El Nobel de Literatura 2008, en una charla íntima en la Feria de GuadalajaraJean Marie Gustave Le Clézio, Premio Nobel de Literatura 2008, invitado estrella de esta Feria del Libro.foto.fuente: Revista Ñ
Lo ha escrito tantas veces: el niño europeo criado entre los mimos de la abuela que a los ocho años llega a Africa, a la severidad del padre y la prepotencia del paisaje, a los vendavales, a la magia y los insectos, a la libertad.
Es difícil ver a ese chico en pata que golpeaba nidos de termitas en este señor altísimo, blanquísimo, que ahora se sienta a contestar preguntas en el jardín del hotel recontraexclusivo de la ciudad de Guadalajara, que se sienta a trabajar de Jean Marie Gustave Le Clézio, Premio Nobel de Literatura 2008, invitado estrella de esta Feria del Libro.
Africa, Africa repica en la obra de Le Clézio. Dentro de un rato, dirá que esos años africanos, los de la niñez y la primera adolescencia, fueron el momento más fecundo para la literatura que haría después "porque es la edad en que tenés los sentidos más abiertos". Eso llena gran parte de la obra; Africa, la felicidad de la llanura, la crueldad de los colonos, las reinas míticas, los negros encadenados al costado del patio donde se toma el té. De ahí, de Ogoja, en Nigeria –Ogoja, dice el señor alto, y se le llena la boca–, se fue el niño que iba a ser Premio Nobel y desde que se fue, nunca más volvió. En Europa quedaron cada vez más lejos las privaciones de la guerra. En Nigeria –Ogoja es Nigeria— pasó la guerra de Biafra: un millón de muertos; la mayoría, de hambre.
Ahora voy, en quince días. Al pueblito, que ahora probablemente sea una ciudad.
¿Qué piensa encontrar? No sé. Tengo alguna angustia. Creo que habrá poca gente que haya sobrevivido de los que he encontrado cuando era niño.
Así dice "los que he encontrado" y no "los que he conocido", porque la entrevista sucede en castellano. Hace unos años, en esta misma Feria, el inglés Martin Amis, que vivía en Uruguay, pedía hielo en castellano y hacía la entrevista en puro inglés. Le Clézio decide ser él quien haga el esfuerzo y se enreda los dientes en ese castellano que califica de "callejero" porque lo aprendió en este país, donde vivió unos diez años.
Africa, cuatro años con los indios panameños, México (más precisamente, Michoacán), Alburquerque, en Estados Unidos, la isla Mauricio de sus padres. El mundo Le Clézio es un mundo excéntrico aunque él se ría y pregunte dónde está el centro y niegue que Nueva York o Shangai sean más "centro" que "Buenos Aires o Zamora de Hidalgo".
¿Qué es viajar? En realidad, no viajo tanto. Lo que he hecho es quedarme diez años en un lugar, no sé si eso es viajar: es ser como un inmigrante. Porque cuando nos fuimos con mi esposa y mis hijas a vivir a Michoacán yo pensé que quizás iba a morir allá porque era un lugar donde iba a quedarme.
¿Cada vez que se muda es para siempre? Cada vez es para siempre.
¿Cómo siente ese permanente estado de extranjería? Soy de origen de bretón, es un pueblo bastante pobre, los bretones tuvieron que salir para ganarse la vida y entonces uno de mis abuelos se fue a vivir a Isla Mauricio y después de dos generaciones se encontraron pobres de nuevo y tuvieron que salir de Mauricio y fueron a Guyana primero y después a Nigeria, mi tío estuvo en Trinidad, otro tío en Flandes, otro en París… ¿Como escritor eso produce una mirada más distanciada? Yo no escribo sobre la realidad sino lo que siento sobre la realidad y me interesan las reacciones de la gente, pero no siempre de la misma gente, en cuanto a la realidad. Así que aprendí muchísimo viviendo en África y aprendí muchísimo viviendo en México sobre la naturaleza, el vínculo con los otros y la manera de saludarse con los otros y sobre la realidad.
¿Qué aprendió? Por ejemplo, por la casita donde viví una tarde pasó un anciano, que no era del barrio, nadie lo conocía, y de repente se cayó. La gente salió de sus casa, cada uno le trajo una silla así que el caído recibió tres o cuatro sillas donde sentarse y la gente le ofreció algo de tomar, algo de comer porque estaba débil, con falta de comida y después la gente cuidó de él y eso es lo que aprendí: verlo en la calle que era mejor que verlo en los libros.
La solidaridad… Sí, eso no se podía llamar caridad, era instintivo. Otras cosas pasaron en este pueblo: se cayó un árbol en la carretera y después de tres meses el árbol seguía ahí y los autos y los peatones daban una vuelta alrededor. Yo pregunté "¿Por qué no lo quitan?" y me contestaron "es que no hemos tenido tiempo para eso". Ahí aprendí. La dificultad, la generosidad, el humor.
Se ríe a cada rato Le Clézio. De lo que dice, de lo que le dicen. Se burla de quien le pregunta por el Premio Nobel de la Paz para que haga una declaración crítica sobre Derechos Humanos en China: "Se lo dieron a un preso político. Presos políticos hay en muchos lugares, ahora se lo podrían dar a un preso de Guantánamo". Se ríe del Nobel: "Es un premio… Lo da un jurado, que puede fallar". ¿Le cambió la vida? Sí, claro: "Tenía muchas deudas, ahora tengo la sonrisa de mis banqueros".
Después de haber tenido un contacto íntimo con Africa y América, ¿Encuentra puntos de contacto en esas culturas? El sentido de comunidad, la calle, el estar afuera. Y algo de magia. Lo que hace falta en Europa, que es más racionalista.
¿Por qué? La vida es complicada.
¿Demasiado para la razón? Sí. Hay otras dimensiones que la razón humana. Una sobrenatural, una por abajo.
No entiendo.
Hay una dimensión sobrenatural. Cada ser humano vive una parte de una totalidad: hay algo que sobrepasa la breve duración de una vida. Cuando voy a Michoacán a menudo paso por un pueblito. Entro en una casa muy humilde, con suelo de tierra, pero hay un sector que es de lujo: el de los retratos de los antepasados o cosas que han pertenecido a los antepasados, a veces muy lejanos. Con candelas encendidas día y noche; es la convicción de que vivimos con todo lo que ha sido antes. Es una emoción que se percibe, es la creencia de que somos parte de un tiempo más grande que el de la vida.
Y lo de abajo… Es la influencia de la tierra, que existe. Los chinos creen que una casa no se puede construir sin tomar en cuenta las corrientes de energía … esa idea existe también en México y en Africa.
Es la idea de estar ligado a un contexto.
Sí, pero no es el más allá, es el más adentro. Y aquí todo eso se siente.
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