LIBROLa novela rinde tributo a James Joyce a través del viaje de un prestigioso editor jubilado al Dublín del Ulises para celebrar las exequias de la era Gutenberg, aniquilada por el auge de lo digital
El actor Dermod Lynskey, disfrazado de Joyce, en el Bloomsday del 2004.
fOTO: AP / JOHN COGILL.fUENTE:Elperiodico.com
"Había expectación por ver el rumbo que tomaba la nueva novela de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) después de los cuentos de Exploradores del abismo y habiendo cerrado una excelente trilogía sobre las patologías de la escritura literaria en el siglo XXI, cifradas en los síndromes de Bartleby (el escritor enmudecido), Montano (el escritor emboscado), Pasavento (el escritor desaparecido). Había en ellas una sugestión nihilista que, aun conectando con la gran literatura moderna (Melville, Kafka, Walser, Musil, el surrealismo...), remitía a los teóricos postestructuralistas franceses en su empeño por desahuciar la figura del autor. De hecho, se diría que los escritores inventados por Vila-Matas que se refugiaban en la inhibición estaban replicando tácitamente al formidable ejército de apologetas del texto como artefacto autosuficiente y del lector como héroe de la transacción literaria.
EXPLORADOR DE LA MODERNIDAD/ Siempre he pensado que la actitud de Vila-Matas es más la de un lúcido explorador de la modernidad que la de un cínico obrero de reciclaje posmoderno, porque para él la literatura no es solo una mesa de trucos y disfraces sino también una vía de conocimiento. En Dublinesca esto se pone de manifiesto de manera brillante a través de un homenaje al más moderno de los modernos, James Joyce, y su mitificado Ulises.
El homenaje reviste la forma de un funeral por la era de Gutenberg, de la que Joyce y su obra vienen a ser iconos conspicuos, él porque simboliza al genio literario (el autorUlises en cuanto cumbre de una concepción aventurera y sacerdotal de la literatura que exige, como contrapartida, a un lector activo y con talento.
Samuel Riba había sido un prestigioso editor literario antes de jubilarse. Ahora, tras superar un grave percance de salud que le ha obligado a dejar el alcohol y que ha restablecido la normal atonía en su matrimonio, está hundido en el tedio, rendido al autismo informático que le tiene pegado al ordenador y arrastrando una extraña relación inmadura con sus ancianos padres. Convencido de que un viaje al Dublín joyceano lo sacará de ese impasse, recluta a algunos escritores y organiza una expedición para el bloomsday –el 16 de junio en que sucede el Ulises– con el propósito de celebrar allí las exequias de la literatura, aniquilada por la expansión de lo digital. Este cambio de protagonismo del escritor al editor es muy significativo. Entre sus frustraciones, Riba acarrea la de no haber descubierto a ningún auténtico autor genial, que a su entender es lo único que justifica el oficio de editor, y su antiguo colaborador Gauger atribuirá este eclipse de la genialidad «al profundo desaliento que recorre nuestra época, a la ausencia de Dios y, en definitiva –decía—, a la muerte del autor».
VIGOR ANGLOSAJÓN / ¿Estamos ante una irónica palinodia, una leve retractación de Vila-Matas por haber contribuido a la literatura del desaliento? No lo creo, porque en su trilogía testimonió el estado de extenuación de la imaginación literaria en el cambio de milenio, pero en lugar de sumarse dócilmente a él (por ejemplo con una escritura de trama gruesa inspirada en las teleseries o el cine dirigida a «una gran masa analfabeta creada deliberadamente por el Poder») lo convirtió en objeto de reflexión y repudio. Y la mejor prueba en esta Dublinesca es la repetición, como leitmotiv, de una frase del Ulises: «Siempre aparece alguien que no te esperas para nada», por ejemplo el autor con talento. Como Riba, Vila-Matas quiere dar aquí su «salto inglés» (por algo recorren la novela fantasmas de diverso pelaje), un salto desde la evanescencia francesa al vigor narrativo anglosajón. Y ese salto lo ha dado, la cabriola en el aire es magnífica, estemos alerta a ver cómo cae del otro lado.
DUBLINESCA
Enrique Vila-Matas
Seix Barral. 328 páginas.
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