De culto. Considerado como uno de los autores que inauguraron la autoficción moderna, el mito de Gombrowicz no deja de crecer. Un congreso sobre su obra reunió a más de 60 expertos en Buenos Aires
Estilo. Las novelas de Gombrowicz protagonizadas por un alter ego del autor, conformaron una poética y un modelo novelesco muy reconocibles.revista Ñ |
Gombrowicz no es sólo uno de los íconos de la mejor literatura,
también es el protagonista de la mayoría de sus novelas. Desde sus
inicios literarios el recurso de la autoficción fue primordial para el
escritor polaco y poco a poco, a medida que se iba desarrollando su
carrera literaria y se formaba su imagen pública como escritor e
intelectual, paralelamente se afianzaba un alter ego literario de su
persona. Ya en Ferdydurke, Gombrowicz se erige como protagonista
de su obra. En esta primera novela, el recurso autoficcional está
plenamente justificado por el tema y el objetivo original de la novela:
El autor del libro de relatos Memorias del tiempo de la inmadurez
decide lanzar en su nueva obra una dura diatriba escrita desde la
primera persona del autor contra los críticos literarios que no han
entendido su obra precedente. Al final el panfleto se acabará
convirtiendo en una sorprendente novela filosófica de acentos mucho más
amplios, pero el autor se da cuenta de los beneficios de la autoficción y
decide mantener la identificación entre protagonista, narrador y autor.
De esta forma el escritor descarga sobre su persona toda la
responsabilidad del comportamiento y de las conclusiones morales a las
que va llegando el protagonista. El autor asume de forma doble toda la
carga intelectual y provocativa de la obra, se involucra de forma más
personal en la trama y la temática de la historia y enfatiza el carácter
realista de su arte. Este recurso se muestra tanto más original si
tenemos en cuenta que Ferdydurke y las novelas que vendrán
después son sobretodo novelas de ideas, en que los personajes
representan agentes simbólicos que van desarrollando con sus peripecias
toda la trama filosófica de la obra. Seguro de su hallazgo estético, que
le proporcionará desde el principio –entre otras cosas– una voz propia
de escritor, Gombrowicz no abandonará ya el recurso de la autoficción.
En su siguiente novela, Transatlántico, la identificación entre
protagonista y autor ya no presenta la menor duda, no sólo por tratarse
aparentemente de unas memorias licenciosas, sino porque el tema moral
necesita de toda la implicación moral del autor. Huelga aquí recordar la
inmensa tormenta que despertó Transatlántico en los círculos de
la emigración polaca y resulta evidente que la correlación entre el
Witold ficcional y el Gombrowicz autor enfureció si cabe más a los
numerosos detractores de esta fresca y provocativa novela.
Con
ésta y sus siguientes novelas, todas ellas partiendo de un planteamiento
inicial y una estructura muy similares y siempre protagonizados por un alter ego reconocible del autor, se fue conformando una poética y un modelo novelesco muy firme y reconocible. Aunque en su libro Autofiction et autres mythomanies littéraires
Vincent Colonna considera a Gombrowicz como uno de los autores que
inauguran la autoficción moderna, la forma tan especial en que esta se
liga a la trama y la función moral específica que desarrolla, hacen que
el modelo gombrowicziano resulte irrepetible. De esta forma Gombrowicz
se convierte en un autor original e inconfundible con una poética
cerrada y rígida que se repite en forma de variación novela tras novela y
que hace imposible cualquier forma de imitación o filiación directa por
parte de otros autores porque en rigor representa un plagio de sí
misma.
Paradójicamente, aquello más apropiable por parte de
posibles “receptores productivos” de su obra parece ser el mismísimo
nombre propio del autor en su transformación ficcional o, para ser más
exactos, la posibilidad de recrear el personaje Gombrowicz bajo
diferentes formas. En una irónica pirueta de la Forma literaria,
Gombrowicz puede “hacer callar a los epígonos”, como diría Ricardo
Piglia, en lo referente a su obra, pero no puede evitar que reproduzcan
su persona, que deformen su Forma personal, que imiten incluso
sus poses y, en definitiva, que le “hagan el morro”, para utilizar la
terminología propia del autor.
