El autor de Missing lanza Tránsitos, libro de ensayos literarios donde habla de Donoso, Bolaño, Vargas Llosa y su propia obra
Fue hace cuatro años. La culpa fue de Missing, esa novela hecha de
puras verdades, en que Alberto Fuguet se sumergía en los esplendores y
miserias del sueño americano y, de contrabando, dejaba ver las huellas
de su propio desarraigo. Sin ficción aparente y poca pose literaria, el
autor de Mala onda se deshizo de esa chapa de autor pop desechable que
lo acechó en los 90, para ubicarse entre la primera línea de los
escritores chilenos de su generación. Hubo días en que sus colegas lo
miraban por encima del hombro, ahora, críticos como el español Ignacio
Echevarría sospechan que Fuguet es la influencia secreta de los nuevos
narradores locales. A él no le gustan los focos: “Sigo y espero seguir
siendo un outsider. ¿Acaso no lo soy? No me atrae mucho ser uno de los
elegidos”, dice.
Agitada, exitosa, maltratada, beligerante y hasta internacional, la
carrera de Fuguet está contada por él mismo en Tránsitos, un libro sobre
libros que opera como el lado B del cinéfilo Cinépata: es “una
cartografía literaria”, donde además de precisar su lugar en el mapa,
escribe con intensidad sobre Donoso, Salinger, Joan Didion, Juan Pablo
Roncone, Mario Vargas Llosa, Germán Marín y Roberto Bolaño, entre muchos
otros.
“La idea de Tránsitos es que es un mapa en progress. Espero hacer
otro libro así más adelante, tal como deseo hacer un libro acerca de
películas americanas de los 70”, dice. Y agrega: “Sigo leyendo de manera
antojadiza y siempre me atrae ver y encontrar conexiones con lo que uno
hace. Uno siempre está buscando aquellos que son de la hermandad o con
los que uno puede conectar y compartir y ojalá robar algo o que te
inspiren”.
Empezaste a ser escritor en un Chile donde, dices, había “una
suerte de paraíso literario”, y lo sigues siendo hoy, cuando la
“literatura pasó a ocupar el nivel de la danza”. ¿Te sientes más cómodo
hoy?
Siempre pensé o creí que la literatura era la menos mediática de las
artes y me tocó algo parecido al rock. No estaba muy preparado para ser
una figura pública. Pensé que escribir era básicamente anónimo. Me
equivoqué, pero la cosa se ha ido calmando. Creo que en general y en
particular. La literatura no es el arte del siglo 21, digamos. Me gusta
ese aspecto retro que tiene. No es el tema del debate, las novelas ya no
son trending topic. La danza moderna, en todo caso, tiene sus fans, sus
escuelas, sus performances… funciona y crea y se atreve a ser original y
a montar coreografías arriesgadas sin temer por su futuro. En todo
caso, no me molesta la idea del nicho. Al revés. Claramente, me siento
más cómodo ahora que en los 90.
“Nada fue igual post Bolaño”, escribes. ¿Qué cambió?
Bolaño cambió el mapa de la literatura chilena. Fue un terremoto. A
la buena y a la mala, marcando sus preferencias y fobias. Además,
impulsó a una nueva generación que aún está por verse. A mí no me cambió
en lo formal, pero a pesar de su histeria sentí que teníamos cosas en
común y eso fue algo bastante notable que no veía en los de la Nueva
Narrativa. Me parecía un tipo McOndo o al menos pop: su obsesión por los
nazis (pre Tarantino), por el porno, por los asesinos en serie. Bolaño
era global y tenía una fijación con la frontera. Y no cualquiera: la de
USA con América Latina. No me bloqueó para nada. Y me parece genial que
él sea nuestro representante en el mundo y no García Márquez.
¿Donoso o Bolaño?
Bolaño, sin pensarlo. Aunque si lo pienso, no debería tener que
elegir. No son excluyentes, por favor. Donoso es una especie de matriz,
explica cómo es Chile, cómo funciona socialmente. Es un tipo que crea
personajes que uno reconoce, que escucha hablar. Y lo conocí, lo leí,
estuve con él, que es una experiencia. Bolaño -en cambio- fue un
personaje lejano y desafiante, muy talentoso, al cual sólo leí y leo.
Donoso te encierra en sus casas; Bolaño te saca a un camino. Donoso es
como el gran autor que simboliza el viejo Chile; Bolaño representa más
un mundo globalizado, interconectado, donde la biblioteca y los discos
duros son tu verdadera patria.
¿Volverás a la ficción? Te lo pregunto porque desde 2007 has publicado seis libros y sólo uno es ficción.
Creo que nunca me he alejado. Para mí la ficción-ficción, es decir,
eso de escribir novelas, se ha trasladado al cine. Yo a la larga, filmo
cuentos y novelas. Invierno se filmó recién y tiene un guión que roza
las 200 páginas. ¿Qué es ficción al final? Todos creyeron que Missing
era no ficción pura. No lo era. Es una investigación: tanto real como
literaria. Y lo que más gustó fue ficción, si por ficción uno entiende
la idea de transformar una realidad. Capaz que en Tránsitos haya mucha
ficción. Ojalá. Pero entendiendo que ficción es lo que se llama una
“novela”, sí volvería. En eso estoy: escribiendo una novela en papel y
terminando una película en prosa.
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