El autor de Pedro Páramo fue uno de los artífices de la evolución de la literatura latinoamericana
Juan Rulfo, escritor mexicano.Foto: Cortesía Fundación Juan Rulfo.fuente:vive.in
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo". Estas líneas, ya clásicas, fueron impresas el 19 de marzo de 1955 en el volumen 19 de la Colección Letras Mexicanas, del Fondo de Cultura Económica.
Las viñetas eran de Ricardo Martínez y la edición, de 2.000 ejemplares.
Desde su aparición, el libro 'Pedro Páramo' se volvió legendario y generó comentarios en los círculos literarios: que Rulfo no podía con él y que, colocando los capítulos en el piso, cambió el orden lógico por asociaciones subjetivas en las que los muertos, en el cementerio, conversaban entre sí, tumba a tumba.
Incluso, que el amigo de Rulfo y corrector del libro, el poeta Alí Chumacero (fallecido el año pasado), no le auguraba mucho porvenir. Que Rulfo leía autores nórdicos poco conocidos, como Halldór Laxness o Knut Hamsun, o suizo-franceses, como Ramuz, o una valiosa novelista chilena, María Luisa Bombal, amiga de Borges.
Que esta novela, sobre un cacique rural, era en palabras de Carlos Fuentes -publicadas, en 1956, en la revista Mito, de Bogotá- la prueba de cómo "Rulfo ha comprendido que toda gran visión de la realidad es obra, no de la copia fiel, sino de la imaginación".
El libro recobraba los 15 cuentos de 'El llano en llamas' (1953) e inauguraba una leyenda que, al final, dejó muchas preguntas: ¿Es cierto que Rulfo era alcohólico? ¿Que se ganaba la vida vendiendo llantas Goodyear? ¿Que pasó sus últimos años corrigiendo libros antropológicos sobre las tribus mexicanas? ¿Que era, también, un gran fotógrafo? ¿Que su próxima novela, sobre la rebelión cristera, iba muy adelantada y se llamaría 'La cordillera'?
Antes de su muerte, el 7 de enero de 1986, se dice que Rulfo destruyó esta obra, como lo escribió Susan Sontag: "Todos le preguntaban a Rulfo por qué no publicaba otro libro, como si la meta de la vida de un escritor fuera seguir escribiendo y publicando.
En realidad, la meta de la vida de todo escritor es producir un gran libro -es decir, una obra perdurable- y es lo que hizo Rulfo. No merece la pena leer un libro una vez si no merece la pena leerlo muchas veces".
Después de 25 años de no tener al autor entre nosotros, vale la pena volver a su prosa seca pero poética, donde el habla campesina de la tierra se puebla de murmullos y el silencio agranda las palabras sobre un horizonte árido, donde el rencor y la violencia son las únicas fuerzas que mantienen la vida; donde la memoria y los remordimientos preservan la culpa, ese pecado al cual le damos vueltas una y otra vez.
Admirable Rulfo, tan gentil, tan caballero, con su humor tajante y su devastadora mirada, que contemplaba la comedia luego de haber retornado de aquella tragedia, donde tantos de sus parientes habían sido asesinados, empezando por su padre, muerto por el peón de la finca.
"Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro, pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras".
Tras 156 páginas, así termina la novela. Oro y calaveras que volvieron loca a Susana San Juan (personaje de 'Pedro Páramo'), el sueño imposible del cacique que conquistó todo salvo el amor. Con la voracidad por más tierras.
Las tierras de la media Luna, con su ancestral fatalismo, en la mera boca del infierno. Allí nos aguarda Juan Rulfo, la ausencia más definitiva y palpable de la literatura latinoamericana.
Aquel, quien junto a Borges, fecundó a tantos escritores y dio libertad, madurez y autonomía a nuestras letras.
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