En la entrada al laberinto -que ya de por sí alude a una de las metáforas más usadas por Borges- hay dibujada en el suelo una rayuela, en homenaje a la novela más conocida de Cortázar
Dentro del laberinto, además de Borges y Cortázar, es posible encontrarse con rincones dedicados a 45 autores argentinos que van desde José Hernández, autor del "Martín Fierro" -considerado por muchos como el poema nacional argentino- hasta autores de vanguardia como Leopoldo Marechal o el surrealista Oliverio Girondo.
También hay espacio para un historiador como Florentino Ameghino cuya obra, sin embargo, tiene mucho que ver con la mitología por su célebre tesis, que en su momento fue refutada por la comunidad científica internacional, de que el hombre es originario de las orillas del Río de la Plata y no de África o Asia.
"Hacemos un recorrido por nuestra literatura desde Mariano Moreno (1778-1811) hasta Juan José Saer (1937-2005)", dijo hoy la presidenta del comité de organización del Fráncfort argentino, Magdalena Faillace durante la presentación del pabellón.
"Queríamos mostrar que ni siquiera en los peores momentos de nuestra historia en Argentina ha dejado de producirse cultura", agregó.
Faillace sostuvo que la concepción general del pabellón tiene que ver más con la idea que tenía Cortázar del laberinto que con la de Borges.
"Para Borges el laberinto es el caos, para Cortázar en el centro no sólo está el minotauro sino también el poeta que libera a las personas de las limitaciones de la sociedad burguesa", dijo Faillace.
Sin embargo, en algunos momentos, era imposible no tener la sensación de que en el centro del laberinto mostrado en Fráncfort no estaba tanto el poeta como la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner.
El laberinto propiamente dicho está rodeado de paneles con fotografías alusivas a la historia argentina. De doce paneles, hay al menos dos centrados en la imagen de la actual presidenta y eso hizo que durante la presentación saltase la pregunta acerca de si no se estaba incurriendo en una especie de culto a la personalidad.
"No se trata de un homenaje a la presidenta sino de mostrar la política de inclusión social de nuestro gobierno que le está devolviendo los derechos a todos los que quedaron excluidos por la fiesta neoliberal de los noventa", se justificó Faillace.
En el pabellón, hay también una sección dedicada al horror de la última dictadura militar con sus legiones de desaparecidos y una pared en donde están escritos los nombres de una serie de autores y periodistas asesinados por los militares.
En la misma sección, hay una esquina dedicada a los libros que estuvieron prohibidos y que, según dijo Faillace, muchos argentinos tuvieron que quemar o que enterrar en sus jardines.
Otros temas que se abordan en el pabellón son la diversidad de paisajes -el rincón más "turístico" de la exposición-, la historia de la inmigración y su aporte económico y cultural a Argentina así como el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el país.
Además, al lado del auditorio donde durante la semana se celebrarán más de medio centenar de actos, hay unas vitrinas dedicadas al Ché Guevara, Gardel, Eva Perón y Maradona.
A esos cuatro personajes, además de a Cortázar y Borges, los ha denominado "iconos" argentinos y estuvieron muy presentes en las primeras discusiones sobre los planes para la presentación.
En el diseño final, sin embargo, su papel es marginal aunque hoy Faillace se detuvo sobre todo en el Ché -como ideal revolucionario- y en Eva Perón, a quien ve como el símbolo de una política social de la que el actual gobierno dice sentirse heredero.
Cada icono está acompañado de un texto literario: el Ché Guevara de un poema de Cortázar, Gardel de un texto de Ezequiel Martínez Estrada sobre el tango, Eva Perón de la letra de una canción de María Elena Walsh y Maradona de un texto del escritor uruguayo Eduardo Galeano.
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