12.8.14

Wiltold Gombrowicz, un precursor de las literaturas del yo

 De culto. Considerado como uno de los autores que inauguraron la autoficción moderna, el mito de Gombrowicz no deja de crecer. Un congreso sobre su obra reunió a más de 60 expertos en Buenos Aires
Estilo. Las novelas de Gombrowicz protagonizadas por un alter ego del autor, conformaron una poética y un modelo novelesco muy reconocibles.revista Ñ

Gombrowicz no es sólo uno de los íconos de la mejor literatura, también es el protagonista de la mayoría de sus novelas. Desde sus inicios literarios el recurso de la autoficción fue primordial para el escritor polaco y poco a poco, a medida que se iba desarrollando su carrera literaria y se formaba su imagen pública como escritor e intelectual, paralelamente se afianzaba un alter ego literario de su persona. Ya en Ferdydurke, Gombrowicz se erige como protagonista de su obra. En esta primera novela, el recurso autoficcional está plenamente justificado por el tema y el objetivo original de la novela: El autor del libro de relatos Memorias del tiempo de la inmadurez  decide lanzar en su nueva obra una dura diatriba escrita desde la primera persona del autor contra los críticos literarios que no han entendido su obra precedente. Al final el panfleto se acabará convirtiendo en una sorprendente novela filosófica de acentos mucho más amplios, pero el autor se da cuenta de los beneficios de la autoficción y decide mantener la identificación entre protagonista, narrador y autor. De esta forma el escritor descarga sobre su persona toda la responsabilidad del comportamiento y de las conclusiones morales a las que va llegando el protagonista. El autor asume de forma doble toda la carga intelectual y provocativa de la obra, se involucra de forma más personal en la trama y la temática de la historia y enfatiza el carácter realista de su arte. Este recurso se muestra tanto más original si tenemos en cuenta que Ferdydurke y las novelas que vendrán después son sobretodo novelas de ideas, en que los personajes representan agentes simbólicos que van desarrollando con sus peripecias toda la trama filosófica de la obra. Seguro de su hallazgo estético, que le proporcionará desde el principio –entre otras cosas– una voz propia de escritor, Gombrowicz no abandonará ya el recurso de la autoficción. En su siguiente novela, Transatlántico, la identificación entre protagonista y autor ya no presenta la menor duda, no sólo por tratarse aparentemente de unas memorias licenciosas, sino porque el tema moral necesita de toda la implicación moral del autor. Huelga aquí recordar la inmensa tormenta que despertó Transatlántico en los círculos de la emigración polaca y resulta evidente que la correlación entre el Witold ficcional y el Gombrowicz autor enfureció si cabe más a los numerosos detractores de esta fresca y provocativa novela.
Con ésta y sus siguientes novelas, todas ellas partiendo de un planteamiento inicial y una estructura muy similares y siempre protagonizados por un alter ego reconocible del autor, se fue conformando una poética y un modelo novelesco muy firme y reconocible. Aunque en su libro Autofiction et autres mythomanies littéraires Vincent Colonna considera a Gombrowicz como uno de los autores que inauguran la autoficción moderna, la forma tan especial en que esta se liga a la trama y la función moral específica que desarrolla, hacen que el modelo gombrowicziano resulte irrepetible. De esta forma Gombrowicz se convierte en un autor original e inconfundible con una poética cerrada y rígida que se repite en forma de variación novela tras novela y que hace imposible cualquier forma de imitación o filiación directa por parte de otros autores porque en rigor representa un plagio de sí misma.
Paradójicamente, aquello más apropiable por parte de posibles “receptores productivos” de su obra parece ser el mismísimo nombre propio del autor en su transformación ficcional o, para ser más exactos, la posibilidad de recrear el personaje Gombrowicz bajo diferentes formas. En una irónica pirueta de la Forma literaria, Gombrowicz puede “hacer callar a los epígonos”, como diría Ricardo Piglia, en lo referente a su obra, pero no puede evitar que reproduzcan su persona, que deformen su Forma personal, que imiten incluso sus poses y, en definitiva, que le “hagan el morro”, para utilizar la terminología propia del autor.
