Un psiquiatra y dos escritores discuten el vínculo entre el arte y la demencia
Los delirios de Don Quijote; las 'depres' de Hamlet; el narcisismo de Mozart; el trastorno bipolar de Van Gogh; la hipersensibilidad de Chopin; la paranoia de Panero... Qué sería del arte sin las enfermedades mentales.
"No, no, ésa es una confusión peligrosa", corrige Jesús de la Gándara, jefe de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos y autor de un blog sobre salud mental en EL MUNDO.es. "Es cierto que, entre las personas hipercreativas, las enfermedades mentales se dan con más frecuencia, porque también son personas hipersensibles. Pero en ningún caso la creatividad procede de la enfermedad mental, ni la enfermedad mental procede de la creatividad".
Así que hoy, Día Mundial de la Salud Mental, toca poner en crisis el tópico del poeta loco y bohemio. Poeta y bohemio, sí, pero loco, no. "En cualquier caso, uno encuentra artistas depresivos y bipolares. No hay esquizofrénicos ni psicóticos, que es en lo que pensamos cuando se habla coloquialmente de locos", explica De la Gándara, que dirigió hace un tiempo un estudio sobre la patobiografía de más de 60 poetas suicidas. "Porque eso es verdad, los poetas se suicidan bastante".
"No me interesan los locos tanto como las personas que están en el límite", explica FresánQué hablen los escritores: el argentino Rodrigo Fresán ha llenado sus novelas de enfermos mentales: 'Jardines de Kensington', 'Historia argentina', 'Magma'... "Sí, puede que tendamos a embellecer la locura. Desde el 'Quijote' se hace y funciona...", se disculpa.
¿Qué significa eso de 'funciona'? "Significa que son personajes que no tienen límites, en primer lugar. Y, sobre todo, que ofrecen una voz fascinante en la que explorar. Muchas grandes novelas están construidas sobre la voz de una persona alterada. Estoy pensando en el Humbert Humbert de 'Lolita', en los personajes de John Banville...".
"De todas formas", continúa Fresán, "no me interesan los locos tanto como las personas que están en el límite". Y ahí, Fresán coincide con su colega Alejandro Gándara, que organizó en la Escuela Contemporánea de Humanidades, un curso sobre literatura y enfermedades mentales.
"Me interesa la locura de los 'normales', esos que se pasean por la vida cargados de razón, de eficiencia y tratando de demostrar continuamente su valía. Hoy en día, hay que padecerlos en todas partes y la que de verdad me interesa es la literatura que los descubre y los pone en evidencia", explica.
"La locura ha sido muy prestigiada como asunto de la narración y como asunto de la poesía, al menos desde Rimbaud", continúa. "Esa fascinación tiene mucho que ver con el narcisismo creador del siglo XX y estos principios del XXI. Todo el mundo quiere crear: desde el peluquero al gastrónomo, pasando por las criaturas más diversas y desde luego por las artes convencionales. Pero el loco que ya no tiene regreso, el verdaderamente loco, carece de un discurso que se pueda comunicar, carece de recursos amplios y tiende a convertir todo lo que hace en idiolecto (tan repleto de lógica y tan estructurado como no conseguiría nadie que no estuviera auténticamente loco)".
"Me molestan las novelas y las películas que llevan al loco al terreno del gran guiñol, a la locura barroca... Hay algunos relatos de Poe como 'El delator' o 'El gato negro' que son un ejemplo. Me interesa mucho más la locura cuerda", subraya Fresán.
"El mito del artista loco es muy atractivo visto desde fuera", concluye el otro Gándara, el psiquiatra. "Creemos que nos va a abrir las puertas de la creatividad, pero las puertas de la creatividad se abren por otra cosa. Se abren porque se posee una inteligencia en particular, abierta, dispuesta a entender dos ideas contradictorias al mismo tiempo".
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