7.10.10

Los muertos vivos

Alberto Fuguet acaba de publicar Missing, una novela atípica donde combina experimentación, autobiografía, no ficción y un tío perdido. "Me interesa la gente que se extravía", dice el transgresor escritor chileno
Alberto Fuguet, El extraviado. foto.fuente:Revista Ñ

Para Héctor que no se ha perdido..." dice la dedicatoria que me firma Alberto Fuguet en un Starbucks del barrio Providencia de Santiago de Chile. Demasiada tranquilidad en esa calle, demasiado silencio. Es domingo por la tarde y extraviarse puede ser una buena opción... Fuguet llega de buen humor a pesar de estar en medio de una semana plena de entrevistas y presentaciones en malls y en la Feria del Libro de Santiago 2009. Todavía no sabe que la crítica va a catalogar su libro como el mejor que ha hecho. Es eso y mucho más. Missing. Una investigación (Alfaguara) es un texto atípico que mezcla géneros y concluye como una experimentación que tuvo un costado detectivesco, de interrogación familiar y de una celebración de la soledad que vale la pena vivir. "Yo la llamo novela, y si me exiges un poco, novela de no ficción. Creo que tiene un noventa por ciento de verdad y un diez por ciento de ficción: pequeñas mentiras para que la verdad sea más verdad, es como echarle sal a un buen bife para que suba aún más el sabor."

La previa de la novela es un llamado de Julio Villanueva Chang, editor de la revista Etiqueta Negra, pidiéndole una historia familiar. Requisito: que fuera verdadera. Fuguet escribió la crónica sobre su tío Carlos en una noche. La de un hombre que, viviendo en Estados Unidos, decide cortar relaciones con el mundo conocido y adentrarse en una aventura anónima. Nunca más Carlos. Tiempo después surgió el libro en los ojos y las manos de Fuguet. Completar la historia, buscarlo, hallarlo, hablar sin límites para después entregarle el manuscrito en mano fue una larga secuencia cinematográfica. Sobraron las lágrimas. Carlos aspiró a cumplir el sueño americano, pero estuvo preso. Conoció el amor y el olvido. Se ilusionó pero terminó resignado. La historia tranquiliza; se interroga al pasado. ¿Happy end?

¿Cuándo supiste que la historia de tu tío era un libro que debías escribir?

­O sea... tendríamos que ir al psicólogo... Mi impresión es que desde que tengo uso de razón literario, mi tío se ha ido colando en mis libros. Sobre todo la figura del perdido, del perdido literal, del perdido metafórico. A mí me interesa la gente que se pierde, que se extravía. Por lo tanto, yo creo que fue muy pronto que lo supe.

"Todos tenemos un Dios que se pierde..." escribiste...
­Sí, no sé si será tan así, pero creo que todo el mundo tiene algún pariente que se pierde siempre, hay alguien que es la oveja negra, que quizás tiene un rol tan importante como el del héroe. Para que una familia tenga alguien que le vaya bien, que triunfe, tiene que también beber de lo opuesto. Creo que perderse es valiente, es fuerte, es una decisión grande pero también es fácil: no cuesta mucho perderse tal como no cuesta mucho no levantarse a la mañana.

­El título "Missing" llama a una primera lectura inequívoca...
­De hecho hubo gente que no creía en el título y uno de los últimos desgastes fue justamente el título que para mí no era tema a discutir siquiera. En el caso de Chile tiene un triple sentido. Primero, la palabra missing todo el mundo la entiende; segundo, es un guiño a la película Missing. El libro fue ligado a la película, que fue la única ambientada en Chile y sobre Chile que ganó Cannes, que estaba nominada al Oscar. Y Missing tiene que ver con nuestra mayor estrella de rock mundial que es Pinochet. Pero también trata de decir que existen otro tipo de personas y otras historias que no tienen que ver con la película ni con Pinochet; o sea mi tío no fue un detenido desaparecido. Mucha gente me dice "ah, yo no sabía que tenías un tío que fue de izquierda o guerrillero". Para mi gusto si alguien quiere desaparecer tiene derecho a hacerlo. Nosotros estamos acostumbrados a que te desaparezcan sin tu voluntad, pero perderse es algo que si tú lo quieres, y nunca más volver a la Argentina, tienes todo el derecho a hacerlo. Yo a lo mejor te voy a convencer de que no lo hagas, pero después a la larga creo que tengo que respetártelo. Y también es parte del juego que una persona importante en el libro sea la madre. Uno ha visto en la televisión cómo las madres de Plaza de Mayo lucharon siempre hasta niveles ya casi de locura para buscar a sus hijos y no aceptar un no. Mientras que mi abuela nunca lo buscó. Yo venía de una cultura en que uno entendía muy claramente que si un hijo desaparecía, la madre iba a estar dispuesta a dar su vida y que lo que importa es encontrar el cadáver o saber algo. Mientras que en el caso de mi abuela, que había sido una mala persona, aceptó muy tranquilamente que su hijo se había perdido. "¿Qué será de Carlos?", se preguntaban en mi familia. "Estará muerto, en un río, bajo un puente, se metió con gente mala". Pero lo aceptaban. Y eso me pareció, como latinoamericano, muy raro.

