebran ritos de cohesión social en torno al consumo de estas
sustancias; se usan en ámbitos médicos, religiosos, chamánicos, de
procesos de educación y socialización…
Entonces esto a mí me dejó extrañamente
sorprendido, el que estas sustancias que para nosotros desde hace poco
más de treinta años, o sea desde el año 60 aproximadamente, se han
convertido en la propia imagen del diablo, que en otras sociedades
resulta que son Dios en la tierra, literalmente, son sustancias
sagradas.
Cuando probé LSD por primera vez,
entonces entendí exactamente a raíz de qué era todo. O sea, que
realmente estas sustancias producen estados que se pueden comparar con
la máxima beatitud o divinidad. Entonces decidí que iba a dedicar mi
vida a estudiar esto. Y lo primero que tuve que entender y hacer
entender a los demás en mi entorno, es que estas sustancias no son un
problema, sino que pueden ser tratadas como tema, no como problema. Así
fue como surgió mi interés y a medida que fui leyendo más y más, me fui
dando cuenta de que no se puede hablar en absoluto de evolución de la
especie humana sin tener en cuenta estas sustancias.
El 89% de los pueblos de la Tierra toma
sustancias psicoactivas potentísimas., y en el 11% restante ahí estamos
nosotros, los occidentales. Somos la excepción. Y agresiva, pues la
imponemos a los demás pueblos. Nosotros tomamos drogas de esclavos: son
drogas para trabajar mucho y pensar poco. La cafeína estimula los
músculos, pero no el cerebro, y el alcohol embota la mente. Carajillo y
cubata: perfecto combinado para esclavos.
”Dime qué droga tomas y te diré quién
eres” Cada sociedad ha crecido en función de una droga que la impregna.
Occidente, por el alcohol (desde hace dos mil años) :el alcohol genera
agresividad y egocentrismo. El islam, por el cannabis: Se sientan a la
puerta de casa a esperar ver pasar por delante el cadáver de su enemigo.
El budismo oriental está impregnado de opio, la droga del extatismo, de
la estupefacción ante el universo. Los indios norteamericanos tabaco
virgen, con mucha nicotina, neuroestimulante: guerreros y visionarios.
Al chocar con el blanco agresivo, guerra segura. ¡Sólo exterminándolos
los dominaron! Sobre los indios sudamericanos, conozco muy bien a los
amazónicos. Hace nueve años que convivo largas temporadas con los
“shuar”, conocidos aquí como jíbaros. Es la cultura de la ayahuasca, al
tomarla, ven la selva llena de espíritus, de vida. Por ejemplo, toman
ayahuasca para “visitar” a parientes lejanos. Es en lo que creen, porque
los jíbaros sólo creen en aquello que ven, en nada más. Por eso dicen a
los misioneros cristianos: “¿Cómo queréis hacernos creer en cosas que
ni vosotros mismos veis?” ¡Y se burlan de ellos!
Las creencias, o sea, las religiones,
derivan de las drogas. Ciertas drogas han sido y son sustancias sagradas
para muchas culturas. Las que llamamos “enteógenos”, que significa
“generadoras de Dios dentro de uno”. No me refiero a los narcóticos, ni
estimulantes, ni hipnóticos. No tienen nada qué ver un estimulante con
un narcótico, sea legal o ilegal. Enteógenos son la ayahuasca, el hongo
peyote, los hongos psilocíbicos, la seta “Amanita muscaria”, la datura,
el LSD… ¡Hay muchas! Son drogas liberadoras de la mente. Tomarlas supone
hacer una excursión por la psique. La conciencia se modifica, se abre
el inconsciente. Los pueblos que ingieren enteógenos lo hacen en
rituales muy serios. Si les dices que en Occidente hay quien los toma
como diversión de fin de semana, ¡no lo entienden! En el cristianismo,
es herencia de ritos griegos, de los Misterios de Eleusis. Allí se
ingería cornezuelo (un enteógeno tipo LSD), y eso pasó al cristianismo…,
pero como placebo: es la hostia. Nuestra cultura contemporánea ha
pasado por el LSD: la iconografía del pop es efecto de esa droga. Y las
discotecas intentan reproducir mecánicamente sus efectos. Y del arte.
Las visiones incluyen iconografías -espirales, curvas, líneas, cruces…-
que encontramos luego en los estampados de los tejidos, en los grabados
de las vasijas…
¿Desde tu perspectiva cuál es la
diferencia entre una experiencia mística a través de los enteógenos y
una experiencia mística sin ellos?
Estoy en contacto con un gran maestro de
budismo zen. Una persona que ya es mayor y es un maestro reconocido
dentro del budismo zen y el tiene su propia comunidad y dirige un templo
de budismo zen. Y alguna vez que hemos tomado enteógenos juntos él me
ha dicho que efectivamente, era lo mismo, pero que le era incluso más
fácil entrar en mundos que él ya conocía. Y que a él le ha costado mucho
entrar a estos mundos, mucho entrenamiento de muchas horas diarias,
durante meses y años de su vida…
O sea, que en cierto aspecto ¿son una vía más corta?
