Juan Goytisolo y la Nueva gramática de la lengua española reciben en Toledo el Premio Don Quijote
"Todos los aquí presentes hemos sido "contaminados" por la invención cervantina y ningún tratamiento médico nos podrá curar". Las palabras de Juan Goytisolo sonaron hoy más convincentes que nunca en el Museo de Santa Cruz de Toledo, en la calle Cervantes, sobre un escenario con forma de baciyelmo y rodeado de tapices que mezclan las escenas bíblicas con episodios de la conquista de Tánger.
El autor de Señas de identidad -al que Julio Ortega, profesor peruano de la Universidad de Brown, llamó "español peregrino"-, viajó desde Marraquech para recoger el premio Don Quijote "a la más destacada trayectoria individual" en la misma ciudad en la que el narrador de las aventuras del ingenioso hidalgo decía haber comprado el original del libro, supuesta obra de Cide Hamete, autor arábigo. Todo parecía invención, en efecto.
En Toledo, delante del Rey, de la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, del presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, y del alcalde de la capital manchega, Emiliano García-Page, Goytisolo recordó a los dos ganadores de las ediciones anteriores -Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa- y reivindicó una "filiación cervantina", antidogmática e individualista, que lleva siglos sobreponiéndose a "las fronteras que separan lo que la lengua une".
"El Territorio de La Mancha es el de la Duda", afirmó también el escritor en la entrega de un galardón nacido para reconocer a los "protagonistas de la lengua española". Así lo dijo en sus palabras de bienvenida Ignacio Polanco, presidente de la Fundación Santillana (financiada por el grupo Prisa, empresa editora de EL PAÍS), la institución que, en colaboración con la Junta de Castilla-La Mancha, convoca unos premios dotados con 25.000 euros y con una escultura -una cabeza de lectora- de Manolo Valdés.
Hoy además el cervantino territorio de la duda se llenó de sabios. El premio Don Quijote "a la mejor labor institucional" -que en las dos ediciones anteriores habían recaído en Lula da Silva,el aún presidente de Brasil, y en Gloria Macapagal, presidenta de Filipinas- recayó en la Nueva gramática de la lengua española y a recoger su premio subieron al escenario los 22 representantes de las Academias de la Lengua. El grupo lo encabezaron Víctor García de la Concha, director de la española, y el vicedirector de la colombiana, la más antigua de las fundadas al otro lado del Atlántico. Minutos antes, Belisario Betancur había hecho el elogio de una obra colectiva que durante 11 años ocupó a 127 filólogos de las 22 Academias, coordinados por Ignacio Bosque y con la "fundamentación" de cerca de veinte mil textos y cuarenta mil ejemplos recogidos en dos volúmenes de 3886 páginas.
Betancur, lo ha contado su amigo García Márquez, fue presidente de Colombia sin dejar de ser lector de poesía -aunque fuera a las tres de la madrugada-, y hoy, de la Grecia clásica al Renacimiento florentino, trazó el árbol genealógico de las academias para recordar que "la tierra fue redonda primero en español". Fue en 1492, el año de Colón pero también el de Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática de una lengua por entonces todavía pequeña, nacida en la vieja Castilla y, más de cinco siglos después, tan castellana como de la Venezuela de Andrés Bello o de la Colombia de Rufino José Cuervo, dos gramáticos sin fronteras.
El intelectual y político antioqueño elogió el esfuerzo de la Nueva gramática -"más que un tratado un signo de identidad" según Bosque- para la integración del "lenguaje de todos los hispanohablantes, sus matices y diferencias". Y recordó un letrero en una pared de Ciudad de México, donde a los camioneros que transportan materiales de construcción se les llama materialistas: "Se prohíbe a los materialistas estacionarse en lo absoluto".
Belisario Betancur dedicó su intervención a los impulsores del grupo Santillana, Jesús de Polanco y Francisco Pérez González, fallecido la semana pasada. La memoria de ambos editores estuvo presente también en el discurso de José María Barreda, en las palabras de la ministra de Cultura -"Pancho nos enseñó que la palabra nos puede llevar muy lejos", dijo de Pérez González- y en las del Rey. "La lengua es una potencia vinculante", dijo luego don Juan Carlos citando a Pedro Salinas. Y añadió: "El idioma nos une, nos vincula, y nos hermana". Como reza el lema elegido por las academias para presentar su flamante trabajo, el español es de todos. Y gratis. La nutrida presencia de autoridades -del Rey abajo- en la entrega del premio Don Quijote ayer en Toledo habría sido muy del gusto de Sansón Carrasco, el mismo que al poco de arrancar la segunda parte de la novela de Cervantes recuerda a Sancho, futuro gobernador de la Barataria, que "los que gobiernan ínsulas por lo menos han de saber gramática".
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