Hace ya muchos libros que Marcelo Cohen viene abriendo brechas no sólo en el realismo convencional, sino también en los parámetros de lo que puede considerarse literatura fantástica o de ciencia ficción
Y lo hace mediante usos imaginativos e innovadores del lenguaje y la creación de relatos ambientados en una “zona” llamada Delta Panorámico. Relatos reunidos plantea una forma de unidad a esas entradas alternativas al reino de la utopía
Si es cierto que la literatura aspira a la construcción de
mundos posibles, la reciente publicación de estos Relatos reunidos bien
podría ser una prueba fehaciente del logro de dicha concepción.
Arriesgar una clasificación totalizadora que oscile entre un realismo
trastrocado hacia lo absurdo o, acaso, lo fantástico como un puente
tendido hacia la ciencia ficción, pareciera ir en contra del espíritu
mismo de este universo literario tan original, fuertemente arraigado en
sus tradiciones. Universo que, dicho sea de paso, lleva más de treinta
años instalado como un referente indiscutible en la literatura argentina
contemporánea: Marcelo Cohen y su Delta Panorámico. Si bien la presente
edición de los Relatos reunidos excluye sus primeros dos libros, Lo que
queda (1972) y Los pájaros también se comen (1975), incorpora algunos
que han permanecido inéditos y rescata los que fueron escritos a lo
largo de la década del ochenta –mientras el escritor vivió exiliado en
España– hasta casi finales de la década de los noventa. Este corpus de
veinticuatro relatos se divide en dos partes: por un lado, “Cuentos de
este Mundo” y, por el otro, “Cuentos del Delta Panorámico”, separación
que inevitablemente deja vislumbrar no sólo una evolución sino también
una profundización en aquello que Cohen logró edificar con los años: una
progresión que va desde un realismo tachonado de extrañezas hacia un
relato fantástico plagado de contraseñas realistas, como bien señala
Guillermo Saavedra en el prólogo, haciendo hincapié en que esto se
verifica en todos los planos: en lo que hace a los espacios y
temporalidades en los que transcurre la acción y en lo que respecta a
los nombres de personajes, objetos y situaciones que la jalonan y
articulan.
El relato que inaugura la primera mitad del libro es “Tristezas de
una tarde de sábado” (2000), donde a partir de la perspectiva de un
sociólogo que analiza la realidad desde su cabina de Asistencia Anímica,
narra las peripecias de dos muchachas de quince años, Myra y Fani, que
una tarde de sábado luego de pasear por el extraño y frondoso Parque
Arcádico deciden enfrentarse a una patota de muchachos, llamados “los
pepolos”, que se divierten maltratando hasta el límite a un gatito
perdido. La intervención de lo fantástico surge con naturalidad en el
momento en que interviene un guardia de tamaño descomunal, “capaz de
sostener a las chicas por el pellejo de la nuca, una con cada mano a dos
palmos del suelo”. El siguiente relato tiene la extensión de una
nouvelle y permite pensar en uno de los tópicos que recorren el corpus,
como ser el de las mujeres puestas en situaciones límite, atravesadas
por el horror o el espanto, a la manera de Cohen, naturalmente, como
ocurre en “Lydia en el canal” (1991). Una mujer repentinamente viuda se
encuentra desclasada, viviendo un barrio marginal donde el sexo y el
peligro asumen una oscura forma de conocimiento de sí misma y de sus
propios límites. Del otro lado “Leyenda mortal” (1990), uno de los
tantos relatos memorables que comienza con Lina trabajando en la
heladería de un aeropuerto y una mañana “al notar que está agotándose el
sabor pistacho, decide abrir una cubeta nueva y encuentra, en el
sintético verde tropical, incrustada, una extremidad humana”. El relato
más antiguo de la recopilación es “Séptimo arte” (1981), donde se narra,
en un tono que simula lo grotesco para inclinarse lentamente hacia lo
fantástico y con un final soberbiamente logrado, la historia de cómo
Salinas y Abeledo, dos empleados de la Subsecretaría de Planeamiento
Urbanístico de la Municipalidad intentan cumplir la misión de comprar un
cine para en su lugar construir una autopista. No lo logran, por
supuesto. El motivo del impedimento es la parte central de lo que ha
logrado Cohen en su literatura, estableciendo una ruptura entre la
representación y las convenciones. Una vez en “El fin de la
Palabrística” –relato que gira en torno de un grupo de habitantes de
Ciudad Ajania, que deciden inventar un juego para comunicarse a
distancia– se ingresa en el maravilloso Delta Panorámico. Ese conjunto
de islas, explica Saavedra, no es más que “ese plexo de comunidades
imaginarias” que “no hace otra cosa que proponer metáforas, hipérboles,
parodias, caricaturas de la misma esfera de la realidad”. Un lugar en el
que se expanden las posibilidades del lenguaje hasta el límite del
neologismo y donde se constituye un conjunto de “islas autónomas” pero
ligadas entre sí bajo una misma premisa: el constante cuestionamiento a
la lógica de lo que suele entenderse por realismo, como sucede en “La
gran cadena de los panaderos” (2001), que cuenta la imbricación de dos
mundos posibles: el de la vigilia y el del sueño, ambos vividos por el
mismo hombre: Braulio Fossey, un panadero de sesenta y cinco años que un
día se queda dormido en horas de trabajo y la siesta resulta ser algo
así como un poema, una epifanía, enigmática y secreta. Hacia el final
del libro surgen los relatos inéditos, entre los cuales está “Según
pasan los cuñados; una comedia del DP” (2012), una historia que conjuga
el humor y la ironía como una manera magistral de solapar cuestiones tan
complejas como el reconocimiento de uno mismo en la mirada del otro, el
paso del tiempo y la obligada búsqueda de la felicidad, todo a través
de una mujer llamada Wircana que por pura contingencia se va encontrando
con los distintos cuñados que ha tenido a lo largo de su vida, tipos
extraños todos, sobre todo Rijtal, que trabaja en una empresa de
archivos humanos ya que tiene implantada una fotográmina en el córtex
visual. “El cerebro de Rijtal captura y fija la imagen de todo lo que él
mire durante más de tres segundos lo archiva y puede descargarlo en dos
o tres dimensiones si lo conectan a una reproductora”. Veinticuatro son
Los Relatos reunidos de Marcelo Cohen, novelista, ensayista y notable
traductor. Pero por sobre todas las cosas, un hombre que, a fuerza de
construir incansablemente mundos posibles, ha logrado establecer un
lugar en la utopía.
Relatos reunidos. Marcelo Cohen. Alfaguara. 552 páginas
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