El día de su desgracia, la solitaria joven decide entrar en una cantina a beber unas copas para olvidarse del mal día que ha tenido. Conoce a unos chicos y, con éstos, comienza a jugar. Sí, a jugar. En medio de las copas y unas jugadas maestras de billar, Sarah flirtea con su mirada, con el movimiento de su cuerpo, con su inocente sonrisa y así, se divierte un poco con los chicos que ha conocido
Protesta de las mujeres por las mujeres, hoy, con las mujeres no más violencia./semanariovoz.com |
Sarah Tobías es una joven y atractiva mujer, a quien el maltrato del
cual fue víctima durante su infancia le dejó graves secuelas, quedando
así condenada a vivir de manera precoz, en el oscuro mundo de las drogas
y el alcohol. La joven Sarah trabaja como mesera en una fonda de mala
muerte. Una noche, después de trabajar, decide ir a un bar a obtener un
poco de diversión. Está sola. Al parecer,
su relación sentimental con el hombre que ama no va nada bien. El hecho
de no poder tener una relación estable con un hombre la convierte en una
mujer solitaria que encuentra en el alcohol una forma de evadir su
patética soledad.
El día de su desgracia, la solitaria joven decide entrar en una
cantina a beber unas copas para olvidarse del mal día que ha tenido.
Conoce a unos chicos y, con éstos, comienza a jugar.
Sí, a jugar. En medio de las copas y unas jugadas maestras de billar,
Sarah flirtea con su mirada, con el movimiento de su cuerpo, con su
inocente sonrisa y así, se divierte un poco con los chicos que ha
conocido.
Ahora suelta el taco, lo pone en la mesa lenta, muy lentamente y
acomoda su blusa de manera que sus pechos, pequeños, pero bien puestos,
quedan casi al descubierto, mientras sostiene la mirada de su oponente.
Una mirada traviesa y desafiante. Da la vuelta y con un modo de andar
resuelto y altanero, se aleja poco a poco de la mesa de juego. Saca una
moneda y, estando al pie de la rockola, decide poner una canción. Su
opositor no le quita la mirada de encima, así mismo, los otros hombres
que estaban en el bar, se sienten atraídos por la mirada libre y
desafiante de esta bella joven.
Recuerdos que estremecen
Una canción que la llena de recuerdos la hace estremecer. Empieza a
mover su cuerpo con mucha sensualidad, da la espalda a su público
masculino, mueve las nalgas con un aire provocador, despacio, da la
vuelta, toca sus pechos mientras el resto del cuerpo se deja llevar por
el ritmo de la música.
Un público de machos en celo se ha amontonado alrededor de la sexy
bailarina. Sarah se encuentra abstraída por la música. Cierra los ojos,
se pierde del mundo real y baila, sólo baila. Abre los ojos y sonríe a
su contrincante de juego, lo mira a los ojos y coquetea. Éste se acerca,
la toca, la besa. Sarah solo escucha la canción, ha bebido y ha fumado
demasiado. Los lobos la acechan, babean por la presa que se les muestra
fresca, provocativa.
El jefe de la manada se acerca, la olfatea, la besa, ella responde
sin más, a un inocente beso. Las caricias de éste se hacen cada vez más
desesperadas y frenéticas. La alza con una mano a la mesa de billar, con
la otra le arranca la minifalda, esa prenda de vestir que le hace creer
a los machos que quien la usa es presa sugestiva: fácil.
Sarah se asusta. Lanza una mirada al lobo como pensando, “otra vez
Caperucita escogió mal el camino”. Aún hay tiempo de devolverse, siempre
hay tiempo. Sara grita “no más”, “basta”, pero es demasiado tarde, la
jauría está ávida de carne fresca. Ya nada la detiene. El lobo le
arranca de un tajo su ropa interior, Sara dice “no” cada vez más
angustiada, la manada se ríe, celebra. Unos la asaltan, la violan, la
ultrajan, otros miran, se divierten y alientan a los violadores para que
continúen el espectáculo. Sarah es presa fácil en un mundo de lobos
hambrientos. Es su culpa, ella se metió en la cueva; “ella se lo buscó”.
Sin justicia
La joven mujer sólo quería un poco de diversión, pero acaba
ultrajada, violentada. Acude a pedir justicia, pero nadie le cree. Ella
ha “provocado” al lobo entrando a su cueva y mostrando su carne fresca,
delicada, tentadora, sugerente. El lobo no piensa: actúa por instinto.
¡Pero se hace justicia! Una joven abogada se interesa por su caso.
Sarah no está sola. Gracias a esta brillante profesional, los agresores
han sido castigados. Todos: los que la violaron, los que rieron y
animaron, los que no hicieron nada. Todos pagaron. Sarah no quiere ser
violada. ¡No es no! Así de simple. (Jodie Foster interpreta a Sarah
Tobías en Acusados, 1988).
La violencia la hemos padecido las mujeres en todas las formas, no
sólo en Colombia sino en toda América Latina y el mundo entero. Vale la
pena mencionar que desde la Revolución Francesa ha habido mujeres
luchadoras de la causa femenina como Olimpia de Gouges, escritora
política, quien, debido a su personalidad rebelde, se manifestó contra
la represión jacobina y contra Robespierre y Marat.
Fue, entonces, acusada de ser una realista reaccionaria, por lo cual
fue condenada a la guillotina en 1793. Sus obras fueron de contenido
feminista y revolucionario. Conmovida por las ideas de la Revolución
Francesa, publicó en 1791 un manifiesto titulado “La Declaración de los
Derechos de la Mujer y la Ciudadana”, tomando como modelo la Declaración
de 1789, y aplicándola de manera rigurosa a las mujeres. Fue este el
escrito más importante de la época en pro de las reivindicaciones
femeninas.
Caso emblemático
Así mismo un caso emblemático en cuanto a la violencia política que
hemos padecido las mujeres es el de las tres hermanas Mirabal (Patria,
Minerva y María Teresa), quienes el 25 de noviembre de 1960 fueron
torturadas y asesinadas por la Policía secreta del dictador Rafael
Trujillo. Sus cuerpos masacrados fueron arrojados a un barranco y
encontrados poco después.
Ellas eran tres activistas políticas quienes, con un grupo de amigos y
amigas, militaban en contra de las injusticias de la dictadura de
Trujillo. Son estas tres víctimas símbolo de las luchas libertarias
femeninas.
En nuestro país, a diario, las mujeres son víctimas de feminicidios y
persecución política. De esta forma, varias lideresas defensoras de
derechos humanos han sido asesinadas (caso más reciente el de Adelinda
Gómez Gaviria). Así mismo las víctimas del desplazamiento forzado en
nuestro país son, en su mayoría, mujeres. Mujeres que al mismo tiempo,
muchas de estas, han padecido la tortura de la violación, ya que sus
cuerpos son utilizados como botín de guerra en medio de esta guerra
sucia.
Para finalizar, al igual que lo sucedido con el personaje de Sarah,
las feministas y defensoras de los derechos de las mujeres exigimos
justicia por todos los casos de agresión sexual, desplazamiento,
feminicidios, de los que están siendo víctimas las colombianas dentro y
fuera del conflicto armado que azota a nuestro país.
Hoy 22 de noviembre todas y todos a la calle, ¡Porque la paz y la democracia con las mujeres sí van!
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