Harlan Coben es uno de los autores de novela negra con mayor éxito de nuestros tiempos, con 40 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.Hoy se pone a venta en España su último trabajo, Desaparecida"
"Con paso enérgico, un hombre alto, corpulento y con la cabeza rapada entra en el restaurante del hotel Le Meurice, enfrente del Jardin des Tuileries. Saluda con un fuerte apretón de manos a su interlocutor, se quita la gabardina, se sienta y, en la penumbra del lugar, uno de los más selectos de París, ojea la carta. Agita la cabeza ostensiblemente de derecha a izquierda y, con una mueca sonriente, exclama: "¡Estos franceses están chiflados! ¡Los precios son carísimos! ¡En esta ciudad todo es así!" (en la mesa de al lado, por un momento, se gira a mirarnos una señora con un vestido con manchas de leopardo). Poco después, el comensal pide acompañar su pedido con "una Coca-Cola con mucho hielo, con muchísimo hielo picado, por favor, que aquí en Francia ponen siempre muy poco". Ante el estupor del camarero, que retira discretamente la carta de vinos, el hombre aclara: "Es que soy americano". "Por supuesto, señor".
Nuestro hombre es Harlan Coben (New Jersey, 1962), uno de los autores de novela negra con mayor éxito de nuestros tiempos –ha vendido, dice su editorial, 40 millones de ejemplares en todo el mundo– y un auténtico fenómeno en países como Francia o EE.UU. Hoy se pone a la venta en España Desaparecida (RBA en castellano, La Magrana en catalán), novena entrega de las andanzas de Myron Bolitar, un representante de famosos que siempre se ve envuelto en los más complicados casos. En esta ocasión, acude a París en respuesta a la misteriosa petición de una ex amante, pero se verá implicado en el asesinato del ex marido de esta. El Mossad y el terrorismo internacional andan por ahí. Coben mide 1,94 metros y dicen que su editorial norteamericana le paga 4 millones de dólares por cada nuevo libro.
¿Conoce España?
Cuando estudiaba en la universidad, solía trabajar los veranos en la Costa del Sol, en Fuengirola, en Benalmádena, en lugares para turistas norteamericanos. De día hacía de guía turístico y, por la noche, trabajaba en una discoteca. De hecho, en España escribí mi primera novela, que jamás he publicado, es horrible y pretenciosa, sobre un chico americano que trabaja en la Costa del Sol. En el 2005 estuve en Barcelona, con mi mujer y mis cuatro hijos, porque mi hermano tiene una casa en Begur y fuimos a visitarle.
¿Cuántos libros ha escrito?
Casi veinte.
La devoción que sienten por usted los franceses es impresionante...
Es tal vez el país europeo donde más seguidores tengo. Han rodado una película, "No se lo digas a nadie", basada en mi novela, y realmente es muy buena. Pero yo no hablo ni una palabra de francés, no entiendo nada de lo que me dicen... Ahora van a adaptar Desaparecida.
¿No preferiría Hollywood?
¿Yo? ¡No! El cine francés es más sutil, y estas películas tienen presupuesto. Si no me han hecho ofertas semejantes en EE.UU, ellos se lo pierden. Hollywood es un mundo complejo e interesante, pero no puede uno estar esperando que le llamen. Los franceses han entendido que yo escribo historias de amor, paralelamente a la intriga policíaca, y para mí eso es importante.
En este libro, la, digamos, vulgaridad o campechanía de su personaje, prototipo del americano medio, contrasta con el París sofisticado y monumental. O con Londres, son ciudades clásicas vistas con unos ojos sencillos, como si un comedor de palomitas visitara la Capilla Sixtina...
Mis pensamientos sobre París coinciden con los del personaje, me encanta y a la vez me divierten algunos aspectos. El contraste entre americanos y europeos es muy interesante.
Pero, incluso cuando le detienen en la calle, se escandaliza de que en Europa hay menos garantías para los detenidos.
Esos comentarios buscan, ante todo, ser divertidos, yo mismo me reía al escribirlos. Es mi visión como extranjero, y es cierto que aquí no le leen a uno los derechos.
La vida privada de los personajes tiene mucha importancia...
Lo que yo intento es traer el thriller al siglo XXI. Mis personajes sienten como la gente común, viven historias de amor de nuestros días, tienen padres e hijos, y se relacionan con ellos de un modo muy actual, esa es otra constante en mi obra. Si piensa en cosas por las que gente mataría no hay tantas. La familia es una de ellas. Ser padre, ser hijo... son cosas esenciales en nuestra identidad.
Pero Bolitar no tiene mujer, no tiene familia...
Es un problema para él. Lo creé muy parecido a mí, pero con leves cambios: él juega a baloncesto como yo hice, pero es mejor. Es más fuerte y un amigo más leal que yo. Él tiene éxito con las mujeres pero no se estabiliza, mientras que yo llevo 28 años con la misma mujer.
¿Cómo lo describiría?
Lo que quería era coger al detective a la antigua, tipo Dashiell Hammett o Raymond Chandler y convertirlo en alguien del siglo XXI. Los detectives de Chandler se pasean solitarios pensando por las calles. La vida de los míos es más frenética. tienen estrés laboral, amigos juerguistas, relaciones contradictorias con sus padres, son más sensibles, menos fríos que el arquetipo tradicional. Es el hombre común convertido en héroe, ante todo siente y vive como un hombre cualquiera. No es policía ni abogado porque a mí no me interesan los juicios ni los procedimientos judiciales. Me trae sin cuidado cómo trabaja la policía, sus rutinas de investigación, no es lo mío hacer un "CSI" en novela, me aburre seguir una huella dactilar. Me interesa más describir cómo un entrenador de baloncesto puede traumatizar a un chico con un comentario sobre su modo de jugar, eso lo he vivido con mis hijos...