La autoficción y sus egos
experimentales quedan circunscritos a la literatura firmada por el
autor, pero no así la entidad “Witold” o “Gombrowicz” como personaje
literario, teatral, cinematográfico, etc., que puede ser retomado por
cualquier otro artista bajo su propia responsabilidad. En el caso del
escritor que nos ocupa, el hecho de que éste protagonizara en general
sus propias obras, ha facilitado el camino para la recreación de la
figura del autor en obras posteriores.
En Polonia, donde su obra
es bien conocida y goza de un considerable halo de veneración (o
demonización), la creación de Gombrowiczs ficcionales resulta bastante
natural, siempre y cuando se reproduzca de forma más o menos fiel alguno
de los “Witold” o “Gombrowicz” ya ficcionalizados previamente por el
autor en sus libros. Así, la retoma de un Gombrowicz protagonista de
historias se limita en general a las adaptaciones teatrales o
cinematográficas de algunos de sus textos. De esta forma, encontramos al
Józio de Ferdydurke o al narrador/Fryderyk de Pornografia protagonizando películas o como refuerzo a documentales, y al Witold de Transatlántico
o al narrador de Kosmos como protagonistas de adaptaciones teatrales.
Estos nuevos personajes casi nunca parten de la figura real del autor,
como mucho pueden dejarse inspirar vagamente por ésta. Sin embargo, no
existen en Polonia recreaciones artísticas de la biografía del autor y
en general son pocos los artistas locales que se dejen seducir por una
apropiación más radical y subjetiva de la figura del autor de Transatlántico .
En
Argentina encontramos un panorama diametralmente opuesto. En la otra
patria de Gombrowicz su obra sigue siendo relativamente desconocida y su
escritura elitista queda confinada a un número reducido de lectores
selectos. A pesar de haber escrito en castellano y de haber discurrido
ampliamente la temática local, el autor del Diario argentino ,
como es sabido, no ha entrado en el canon local y sólo en los últimos
años empieza a percibírsele como a escritor de la tradición nacional. No
obstante se ha ido erigiendo en una especie de figura de culto al
estilo del poeta maldito para una parte de la juventud y el mundo
literario local. Este halo de leyenda en torno a la extravagante
personalidad del autor, su peripecia vital y sus ideas iconoclastas, se
parezcan o no a lo que nos muestran los datos objetivos de su vida y
obra, ha posibilitado la retoma de un Gombrowicz ficcional, irreverente y
outsider , que a menudo poco tiene que ver con el Gombrowicz real y menos aún con el autoficcional.
En
la Argentina esta forma de retoma literaria parece del todo natural si
tenemos en cuenta que el epígono potencial puede estar más familiarizado
con la figura del escritor que con su obra. Por lo tanto, no resulta
extraño el hecho de que se opere desde la ficcionalización, novelación o
reformulación en clave del autor o de su leyenda local, y sólo en un
grado muy inferior desde la transformación del personaje ficticio
“Witold” o “Gombrowicz” preexistente, modelado por el autor polaco en
sus novelas. En este sentido, la autoficción gombrowicziana y la retoma
de un Gombrowicz ficcional por parte de los escritores argentinos no
responde tanto a una relación de continuidad literaria o de
intertextualidad lógica, intencionada, como a una casualidad fruto de la
configuración específica del sello “Gombrowicz” en el imaginario del
país suramericano. Es precisamente la preponderancia de la figura del
autor sobre su obra lo que hace tan característica la configuración
específica de la curiosa forma de recepción que observamos. Por tanto,
el recurso de la autoficción que encontramos en su obra –más allá de la
vocación de poseur del Gombrowicz real– resulta significativo sólo como fuente de inspiración (especialmente el Witold de Transatlántico
) o motivo intertextual para alguna de las obras que lo retoman, pero
sería un error pensar que éste constituye el desencadenante o motor
principal de este fenómeno.
