El premio, que se le resistió durante un decenio, consagra al enfant terrible de las letras francesas
El enfant terrible de la literatura francesa, Michel Houellebecq, ha sido finalmente recompensado con el premio Goncourt por su último libro, La carte et le territoire (Flammarion), un éxito de crítica y ventas en el que aparca su legendario gusto por la provocación para ofrecer un, hasta ahora desconocido, lado juicioso. La transformación ha surtido efecto. Después de habérsele escapado varias veces en el último decenio, ayer Houellebcq alcanzó el máximo galardón de las letras francesas, que le consagra como exponente de la nueva literatura del país.
¿Estrategia premeditada? ¿El escritor maldito ha sentado la cabeza? Recién llegado de Irlanda, donde reside en la actualidad con su perro, un satisfecho Houellebecq apuntó la respuesta: «Este premio era necesario en mi vida. No creo que sea yo el que ha cambiado, digamos que los temas son menos violentos». La novela que le ha permitido tomarse la revancha relata la historia de un artista -una caricatura sin concesiones del propio autor- que planifica su asesinato. El libro, que publicará Anagrama en España con el título El mapa y el territorio, aterrizó en las librerías a principios de septiembre y se ha convertido en uno de los sucesos literarios del otoño, con cerca de 200.000 ejemplares vendidos.
PUÑETAZOS VERBALES
Houellebecq, nacido hace 54 años -52 según algunas biografías- en la isla de Reunión, es uno de los escritores contemporáneos franceses más conocidos internacionalmente y menos políticamente correctos. Irreverente, torturado, sombrío, de aspecto descuidado, fumador compulsivo -confiesa consumir cuatro paquetes diarios- y en las antípodas de la bienpensante gauche divine parisina, el escritor ha suavizado tanto sus formas como sus famosos puñetazos verbales. Y ha logrado seducir al jurado, al que pertenece el escritor español Jorge Semprún, que necesitó poco más de un minuto para otorgarle el Goncourt en primera vuelta. Ello no significa que haya dejado de tener detractores. El marroquí Tahar Ben Jelloun no pudo votar a favor de quien ha defendido el turismo sexual y tachado al islam de «religión más idiota del mundo».
El escritor se ha esforzado en producir una obra exenta de escándalos, pese a que no pudo evitar un revuelo -sin demasiadas consecuencias- por haber utilizado citas textuales de Wikipedia. El autor de Las partículas elementales, Plataforma y La posibilidad de una isla pasó hoja a sus tempestuosas declaraciones, que le han supuesto ataques hasta de su propia madre. Pero incluso su acérrimo rival, el filósofo Bernard-Henri Lévy -cuya correspondencia con Houellebecq ha sido publicada- ha elogiado el libro, que trata la cuestión de la relación entre padre e hijo y al mismo tiempo realiza un retrato tierno e irónico de la Francia de provincias.
Adorado por sus incondicionales y denostado por sus enemigos, que le acusan de misógino, racista y anticlerical, Houellebecq no deja indiferente a nadie. El Goncourt, que supone automáticamente un mínimo de 400.000 ejemplares vendidos, significa también un reconocimiento a su atípica carrera.
"Lo que escribo es peligroso. Si la sociedad quiere mantenerse viva, que se apañe"
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