­La foto de la tapa es curiosa, Carlos de saco y corbata, con una banderita de EE.UU. en la mano. Resume una historia...
Es una foto real, corresponde al día que se hizo ciudadano americano. Entró en 1964 legalmente y en 1976 se hizo ciudadano. Esa foto es de entonces y capta toda esa estética cuando él está en su mejor momento, o sea casado, en un buen barrio, se hace americano y está muy feliz de serlo. Está vestido como un chileno jamás se hubiera vestido. Estaba muy buggy nights y, sin embargo, siento que a la larga esa misma bandera terminó liquidándolo, porque para mí la historia también es una historia del sueño americano que no resultó. El sueño resulta para muchísimos, sobre todo porque parten tan de abajo que con que tengan un par de cosas como que no los maten, o una casa, un refrigerador, y que rápidamente los hijos se transformen en americanos de pura cepa, es suficiente.Pero mi tío perdió todo. Carlos se perdió, y creo que él mismo siente que Estados Unidos lo remeció.

Este parece un homenaje a la soledad, una reivindicación a estar solo por voluntad propia, pero no sólo de tu tío...
­Sí. Sin duda, pero yo siento que me perdí de una manera más controlada y civilizada, y de alguna manera también más culturalmente aceptada. Siempre he dicho que uno de los grandes títulos latinoamericanos es Cien años de soledad , pero creo que el libro no tiene nada que ver con el título. Creo que en América Latina la gente está muy sola. En Estados Unidos de alguna extraña manera la soledad es parte de la cultura y diría hasta que está celebrada desde los cuadros de Edward Hopper, las canciones de Bob Dylan hasta la película Paris Texas . Si Carlos se hubiera quedado en Chile y se hubiera perdido, se hubiera perdido en el alcohol como esos tipos que siguen tomando hasta las 5 de la mañana. Pero en Estados Unidos hay algo como que tú puedes estar en musculosa y short y calzoncillos en la puerta de un motel todo el día no haciendo nada y desde afuera se ve poético. Creo que realmente no es muy poético, pero en EE.UU. es tal el respeto hacia el individualismo, que cada uno pueda hacer lo que quiera y eso da pie para la soledad. Y después el libro es sobre un tipo que se perdió y que se transformó en un hombre solo. Mi soledad es distinta. Este libro es claramente sobre mí también.


­¿Cuándo terminaste de escribir el libro?
­ Después de largas charlas con y sin grabador, lo escribí y lo terminé. En Chile la gente ha quedado un poco escandalizada. Me dicen que cómo me atreví y me hacen preguntas muy raras. ¿Cómo te dejaron y quiénes somos nosotros?, me preguntaban. Y a mí me parece muy raro eso, supongo que eso tiene que ver quizás con mi lazo con la cultura americana. Aquí existe la idea de la biografía después de muerto, pero a mí me parece que yo vengo de una cultura más americana donde eso se hace en vida. Le pasé este libro a mi padre donde él aparece bastante, y no siempre bien, y le dije que me gustaría que leyera el manuscrito, que me dijera lo que le gustaba o no, que yo estaría dispuesto a conversar algunas cosas o cortar, pero que sobre todo me interesaba si él me podía acompañar para entregarle el libro a Carlos.