Las características propias de la
recepción de Gombrowicz en la Argentina no pasan tanto por la recepción
de la obra, sino más bien por la representación imaginaria de ésta, de
lo que ésta significa y muy especialmente de la figura mitificada de su
autor. Mientras resulta difícil observar signos tangibles de un rastro
artístico de la literatura de Gombrowicz en los escritores argentinos,
resulta mucho más fácil observar homenajes literarios al escritor
polaco. A veces toman la forma de para-textos –como en el caso de la
larga cita gombrowicziana que encontramos en Rayuela de Julio
Cortázar que, publicada en 1963, representa seguramente el primer
homenaje literario a Gombrowicz por parte de un escritor argentino–,
pero más a menudo encontramos situaciones o personajes literarios que
nos remiten a la figura o a determinados referentes biográficos del
autor de Ferdydurke . Precisamente ésta parece ser la forma
predilecta de lectura y recepción productiva de los escritores
argentinos en cuanto a Gombrowicz. Así, a partir de principios de los
años 80, encontramos en la literatura argentina una presencia
considerable de personajes literarios que toman ciertos rasgos
psicológicos, intelectuales o biográficos del autor polaco. Normalmente
aparecen bajo seudónimos de resonancia eslava o centroeuropea, pero
también hallamos ficcionalizaciones directas que conservan el nombre y
apellido reales del autor. Asimismo, tanto pueden representar fragmentos
de la biografía del polaco ficcionalizados y reinventados, o
simplemente novelados, como homenajes o, de forma más sofisticada,
apropiaciones intelectuales de la figura para fines literarios y
sobretodo ensayísticos.
Ricardo Piglia es el primer escritor argentino que retoma la figura de Gombrowicz como uno de los principales personajes de Respiración artificial
(1981), considerada hoy en día una de las mejores y más influyentes
novelas argentinas de las últimas décadas. Este diálogo intertextual a
partir de la absorción de la figura del autor es seguramente la muestra
mayor y más interesante de la recepción productiva de la obra de Witold
Gombrowicz en Argentina. En su novela, Piglia va mucho más allá del
aprovechamiento novelesco del exotismo y atractivo de la leyenda local
sobre Gombrowicz y utiliza su figura ficcionalizada para construir un
análisis de conjunto que responda las grandes preguntas del Gombrowicz
argentino. ¿Qué le hizo permanecer tantos años en la Argentina en un
anonimato casi total y, a la vez, por qué razón no consiguió hacerse un
lugar en el mundillo literario local y siguió siendo casi un desconocido
en la Argentina incluso después de convertirse en un escritor
reconocido en Europa? Lo más interesante de Respiración artificial
es que Piglia intenta dar respuesta a estas preguntas y realizar un
análisis de la vida y pensamiento de Gombrowicz no sólo a través del
discurso del narrador, sino a través de las características vitales y
pensamiento de Vladimir Tardewski, uno de los personajes principales de
la novela. Le hace pasar a éste las mismas pruebas vitales que le tocó
vivir a Gombrowicz: una juventud como brillante intelectual, la
deserción en barco hacia Argentina, los primeros años de miseria en
Buenos Aires, los acercamientos y desencuentros con la intelectualidad
local, la vida anónima y austera del exilado, incluso el trabajo en el
banco polaco... De forma singular, Piglia intenta explicar la suerte de
Tardewski/Gombrowicz a través de una especie de fascinación por el
fracaso como camino ascético para el artista. A través de la peripecia
vital de Tardewski, en un recurso literario gombrowicziano, Piglia
intentará explicar el pensamiento de Gombrowicz: su fascinación y
defensa de la inmadurez y de la “inferioridad”, su lucha perdida contra
la Forma, su voluntad de exilio total o –como lo puso Jean-Pierre
Salgas– su ateismo integral. Pero lo más interesante es que la figura de
Tardewski no sólo le sirve a Piglia para reflexionar sobre el referente
real del personaje, sino que a partir de sus premisas intelectuales,
que el autor en cierta manera hace suyas, construye diferentes teorías
sobre la literatura argentina. Piglia se convierte en el primer escritor
en reconocer la importancia que el pensamiento de Gombrowicz puede
llegar a tener para la literatura argentina.
Las siguientes
recreaciones ficcionales de Gombrowicz por parte de escritores
argentinos seguirán situando a su personaje en el contexto nacional y en
muchos casos intentarán definir la argentinidad (o su ausencia) del
autor polaco. En un sentido parecido, si estas ficcionalizaciones
contienen una prueba de análisis de la obra, también partirán de una
visión de ésta eminentemente biografista y en general condicionada por
el prisma de una concepción nacional.
Pau Freixa Terradas es
profesor de la Universidad de Barcelona. Este fragmento integra su
ponencia “Gombrowicz como personaje de ficción en la literatura
argentina”.
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