El primer francotirador sueco, que aterrorizó a la población inmigrante en el Estocolmo de principios de los 90
La crisis económica no sólo azota los mercados en Suecia, sino también los cimientos de su perfecta sociedad del bienestar. El domingo era detenido el supuesto responsable de la muerte de una joven de 20 años a la que disparó con un rifle desde una ventana. La joven, como el resto de sus víctimas (a las que causó heridas de diversa consideración) era inmigrante.
El supuesto culpable repetía el patrón de John Ausonius, el primer francotirador sueco, que aterrorizó a la población inmigrante en el Estocolmo de principios de los 90 y que acabó confesando su crimen (asesinó a una persona e hirió gravemente a otras diez) nueve años después de haberlo cometido (en el año 2000). Fue entonces cuando Gellert Tamas, por entonces periodista de sucesos, le escribió una larga carta que daría pie a una serie de entrevistas en la cárcel que le permitieron reconstruir su historia. La que cuenta en 'El asesino del láser' (Debate/La Campana).
El retrato de John Ausonius (hijo de inmigrantes que decide teñirse de rubio y empezar a llevar lentillas azules "para sentirse uno de nosotros", en palabras del periodista que le conoció) se funde en el libro con el de la Suecia que quedó tras la caída del muro del Berlín y la llegada en masa de inmigrantes, una Suecia "incapaz de admitir que es imperfecta, que su fama de paraíso civilizado es sólo eso, fama", según Tamas.
"Lo peor no es que Europa crea que Suecia es perfecta, lo peor es que nosotros también lo creemos y eso nos lleva a tratar de ocultar todo lo malo que tiene nuestra sociedad", dice Tamas, que recuerda en el libro que en su país "se esterilizaba a mujeres por el mero hecho de considerarlas mínimante promiscuas" y que esa práctica, que en otros países se acabó con la Segunda Guerra Mundial, "se alargó hasta 1974 y no se habló de ella hasta finales de los 90".
El de la esterilización es uno de esos "ejemplos macabros" de la manía de la sociedad sueca de esconder bajo la alfombra todo aquello que supuestamente no va con ella. Y John Ausonius no iba con ella. ¿O sí? "Se le trató de desquiciado cuando en realidad representaba a la perfección a la sociedad de la época. Por primera vez teníamos en 1991 representación de un partido de extrema derecha (Nueva Democracia) en el Parlamento y Ausonius aseguraba estar cumpliendo con una misión, hacer realidad las palabras de los políticos", responde Tamas.
Hijo de inmigrantes, de piel y cabello oscuro, Ausonius "había tratado de ser uno de nosotros, y aquella especie de suicidio simbólico que ejecutaba al intentar acabar con sus semejantes, era, en su opinión, la mejor manera de acercarse a los rusos que él consideraba auténticos", dice el periodista, al que le sorprendió "la falta de empatía" del asesino.
"Lo que más me chocó de él fue que no sintiese ningún tipo de remordimiento. Imaginaba que cuando me sentara a entrevistarle estaríamos separados por un cristal, como ocurre en las películas, pero no, estábamos solos, en una celda diminuta, y me daba miedo. Porque todas las relaciones que establecemos entre seres humanos se basan en la empatía, alguien que no la tiene, ¿cómo puede relacionarse?", se pregunta el escritor.
Aunque había sido marginado de pequeño ("me dijo que en el colegio le llamaban negrata", cuenta Tamas), lo cierto es que a Ausionius la vida no le iba del todo mal, era un exitoso agente de Bolsa de 38 años, ex alumno de un colegio de élite. "Estar delante de una persona que habla tres idiomas y es incapaz de pedir perdón por haber matado a alguien asusta", insiste el periodista.
¿Tiene algo que ver con Ausionius la aparición del segundo francotirador? "Hay muchos paralelismos. Vuelve a haber una crisis económica muy fuerte y por primera vez en 19 años un representante de la extrema derecha ha llegado al Parlamento. Debemos recordar que Nueva Democracia apoyaba plenamente las acciones de Ausonius y eso le costó su puesto en el Parlamento a principios de los 90, pero tenemos una memoria histórica tan corta que han bastado 19 años para que vuelvan a formar parte del poder", responde Tamas. "Pero las cosas han cambiado. Cuando llegaron al poder hubo manifestaciones. Hay una parte de la sociedad incómoda. Y los demás partidos no le siguen el juego como se lo seguían hace dos décadas. Algo ha cambiado, aunque seguimos sin ser perfectos", sentencia.
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