En la novela, ese entrenador acaba recibiendo una buena paliza...
En cierto modo, ha sido mi venganza.
Bolitar zapea con fruición, bebe batidos de chocolate como si fueran un delicado néctar...
Lo importante es que sea real, con todas sus inseguridades. No escribo sobre asesinos que matan sin ninguna razón. No escribo sobre conspiraciones internacionales contra el presidente. Escribo novelas sobre gente como usted y como yo. Gente que hace las cosas lo mejor que puede, que intenta vivir el sueño americano. Y luego muestro adónde van a parar esos sueños y cómo surgen el drama y la devastación. Escribo de hombres normales, de familias en peligro.
Bolitar es hasta romántico, comparado con su compañero Win
A Win le encantan las mujeres, en plural, pero a Myron le gustaría enamorarse de solamente una.
¿Tan diferentes son los franceses de los norteamericanos?
Creo que los franceses son más románticos. Los americanos son mas puritanos en cuanto a las prácticas sexuales, pero más directos en las citas, más pragmáticos. Los franceses asocian más el sexo al romance, parece que no se puedan ir a la cama si no han creado antes una gran magia.
Pero en este libro no hay mucho sexo.
No suelo poner mucho, es muy difícil escribir bien sobre sexo.
El ritmo de la novela es endiablado...
Para mí lo importante es enganchar al lector, que no pueda parar de leer, que se enganche, que se pase una noche en blanco. Me insultan algunos de sus colegas periodistas cuando me dicen que se han podido leer 200 páginas. Me siento un fracasado.
Los diálogos son esenciales...
Tienen que divertir y revelar la personalidad y la psicología del personaje. A través del lenguaje debe saberse a qué escuela ha ido, qué religión tiene, si es rico o pobre... En mis libros suceden tragedias y es imprescindible usar el humor como contrapeso. Por eso se hacen tantas bromas, hay ingenio verbal en las réplicas. En mis primeros libros el humor era un poco forzado pero ahora siento que ya domino la frescura de los diálogos.
Hay un elemento que recuerda al cine americano: la descripción detallada –casi técnica– de las peleas.
Sí, es mi libro más violento, me lo exigía la acción. Mi libro anterior tenía 15 puntos de vista diferentes y sucedía en una pequeña comunidad. En este quise hacer lo contrario: un único narrador, en primera persona, y una trama amplia, que pasara en varias ciudades.
Pero ¿usted sabe luchar?
Algo he aprendido. Quería que sonara todo real, soy muy psicológico, me interesa mostrar si el luchador siente miedo y cómo influye lo que piensa en sus movimientos. Mi mente de escritor se centraba en esa pérdida de control, en esa suspensión total de la realidad que siente todo combatiente entregado a una pelea cuerpo a cuerpo.
¿Cómo describiría a Win?
Es mi doctor Watson particular. Millonario, muestra el lado oscuro de las cosas, sabe manipular y tiene contactos. Está basado en mi compañero de habitación en la universidad.
¿Y qué me dice de las dos secretarias de la oficina?
Son ex luchadoras de wrestling, no sé por qué. No las veo como personajes secundarios, pues hablan de tú a tú con Myrton de sus casos y negocios.
Vemos al Mossad, a Hamás, ¿hizo mucha investigación?
No. Las novelas con mucha investigación previa tienen un problema: el autor quiere demostrarte que la ha hecho y dedica páginas y páginas a explicarte cómo vuela un avión, cómo estalla un explosivo. No. no. no... la documentación no debe ser una excusa para dejar de escribir la historia. Soy un esclavo de la trama, sólo me debo a ella. Empiezo a escribir un libro en enero y lo entrego siempre el 1 de octubre. Vengo de un medio de gente trabajadora, no soy un artista, esto es un trabajo, y no conozco a ningún fontanero que se levante y diga: "¡Oh, no, hoy no voy a poder arreglar estas cañerías!". Para mí el escritor es como un fontanero.
Las sorpresas de la trama ¿están planificadas desde el principio?
Para mí también lo fueron, a medida que iba escribiendo. Cuando empiezo un libro, solamente conozco el principio y el final. E.L.Doctorow dijo que escribir es como conducir de noche con niebla. Así me siento yo, cualquier imprevisto me sorprende como una liebre.
Ya que cita a Doctorow, ¿cuáles son sus autores favoritos?
El que más me gusta es Philip Roth, un vecino de New Jersey, como yo, aunque ya no viva ahí.
Para algunos, es imposible leer a Doctorow y a Roth y a la vez sus libros.
Qué absurdo, eso lo dice gente que no lee, no lo entiendo. Yo leo a autores literarios pero también me encantan esos libros que te llevas de vacaciones a la playa, y que acabas en la habitación del hotel con un cóctel en la mesita de noche. ¿A quién no? Alexandre Dumas y Victor Hugo eran escritores de crímenes, en realidad. Philip Roth tiene varias obras de misterio.
No ha citado a Dan Brown, que es uno de sus fans.
Ah, claro, es que fuimos juntos a la universidad de Amherst. Ninguno de los dos, por cierto, estudió literatura, yo hice ciencias políticas. Yo obtuve el éxito primero y él me leía con admiración, quería que le leyeran tanto como a mí, me enviaba sus manuscritos para que opinara, me preguntaba: ¿qué cambiarías tú? ¡Me envió El código Da Vinci, ja, ja!
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