Y la película termina en Las Vegas o empieza...
­Yo estaba en una época estudiando en Estados Unidos, y mi papá estaba viviendo allá. Nos encontramos en Las Vegas con Carlos. El estaba histérico, salimos a comer a los casinos, y a la noche le dije "Don Carlos, acá está el manuscrito. Nosotros vamos a estar 3 o 4 días en Las Vegas, tómate lo que tú quieras en leerlo, y después juntémonos a conversar". Y apareció 10 horas después, a las 11 de la mañana. Estábamos en la piscina del hotel y apareció mi tío en el estacionamiento... yo nomás quería su bendición porque cuando estuvimos conversando le dije "Carlos yo lo voy a hacer, esto es sin negociación, pero me interesa que te sientas cómodo, no me gustaría que tú andes después por la vida no pudiendo mirar a la gente a los ojos". Mi tío cometió crímenes, dentro de todo no tan graves pero igual los cometió. Y claro, esto afectó también a la familia... en un principio también fue uno de los motivos de que no lo buscaran porque él había manchado el honor de la familia. Nos fuimos a, increíblemente, una librería Barnes & Nobles en Las Vegas. En el auto yo dije "no me hables, no me hables" así que nos fuimos escuchando música en el auto, pedimos cafés grandes y una vez que nos sentamos dije ok, hablemos y se llenó de lágrimas, estaba impactado y me dijo: "me diste una vida, me diste una narrativa" y para mí es donde yo siento que, más allá de lo que pase con este libro, fue para mí el cierre, o sea, nunca nadie me había hecho nada así. Un libro te puede ayudar a entender por qué cometiste este error, o por qué eres así. Yo creo por eso uno lee también, y uno anda buscando los libros que son parecidos a uno a la larga. Uno de los últimos libros que él ha leído es éste, y creo que le ayudó muchísimo.

Y publicar este libro, ¿fue cerrar algo importante de tu vida, un capítulo, pagar una deuda?
Yo lo encontré. Lo literario ocurrió antes de que el libro fuera libro, o sea, creo que el punto final, en lo que se llama pagar una deuda, sentir que se había cerrado algo importante interno, fue cuando yo lo encontré. Después creo que, cuando le puse punto final al libro, fue cerrar un ciclo. Me puse a filmar inmediatamente una comedia, no una comedia pura y dura pero una película mucho más positiva. Y también me pilló la cosa con mi edad, como diciendo ahora puedo pasar a ser un escritor como de mediana edad. Como que se acaba la juventud por fin, o sea, una etapa muy atroz que en mi caso duró quizás mucho tiempo, no tanto a nivel físico pero sí como de la mirada de los otros.


Se termina la juventud... Tu tío no parece ser un adulto...
Sí, ahora es verdad que yo todavía tengo muchos lectores jóvenes y todavía tengo temas, y yo creo que lo que sí ahora me hace sentir más tranquilo que también Missing es una novela de jóvenes en el sentido que es la historia de un tipo que nunca maduró, que tuvo actitudes adolescentes y claro, ahora me pilla en un momento en que quiero crecer o dejar de ser un escritor joven, en un momento en que casi todo el mundo ya dejó de crecer. Ahora me siento de nuevo un outsider. Antes yo me sentía así porque era joven y quería hablar de jóvenes y tocar temas como de la cultura pop, que era mal visto por el establishment. Y ahora yo quiero no ser joven y resulta que todo el mundo anda con zapatillas naranjas a los 50 años, se opera. Nunca una mujer cumple 42...


¿Y tenés una buena relación con los jóvenes?
­Los jóvenes, los pibes, tienden a contarme cosas de sus propias vidas y eso me parece alucinante, me han contado historias alucinantes, historias tan personales que no me atrevo a contarsélas a nadie de qué van.

¿Y cuando alguien te cuenta una historia así tan interesante, qué es lo que quiere, que vos la cuentes o lo quiere simplemente compartir? ¿Qué quería Carlos?
­Lo quiere compartir. Yo creo que a Carlos el libro le provocó algo y se dio cuenta de que todo relativamente, dependiendo del tono y el ánimo y el ambiente, se puede contar. Que todo puede ser entendido. O sea, tú me podrías decir yo maté a 3 o 4 personas en Salta por error y depende cómo está el tono yo podría no enojarme ni llamar a la policía, Ahora, yo te quería decir que ya deja de matar personas, ¿no?, pero yo creo que algo sí ocurre, y es que se sienten liberados y acogidos y tranquilos para contarme cosas. Y lo que yo uso, la teoría, que no es mía, es que todo el mundo tiene las mismas historias relativamente.
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