Las librerías independientes protegen a estos sellos y los hacen visibles
Será el sol o la dieta mediterránea, pero algo tiene España –editorialmente– que la diferencia de los demás países de su entorno: la proliferación de microeditoriales, en una cantidad que, de momento, va creciendo cada año. Cerca de un centenar de pequeños sellos que tienen entre cero y cuatro personas en plantilla, y que facturan menos de 500.000 euros al año componen un mapa repleto de inquietos microorganismos que están dinamizando la oferta de una manera nunca vista. Peter Mayer, el mítico editor de Penguin, lo dijo en el año 2000 en Barcelona, aunque entonces todos le miraron raro: "El futuro de la edición es la balcanización". Pues bienvenidos al futuro. Las librerías están ya llenas de intrépidos guerrilleros que hacen frente a la oferta de los grandes grupos.
Javier Aparicio, director del máster en Edición de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), que, como tal, fue el anfitrión de Mayer en el 2000, lo tiene claro: "Estos pequeños editores son gente muy profesional, incluso los más jóvenes. Su primer objetivo era crear un ecosistema propio, y eso ya lo han conseguido, básicamente porque mantienen muy buena relación, un trato directo, con los libreros independientes, que los protegen como haría un padre. Así, hay unas librerías –del estilo de Laie o La Central, para entendernos– que privilegian sus libros, en Salamanca, Oviedo, Granada..., encontramos que han creado espacios sólo para ellos".
Valeria Bergalli, que fundó Minúscula hace diez años, explica que aquellos pioneros del año 2000, como ella, montaron sus propias empresas "por necesidad. Las propuestas de los grandes grupos no nos satisfacían, y las editoriales medianas –Anagrama, Tusquets– tenían una línea muy estable, asentada. Reinaba, pues, una cierta uniformidad que los lectores inquietos exigían romper. Luego, el fenómeno se ha ido multiplicando, incluso en los años de crisis, y ya veremos su evolución".
Un rasgo común a casi todos ellos es el buen uso que hacen de las redes sociales (especialmente Facebook) como medio de promoción. "Son muy buenos en eso, los números uno", reconoce Aparicio. Recientemente, Blackie Books y Libros del Zorro Rojo han sido reconocidos por consultores independientes como líderes en aprovechamiento de Facebook y Twitter.
Una tercera característica, además del apoyo de los libreros independientes y de internet como herramienta de marketing, es eso que algunos llaman sinergias de colaboración. Si en EE.UU a Sam Savage –el autor de Firmin– lo publicó Coffee House Press, una microeditorial casi benéfica y a raíz de su éxito se asociaron unas cuantas, en España existe la agrupación Contexto –en la que están las barcelonesas Libros del Asteroide, Barataria y Global Rhythm, las madrileñas Impedimenta, Nórdica y Sexto Piso, y la extremeña Periférica–, que fue galardonada por el ministerio de Cultura con el premio nacional a la Mejor Labor Editorial en el año 2008. Y ya se puede anunciar que le ha salido competencia, pues está en ciernes una nueva asociación de microsellos, que incluiría a Alfabia, Libros del Silencio, Barril & Barral, Libros del Lince, Sajalín, El Olivo Azul, Nevsky y Ático de los Libros. Su primer paso, alquilar conjuntamente un stand para la próxima feria del libro de Madrid. "Esa es la estrategia correcta –apunta Aparicio–, la unidad les permite mejorar la distribución, uno de sus puntos débiles, y abaratar las compras".
¿Qué tipos de libro publican los microeditores? Aunque hay de todo, en general se detecta una tendencia a lo difícil de clasificar, a aquello que es a la vez crónica y ficción, ensayo y narración, lo que Aparicio define como "ese libro ecléctico a medio camino entre dos géneros, que el librero no sabe cómo colocar en el punto de venta. Se están especializando, sí, pero en la no especialización. Esa es una buena manera de atacar a la gran bestia corporativa". Por cuestiones económicas, publican sobre todo traducciones, que son libros que ya se ha visto cómo funcionan en otros países y menos caros que los inéditos españoles, que las agentes suelen ofrecer al mejor postor. Otra tendencia clara es la de publicar clásicos, esto es, autores por los que ya no hay que pagar derechos, y la repesca de títulos antiguos, es decir, novelas que estaban de moda en los años 50, por ejemplo. "Y los pequeños han acertado ahí, porque los grandes grupos les han copiado: ahí esta la editorial Backlist del grupo Planeta, que se dedica a hacer lo mismo que antes hacían sólo los pequeños".
Los microeditores tienen todavía escollos que vencer. A muchos la crisis les afecta más de lo debido, otros se quedaron sin distribuidora –como Candaya, que dependía hasta hace poco de la quebrada Arc de Berà–, otros han visto bajar sus ventas, algunos tienen unos precios de venta demasiado caros..., pero casi todos cuentan con distribución en América Latina –lo que ensancha el mercado y da dimensión internacional al fenómeno–, y se están ganando un público joven, la clave del éxito futuro. Aparicio cree que "no existe un fenómeno similar en otro idioma, Francia se coloca tal vez en un segundo lugar tras España, con sus sellos en París y el Quebec. Alemania, por ejemplo, se basa en los grupos grandes y los sellos medianos". Y apunta que "aunque sobrevivieran tan sólo un tercio de editoriales, ya sería una renovación muy fuerte del mercado".
Que estos chicos –o no tan chicos– tengan suerte depende de cada uno de nosotros. En sus catálogos hay, esperando, varios libros de los que nos gustan.
1 comentario:
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