A propósito del nuevo libro de Paul Auster, Sunset Park, recordamos al célebre autor de Nueva York con esta crónica de Gabriela Esquivada en donde se defiende de la crítica su película La vida interior de Martin Frost
Por: Gabriela Esquivada
Septiembre, domingo, 6 de la tarde en la Sexta Avenida donde termina la Calle Tercera, en la zona de Washington Square, Nueva York. Las veredas bullen de estudiantes de la vecina Universidad de Nueva York, vecinos bohemios del Village y gente de los suburbios: todos quieren un poco de las últimas, débiles tibiezas de comienzos de otoño. La boletería del IFC Center vende las últimas entradas para la pequeña sala donde se proyecta The Inner Life of Martin Frost [La vida interior de Martin Frost], con guión y dirección de Paul Auster. Zapatos negros, pantalón negro, camisa negra: detrás de sus anteojos oscuros, los ojos claros del escritor escrutan con curiosidad al público que en quince minutos verá su película.
En el examen lo acompañan su amigo y novelista Don DeLillo con su mujer, Barbara. La última obra de DeLillo, Falling Man (El hombre del salto) renovó las polémicas por la literatura sobre el 11 de septiembre de 2001. Silencioso, casi hosco, DeLillo se queja de que las editoriales esperen que, además de escribir, los autores hablen de eso que han hecho. Él evitó la gira por el país, lo cual no lo privó de ganar un buen lugar en la lista de best sellers.
Al fin suben al Auditorio 3, donde comienza la proyección. Auster parece un poco nervioso porque luego mantendrá un diálogo con los espectadores. Sabe que tarde o temprano vendrá alguna pregunta sobre las críticas devastadoras: "Lo que comienza como una aguda exploración de la conciencia rápidamente desciende al disparate sin mucha trama"; "Los impulsos de Auster para la dirección son, en el mejor de los casos, pedestres"; "No se debería permitir que el escritor Paul Auster y los equipos de filmación estuvieran a menos de quince metros de distancia"; "Auster no domina la narración cinematográfica con la sabiduría que demuestra en la literatura". Pero por el momento se sienta junto a DeLillo y comienza a escuchar su propia voz, el relato fuera de cámara de The Inner Life of Martin Frost.
La película abre en la casa de Jack y Diane Restau, un matrimonio de viaje por la India. El apellido es un anagrama de Auster; las fotos de familia son las de Auster y su mujer, Siri Hustvedt. De pronto una puerta ocupa la pantalla: Martin Frost, el de la vida interior, hace su ingreso a esta pequeña pieza que apela a lo fantástico para aludir a la perspectiva del director sobre la creación literaria. Director y autor, no solo por su famosa obra (Trilogía de Nueva York, Leviatán, La música del azar, La noche del oráculo) sino porque la película sale de El libro de las ilusiones. Los protagonistas, Alma y David, viajan al rancho de un actor del cine mudo, Héctor Mann, que en el desierto filmó películas para nadie que debían arder el día de su muerte, día en que Alma y David logran ver solo una antes de que la viuda encienda la hoguera: La vida interior de Martin Frost.
En el libro y en la pantalla del IFC, Martin descubre a una mujer misteriosa, Claire, en la casa que debía estar vacía. Un amor tan inesperado como ineludible lo une a ella y alimenta el cuento que comienza a escribir. A medida que el texto avanza, su amante y musa agoniza: él advierte la correlación y destruye el texto: "Treinta y siete páginas por tu vida. Es el mejor negocio que he hecho". Pero ella, lejos de agradecer, se desespera: "Esto no está permitido. ¿Qué vas a hacer? Dime, Martin, ¿qué demonios vamos a hacer?". La segunda mitad continúa la historia que el libro deja allí. A David Thewlis (Naced, Harry Potter) e Irène Jacob (Rojo, La doble vida de Verónica) se suman Michael Imperioli (Los Soprano) y la hija del director, Sophie Auster, una dupla que equilibra con humor la caminata al filo del abismo de Martin y Claire. Ambas partes suman el cuento en el que Frost trabaja sobre la tarea de crear ficciones.
Se encienden las luces. Sobre esa oscilación entre la tragedia y la comedia es la primera pregunta. "La vida es trágica y cómica, ¿qué puedo hacer yo?", responde el ganador del Príncipe de Asturias 2006 en Letras. "Todos los días nos pasan cosas raras. La literatura que me interesa mezcla la luz con la oscuridad. Por eso las escenas graciosas funcionan como un contrapeso al dolor de Martin. Cuando él regresa de la estación de servicio haciendo rodar el neumático, que se le escapa y en la carrera lo hace tropezar y caer, escuché risas. Todos nos reímos pero todos sabíamos que cuando él llegara al auto para cambiar la rueda Claire ya no estaría. Así es nuestra vida: sin humor sería insoportable".