Es una vía más corta y por tanto es más
peligrosa también. Yo no quiero decir que no tengan peligro los
enteógenos. Tampoco quiero decir que el budismo o la meditación estén
exentos de peligros, pero todas estas técnicas de meditación siempre
están dentro de escuelas. Lo que ocurre es que con los enteógenos lo que
éstos hacen es darnos mucha más información de nosotros mismos, como
que de pronto abren las compuertas del inconsciente, dicho en términos
de psicología analítica, y la persona que lo está tomando dispone de
mucha más información emocional, biográfica y de otros tipos de sí
misma. La palabra éxtasis tiene etimología griega y significa
literalmente “verse a uno mismo desde afuera”. Entonces, la experiencia
extática profunda, buscada por todo ser humano con más o menos
conciencia de ello, es la posibilidad que tenemos de vernos a nosotros
desde afuera, y, por tanto, de observar nuestros condicionamientos y los
límites de nuestro propio ego. Los budistas hablan del testigo, esa
conciencia exterior que uno busca para poderse observar. Los sufís
hablan de estar en el mundo sin ser del mundo para referirse a la
capacidad de verse. Los mayas precolombinos hablaban del ojo
desencarnado. Y cualquier técnica psicoterapéutica contemporánea
occidental seria lo primero que busca es que el paciente se pueda ver a
sí mismo en sus conductas compulsivas para que vaya tomando conciencia
de dónde nacen.
Pero entonces hay que saber qué hacer
con esta información. Y esto no es fácil, esto depende de lo maduro que
sea la persona, depende de la prestancia que tenga, de su propia
sabiduría vital, digamos, y esto no se improvisa, porque a veces tanta
información de pronto en la mente, de la parte oscura de la mente,
produce estados de ansiedad o de angustia o de trastorno de diversos
tipos… Pero esto también es lo que también tiene de bueno, el abrir
estas compuertas que es lo que llaman el mundo místico, como que de
pronto en el mundo interior desaparece la guerra civil habitual que todo
el mundo lleva. La neurosis de pelearse unas pulsiones internas con
otras, y esto es hacia lo que van llevando las técnicas religiosas de
meditación y el éxtasis o la sensación de trance extático. Uno se siente
dentro de una nube de inmensa paz y de gran trascendencia de su propia
vida.
Entonces éste es el problema que hay con
los enteógenos, que hay que saberlos tomar. El problema es que son
ilegales, pero yo estoy empeñado en crear una escuela para esto.
¿Cómo defines tú la adicción?
Para mí no existe la adicción. Bueno,
existe una adicción física, pero esto se sabe que la persona más adicta
en diez días su cuerpo está limpio. Y luego está lo que se llama
adicción psicológica, que todas las personas que tratan toxicómanos
dicen: “no, esto es el problema, la adicción psicológica”. Pero para mí
la adicción no existe. Lo que realmente hay, en términos más estrictos
desde el punto de vista descriptivo, son comportamientos compulsivos. O
sea, comportamientos que a la persona algo le obliga a hacerlos incluso
dándose cuenta de que van en contra de sus propios intereses.Y todo
comportamiento compulsivo es lo mismo, en el fondo da igual si es al
sexo, a las máquinas de echar monedas, alguna sustancia psicoactiva, el
trabajo, una secta… Lo importante es el comportamiento compulsivo, no a
la cosa a la que está enganchada la persona. Entonces todo
comportamiento compulsivo lo que hace es estar llenando algún vacío
interior de la persona, emocional, existencial, depende, algún vacío
interior. La adicción lo que hace es llenar el espacio de este vacío
interior, y lo que hay que hacer no es cortar con la adicción, sino que
lo importante es descubrir qué es el vacío de cada persona, de dónde
surgió el vacío. Entonces en cuanto la persona lo pueda llenar,
automáticamente dejan el comportamiento compulsivo porque ya no tiene
espacio.
La ayahuasca es apropiada en este
sentido, porque nos hace viajar hacia el pasado. Sirve para ver lo que
está pasando dentro de uno. Es como coger el inconsciente y darle la
vuelta para que salga todo lo que está ahí encerrado. También he
aprendido a hacer análisis de sueños entre los indios de la amazonía que
tienen un complejo sistema de analizar sueños, y con ancianos kurdos
también, y por supuesto de acuerdo a nuestra psicología analítica.Yo les
ayudo a que construyan su propio sistema de autoconocimiento, les
explico muy a menudo cómo funciona nuestro inconsciente, cómo funciona
nuestra psique, cómo funciona nuestro sistema nervioso…
Es fantástico porque en unos meses las
personas pasan de vivir de forma desordenada a descubrir, de pronto, que
su existencia tiene un sentido profundo. Conocen el vacío interior en
el que estaban viviendo y han sido capaces de descubrir el origen de sus
problemas. Se atreven a mirar a su abismo cara a cara y muchos de ellos
consiguen llenarlo porque encuentran su lugar en el mundo. Entonces, el
problema de conducta compulsivo desaparece.
A las personas nos cortan la vida las
promesas que nos hemos hecho cuando éramos pequeños. Si alguien nos
humilla de niños prometemos que nunca más vamos a permitirlo; si
sentimos que nos abandona alguien querido prometemos que nunca más nos
van a abandonar y, por lo tanto, nunca más queremos a nadie para no
volver a sentimos en manos de otra persona. Esas son las cosas que nos
cierran a la vida. Por eso es delicado tomar enteógenos. Tampoco puede
uno ir rompiendo su sistema cada dos por tres. Yo diría que son
substancias mucho menos delicadas de lo que los prohibicionistas nos
quieren hacer creer y un poco más delicadas de lo que creen los jóvenes
que las toman en discotecas para divertirse. Las drogas son poderosas.
Por eso hay que enseñar a usarlas, como hoy hacemos con el alcohol o los
fármacos, o nuestros abuelos con la adormidera. ¡Seamos adultos!
Debería haber escuelas para aprender a tomar drogas.
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