Queremos tanto a Julio
Cortázar se convirtió en uno de los referentes más importantes de la literatura latinoamericana, gracias a su imaginación, rebeldía y rigor
Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914 y murió en París el 12 de febrero de 1984./elespectador.com |
Cortázar creó las instrucciones para vivir y condenó a sus lectores a
no vivir de otra manera. Sus seguidores, después de él y para siempre,
redescubrieron cómo llorar, cantar, subir escaleras, matar hormigas en
Roma, dar cuerda al reloj, entender pinturas famosas y tener miedo. Ya
nunca más será posible estar, existir, sin los pasos escritos, descritos
y explicados por Julio Cortázar.
Sólo una persona que amaba
desentrañar laberintos desde niño, podría reinventar la vida de esa
forma. “Mi tiempo y mi espacio era distintos”, confesó sobre su
infancia. Esa que vivió en Banfield: “Banfield era para un niño un
paraíso, porque mi jardín daba a otro jardín. Era mi reino”.
A los
seis años ya no tenía padre, porque los abandonó y nunca volvió a
verlo. Tal vez por eso, Cortázar creció sin muchas defensas y se la pasó
entre una enfermedad y otra. Pero sí que le sacó provecho a estar
enfermo: leyó y leyó. Imaginó e imaginó. Empezó a visualizar su realidad
a través de las ventanas de sus propias alucinaciones. Y lo ponía todo
en sonetos, en poemas, en pequeños cuentos.
Tan bien escribía el
niño a los nueve años, que los adultos no creían que él era el autor de
los textos que mostraba. Escribió su primer libro en esos años, pero
según dijo después, ‘afortunadamente’ desapareció.
Se formó como
maestro y durante su juventud siguió soñando, inventando. Luego estudió
filosofía en Buenos Aires y vivió solo, metido en cuartos de pensiones
que a duras penas podía pagar.
Y empezó a publicar. El primero fue
su cuento Bruja, en la revista Correo Literario. Luego vinieron los
textos Casa tomada, Teoría del túnel y Bestiario.
En 1948 obtuvo
el título de traductor oficial de inglés y francés. Después siguió
escribiendo y publicando: Los reyes, Divertimento.
Hasta que en
1963 le llegó Rayuela. “La verdad, la triste o hermosa verdad, es que
cada vez me gustan menos las novelas, el arte novelesco tal como se lo
practica en estos tiempos. Lo que estoy escribiendo ahora (Rayuela) será
(si lo termino alguna vez) algo así como una antinovela, la tentativa
de romper los moldes en que se petrifica ese género...”, le contó Julio
Cortázar a Jean Barnabé en una carta en 1959.
Entonces hizo lo que
muchos han dicho: la ruptura, la antinovela bajo todo concepto, el
quiebre con las reglas que dicen cómo narrar o contar historias, y creó
una nueva narrativa en medio de lo que pudo parecer un caos en su
momento.
Con Rayuela le llegó la fama en todo el mundo y muchos de
los autores de esta generación quedaron para siempre marcados por
Cortázar, ya sea por rechazo o por admiración.
El escritor Rodrigo
Fresán confesó que “he leído Rayuela: no logro pasar de la primera
página. No es rechazo lo que me provoca, sino una especie de temor a la
obra”. Leila Guerriero, por su parte, cuenta que llegó a Rayuela “bien
entrada la adolescencia, cuando el virus Cortázar ya me había infectado
en torrente y me gustaban incluso los libros que no le gustaban a nadie,
como Los premios o El libro de Manuel”. Y en palabras de Fernando
Aramburu, ‘leí a Julio Cortázar a edad temprana. El fervor que me
despertaron sus cuentos no ha decaído. Hay un Cortázar oral, del que
quedan unas cuantas muestras en internet, que sigue causándome
admiración. No he cesado de sentir simpatía por esas cosas tan suyas
como el jazz, el metro de París, el inesperado hecho fantástico en medio
de las horas cotidianas.
Hoy, cien años después de su nacimiento,
el mundo quiere recordarlo, o mejor, seguir recordándolo, porque este ha
sido el año de él. El 30 de febrero se cumplieron 30 años de su
fallecimiento en París y ahora se cumplen cien de su nacimiento en
Bruselas. Ambos eventos en Europa, por cuestión del azar, de ese azar
que tanto bien le hizo a su obra y que según él “hace mejor las cosas
que la lógica”.
Traer de vuelta sus eternos laberintos, su
‘desorden’, su jazz, su barrio. Allí, en Banfield, los vecinos tendrán
una semana de música, pintura, escritura, cine y lectura. Según el
diario El Clarín, fueron los vecinos quienes tomaron la iniciativa.
“Hace meses que venimos trabajando a pulmón para hacerle el homenaje que
él se merece: su figura y su literatura son universales”, le dijo a ese
medio Nicolás Fratarelli, uno de los organizadores del homenaje.
Por
redes sociales en distintos países se alistan encuentros culturales que
buscan traerlo de vuelta, porque a través de sus cartas y entrevistas
hizo que su propia figura mereciera idolatría. Pero sobre todo, buscan
traer de vuelta su obra, su lenguaje, porque Cortázar supo que “un
escritor juega con las palabras pero juega en serio; juega en la medida
en que tiene a su disposición las posibilidades interminables e
infinitas de un idioma".
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