La autoficción y sus egos experimentales quedan circunscritos a la literatura firmada por el autor, pero no así la entidad “Witold” o “Gombrowicz” como personaje literario, teatral, cinematográfico, etc., que puede ser retomado por cualquier otro artista bajo su propia responsabilidad. En el caso del escritor que nos ocupa, el hecho de que éste protagonizara en general sus propias obras, ha facilitado el camino para la recreación de la figura del autor en obras posteriores.
En Polonia, donde su obra es bien conocida y goza de un considerable halo de veneración (o demonización), la creación de Gombrowiczs ficcionales resulta bastante natural, siempre y cuando se reproduzca de forma más o menos fiel alguno de los “Witold” o “Gombrowicz” ya ficcionalizados previamente por el autor en sus libros. Así, la retoma de un Gombrowicz protagonista de historias se limita en general a las adaptaciones teatrales o cinematográficas de algunos de sus textos. De esta forma, encontramos al Józio de Ferdydurke o al narrador/Fryderyk de Pornografia protagonizando películas o como refuerzo a documentales, y al Witold de Transatlántico o al narrador de Kosmos como protagonistas de adaptaciones teatrales. Estos nuevos personajes casi nunca parten de la figura real del autor, como mucho pueden dejarse inspirar vagamente por ésta. Sin embargo, no existen en Polonia recreaciones artísticas de la biografía del autor y en general son pocos los artistas locales que se dejen seducir por una apropiación más radical y subjetiva de la figura del autor de Transatlántico .
En Argentina encontramos un panorama diametralmente opuesto. En la otra patria de Gombrowicz su obra sigue siendo relativamente desconocida y su escritura elitista queda confinada a un número reducido de lectores selectos. A pesar de haber escrito en castellano y de haber discurrido ampliamente la temática local, el autor del Diario argentino , como es sabido, no ha entrado en el canon local y sólo en los últimos años empieza a percibírsele como a escritor de la tradición nacional. No obstante se ha ido erigiendo en una especie de figura de culto al estilo del poeta maldito para una parte de la juventud y el mundo literario local. Este halo de leyenda en torno a la extravagante personalidad del autor, su peripecia vital y sus ideas iconoclastas, se parezcan o no a lo que nos muestran los datos objetivos de su vida y obra, ha posibilitado la retoma de un Gombrowicz ficcional, irreverente y outsider , que a menudo poco tiene que ver con el Gombrowicz real y menos aún con el autoficcional.
En la Argentina esta forma de retoma literaria parece del todo natural si tenemos en cuenta que el epígono potencial puede estar más familiarizado con la figura del escritor que con su obra. Por lo tanto, no resulta extraño el hecho de que se opere desde la ficcionalización, novelación o reformulación en clave del autor o de su leyenda local, y sólo en un grado muy inferior desde la transformación del personaje ficticio “Witold” o “Gombrowicz” preexistente, modelado por el autor polaco en sus novelas. En este sentido, la autoficción gombrowicziana y la retoma de un Gombrowicz ficcional por parte de los escritores argentinos no responde tanto a una relación de continuidad literaria o de intertextualidad lógica, intencionada, como a una casualidad fruto de la configuración específica del sello “Gombrowicz” en el imaginario del país suramericano. Es precisamente la preponderancia de la figura del autor sobre su  obra lo que hace tan característica la configuración específica de la curiosa forma de recepción que observamos. Por tanto, el recurso de la autoficción que encontramos en su obra –más allá de la vocación de poseur del Gombrowicz real– resulta significativo sólo como fuente de inspiración (especialmente el Witold de Transatlántico ) o motivo intertextual para alguna de las obras que lo retoman, pero sería un error pensar que éste constituye el desencadenante o motor principal de este fenómeno.
