Gilles Deleuze en 1987 WikipediaErrata Naturae publica un texto de Deleuze y uno de la revista Tiqqun que reflexionan sobre los dispositivos de control
Portada de Contribución a la guerra en curso. Ilustración de David Sánchez. fuente:lavanguardia.com
Hablar de guerra en nuestra sociedad cuando el mundo está lleno de tortura física, atentados sangrientos y masacres indiscriminadas puede parecer exagerado, es cierto. Pero, tal y como recoge la RAE, las guerras también son luchas morales. Combates silenciosos, si se quiere, pero que todos, en menor o mayor medida, padecemos o intuimos. Las democracias no pueden sustentarse únicamente en el voto cada cuatro años a partidos que, un día después de ganar las elecciones, violan sistemáticamente su propio programa electoral. Por el que fueron elegidos, precisamente.
El ciudadano se siente huérfano de representación. Se manifiesta, se reúne junto a miles de personas que protestan por los mismos fallos del sistema, y la única respuesta que recibe es el uso de la violencia. Se confunde eso, la fuerza legítima que hemos delegado en la autoridad con la violencia que sólo quiere reprimir la voz discordante. El político parece observar las manifestaciones como procesos naturales, insertados en las estrategias de recortes sociales, y que no deben transformar en absoluto la agenda oficial. Que griten, que se quejen, y seguimos con lo nuestro, parece que nos digan desde su silencio inquietante. Existe el riesgo que cada vez peligre más la cohesión social, pero el día a día vuelve a poner la maquinaria a funcionar... ¿Cuáles son los mecanismos de control que utiliza el poder para que nada cambie?
Pensar la diferencia
Errata Naturae acaba de publicar, en este sentido, Contribución a la guerra en curso, un libro que reúne un texto de Deleuze y uno de Tiqqun, una revista francesa - fundada en 1999 - vinculada al ámbito de la filosofía y que quiere "recrear las condiciones de otra comunidad". Se trata, pues, de pensar la diferencia, de identificar las formas que adopta el poder para reprimir las libertades civiles. Es, sin duda, una invitación a la resistencia.
El texto de Deleuze, titulado ¿Qué es un dispositivo? y publicado por primera vez en 1989, es una relectura de la obra de Foucault y de las tres grandes instancias desde las que trabaja el filósofo francés: el saber, el poder y la subjetividad.
El dispositivo, nos dirá Deleuze, es una "unidad" que se compone de líneas de diferente naturaleza. Así, los mecanismos de control mutan, se escapan, se fugan. Por ello, parece que vivamos en un cambio constante – el célebre gatopardismo – pero lo único que se transforma es la orientación de los dispositivos: "lo actual no es lo que somos, sino más bien eso en lo que devenimos". De este modo, "nuestra actualidad se dibuja en las disposiciones de control abierto y constante, muy distintas de las recientes disciplinas cerradas".
Lo que nos está diciendo Deleuze (¡hace más de 20 años!) es que, aunque sean menos evidentes que antes, los mecanismos de control siguen vigentes. Se han adaptado a los tiempos (más, después de la revolución tecnológica) y, si no los sabemos identificar, dejamos de ser "diferencia" y, por lo tanto, libres.
La teoría del "Bloom"
Acudimos a una manifestación multitudinaria, hay cierta euforia, llegamos a casa y nos vemos en televisión, confundidos entre la masa. Hemos ejercido "nuestro derecho" y ahí acaba la cosa. La frustración nace de sabernos integrados en el sistema, que incorpora la crítica como parte del engranaje, y alimentamos así un motor que funciona con más fuerza que nunca. El colectivo Tiqqun nos propone que imaginemos "decenas de cuerpos aparentemente sin vida, separados por delgados tabiques de vidrio y tecleando en sus ordenadores". Seguro que nos suena. Esta visión proporciona "la revelación del carácter brutalmente político de la inmovilización forzosa de los cuerpos".
Tiqqun denomina "Bloom" – término adoptado del Ulises de Joyce – "a los nuevos sujetos anónimos, a singularidades cualquiera, vacías, dispuestas a todo, que pueden difundirse por todos lados pero permanecen inasibles, sin identidad". Unos sujetos, claro está, que podrán ser vigilados por la generalización de cámaras que encontramos en las tiendas, en las calles y en los edificios públicos.
El ejemplo de dispositivo perfecto es la autopista que "en un máximo de circulación coincide un máximo de control". Aparentemente, nos movemos por ella con sensación de libertad, pero todos los vehículos están estrictamente identificados e individualizados a través de las matrículas. Hay que garantizar la "sorpresa-cero", e incluso los accidentes son clasificados como una "serie estadística", prevista y previsible. No es inocente tampoco cuando se nos ha hablado tantas veces de las "autopistas de la información". Las conclusiones saltan a la vista.
El escenario de guerra
En la época del "Bloom", se defiende desde Tiqqun, "la crisis de la presencia se hace crónica y se objetiva mediante una enorme acumulación de dispositivos". En este sentido insisten en que el objetivo de la biopolítica nunca ha sido otro que "garantizar que jamás lleguen a constituirse mundos, técnicas, relatos compartidos o magias por cuyo medio la crisis de la presencia pueda superarse". Ésa es la guerra, allí está el combate.
La propuesta que nos presenta Errata Naturae navega entre la teoría y la acción. Es la "necesidad de pensar nuestra vida para intensificarla", competiendo contra el capitalismo a través de tres pasos: el estudio de cada uno de los dispositivos - saber cómo funcionan - , combatir su opacidad compartiendo los saberes-poderes adquiridos (el intento persistente de criminalizar las redes P2P y los proyectos en copyleft puede entenderse desde este punto de vista) y, por último, la insurrección. ¿Pero cómo enfrentarse a los mecanismos de control tan bien instaurados?
Tiqqun invita a luchar "contra la miseria que se nos quiere imponer" (véase aquí el discurso repetido una y otra vez sobre la necesidad del sacrificio como valor social). Según el colectivo francés, hay que "descubrir las regularidades, las concatenaciones, las disonancias: cada dispositivo posee su propia musiquita". Pero hablamos de una música que no podemos oír mientras "fluyamos" por el dispositivo mismo. No somos conscientes de los mecanismos que nos controlan – de hecho, los defendemos si alguien los ataca – mientras formamos parte de ellos. "Para ello sería preciso partir de otra temporalidad".
En este sentido, cabría rescatar la conferencia que Safranski ofreció recientemente en el CCCB, y que precisamente titulaba Sobre el tiempo. Cuando, viviendo en la aceleración de nuestros días, "la información ya no se transforma en experiencia", el conocimiento no encuentra espacio en una sociedad que sólo consume rápidamente, sin digerir.
El libro de Errata Naturae acaba con una pregunta abierta: "¿Seremos lo bastante fuertes y numerosos en la insurrección como para elaborar una rítmica que impida a los dispositivos reformarse?". La respuesta la encontraremos en cómo salgamos de esta crisis, que evidentemente ya no es sólo económica.
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