La segunda pregunta desconcierta, después de los 94 minutos de la película: de qué se trata The Inner Life of Martin Frost. "Es una historia sobre un hombre que escribe una historia sobre un hombre que escribe una historia. Comienza cuando Martin descubre a Claire a su lado en la cama y termina cuando termina el cuento que está escribiendo. Por ese juego entre escribir y ser personaje de la propia escritura no se sabe qué es real y qué no. Es mi exploración filosófica personal: cuando escribo ficción siento que mis personajes son reales, vivo con ellos".
Auster retomó una historia sobre la que ya había escrito y la prefirió sobre un guión original: "No se me ocurrió a mí, sino a un productor que me propuso sumarme a una obra de varios directores con un corto de bajo presupuesto sobre las relaciones amorosas. Recordé la película de Héctor Mann y llegué a un guión de unas treinta páginas. El proyecto se cayó y, en lugar de amargarme, pensé que estaba libre para hacer lo que quisiera con Martin y Claire. Comencé a imaginar cómo podrían salir de El libro de las ilusiones, y apenas estuve en ese camino comencé a imaginar cómo seguiría su historia…
No está claro por qué un autor consagrado se expone en una disciplina que no es la suya, como señalaron las críticas. Auster dice: "Soy un escritor que de vez en cuando filma. No pierdo eso de vista. Pero el cine me gustó siempre. Mi imaginación literaria no sería como es sin ese mundo. Miro cine todo el tiempo: recién, antes de entrar a la sala, hablábamos con Don DeLillo de la maravillosa nueva edición en DVD de El ejército de las sombras, de Jean-Pierre Melville. La narración cinematográfica es muy distinta a la de una novela. También lo es el proceso de elaboración: me gusta salir de mi estudio, donde paso aislado todos los días de la semana, escribiendo, y crear en relación con otros: discutir, decidir, resolver.
Mientras corrían los créditos, sin hacer ruido ha entrado Siri Husvedt. Ahora que el diálogo ha terminado y los DeLillo se han despedido, se lleva a su esposo rumbo al Cornelia Street Café, unas puertas rojas detrás de las cuales se ofrece desde el desayuno hasta el cabaré, pasando por la cena y algún coctel. Kir Royal para ella, un simple whisky Macallan para él. Se le nota el cansancio, mayor que el que le produjeron sus películas anteriores, Smoke y Blue in the Face (que codirigió con Wayne Wang) y Lulu on the Bridge. No se trata de que hayan pasado nueve años desde el último estreno. Más bien parece que la clase de cine que le gusta hacer no tiene lugar allí donde le gusta mostrarlo y esa pena lo cansa.
"En Nueva York me odian", dice, asombrosamente. Él, al contrario, ha profesado reiteradamente su amor por la ciudad. "Esta película solo encuentra lugar en ámbitos como el IFC o el Festival de Cine Independiente. El lenguaje se ha estrechado tanto que no sé cómo hace Jim Jarmush para no desalentarse. Él es un poeta pero sabe navegar en las aguas hostiles de la industria". Desde ese punto de vista se destaca que, técnicamente, The Inner Life of Martin Frost es una película europea: su productor es portugués y por eso fue filmada en locaciones de Portugal. Y como toda película extranjera en los Estados Unidos, tiene una circulación restringida al público interesado.
"La manera de narrar de Hollywood terminará por hacer incomprensible otra forma de relato cinematográfico, como El sabor de la cereza", dice Husvedt en referencia a la película de Abbas Kiarostami que, comparada con Duro de matar 4 es, al menos, lenta. "Pero tampoco se trata ya del concepto de independiente", porfía Auster. "¿Qué pasa con el cine de calidad, el cine que alguna vez también dio la industria de Hollywood? ¿Qué pasa con el cine de François Truffaut, de Jean Renoir? ¿Y con Luchino Visconti, con Federico Fellini? Hace un rato hablábamos de Melville; pienso también en Noche y niebla, de Alain Resnais. Creo que el arte siempre significa algo para el espectador". Para él, sin dudas: por lo dicho y porque su nuevo libro, Man in the Dark, tras su tema político rinde homenaje a películas de Renoir y Visconti.
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