Las características propias de la recepción de Gombrowicz en la Argentina no pasan tanto por la recepción de la obra, sino más bien por la representación imaginaria de ésta, de lo que ésta significa y muy especialmente de la figura mitificada de su autor. Mientras resulta difícil observar signos tangibles de un rastro artístico de la literatura de Gombrowicz en los escritores argentinos, resulta mucho más fácil observar homenajes literarios al escritor polaco. A veces toman la forma de para-textos –como en el caso de la larga cita gombrowicziana que encontramos en Rayuela de Julio Cortázar que, publicada en 1963, representa seguramente el primer homenaje literario a Gombrowicz por parte de un escritor argentino–, pero más a menudo encontramos situaciones o personajes literarios que nos remiten a la figura o a determinados referentes biográficos del autor de Ferdydurke . Precisamente ésta parece ser la forma predilecta de lectura y recepción productiva de los escritores argentinos en cuanto a Gombrowicz. Así, a partir de principios de los años 80, encontramos en la literatura argentina una presencia considerable de personajes literarios que toman ciertos rasgos psicológicos, intelectuales o biográficos del autor polaco. Normalmente aparecen bajo  seudónimos de resonancia eslava o centroeuropea, pero también hallamos ficcionalizaciones directas que conservan el nombre y apellido reales del autor. Asimismo, tanto pueden representar fragmentos de la biografía del polaco ficcionalizados y reinventados, o simplemente novelados, como homenajes o, de forma más sofisticada, apropiaciones intelectuales de la figura para fines literarios y sobretodo ensayísticos.
Ricardo Piglia es el primer escritor argentino que retoma la figura de Gombrowicz como uno de los principales personajes de Respiración artificial (1981), considerada hoy en día una de las mejores y más influyentes novelas argentinas de las últimas décadas. Este diálogo intertextual a partir de la absorción de la figura del autor es seguramente la muestra mayor y más interesante de la recepción productiva de la obra de Witold Gombrowicz en Argentina. En su novela, Piglia va mucho más allá del aprovechamiento novelesco del exotismo y atractivo de la leyenda local sobre Gombrowicz y utiliza su figura ficcionalizada para construir un análisis de conjunto que responda las grandes preguntas del Gombrowicz argentino. ¿Qué le hizo permanecer tantos años en la Argentina en un anonimato casi total y, a la vez, por qué razón no consiguió hacerse un lugar en el mundillo literario local y siguió siendo casi un desconocido en la Argentina incluso después de convertirse en un escritor reconocido en Europa? Lo más interesante de Respiración artificial es que Piglia intenta dar respuesta a estas preguntas y realizar un análisis de la vida y pensamiento de Gombrowicz no sólo a través del discurso del narrador, sino a través de las características vitales y pensamiento de Vladimir Tardewski, uno de los personajes principales de la novela. Le hace pasar a éste las mismas pruebas vitales que le tocó vivir a Gombrowicz: una juventud como brillante intelectual, la deserción en barco hacia Argentina, los primeros años de miseria en Buenos Aires, los acercamientos y desencuentros con la intelectualidad local, la vida anónima y austera del exilado, incluso el trabajo en el banco polaco... De forma singular, Piglia intenta explicar la suerte de Tardewski/Gombrowicz a través de una especie de fascinación por el fracaso como camino ascético para el artista. A través de la peripecia vital de Tardewski, en un recurso literario gombrowicziano, Piglia intentará explicar el pensamiento de Gombrowicz: su fascinación y defensa de la inmadurez y de la “inferioridad”, su lucha perdida contra la Forma, su voluntad de exilio total o –como lo puso Jean-Pierre Salgas– su ateismo integral. Pero lo más interesante es que la figura de Tardewski no sólo le sirve a Piglia para reflexionar sobre el referente real del personaje, sino que a partir de sus premisas intelectuales, que el autor en cierta manera hace suyas, construye diferentes teorías sobre la literatura argentina. Piglia se convierte en el primer escritor en reconocer la importancia que el pensamiento de Gombrowicz puede llegar a tener para la literatura argentina.
Las siguientes recreaciones ficcionales de Gombrowicz por parte de escritores argentinos seguirán situando a su personaje en el contexto nacional y en muchos casos intentarán definir la argentinidad (o su ausencia) del autor polaco. En un sentido parecido, si estas ficcionalizaciones contienen una prueba de análisis de la obra, también partirán de una visión de ésta eminentemente biografista y en general condicionada por el prisma de una concepción nacional.
Pau Freixa Terradas es profesor de la Universidad de Barcelona. Este fragmento integra su ponencia “Gombrowicz como personaje de ficción en la literatura argentina”.

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