En El juego de Ripper, Isabel Allende logra construir una novela policial correcta, pero con personajes sin complejidad psicológica
El juego de Ripper. Es la primera incursión de Isabel Allende en el género del policial. |
Isabel Allende da un paso al frente y se atreve, en su última
novela, con un género al que nunca antes se había acercado: el policial.
Todo hay que decirlo, la idea no fue suya. Fue a su agente, la catalana
Carmen Balcells, a quien se le ocurrió que podría funcionar si la
bestseller chilena y su marido, el también escritor (él sí de
policiales) William C. Gordon, escribieran juntos una novela de este
género. Pero el matrimonio no pudo cumplir los deseos de Balcells y
trabajar en equipo. Cuenta Isabel Allende que cuando consideraron la
idea ambos se dieron cuenta con rapidez de que terminarían “peleando en
serio” si trabajaban juntos. Su forma de trabajar es muy diferente:
Allende escribe en castellano y dice poder escribir once horas seguidas,
mientras su marido, así lo afirma ella, además de escribir en inglés,
tiene una capacidad de atención de no más de once minutos. La idea
original de formar un tándem cayó, así, en saco roto y lo que en un
principio iba a ser un proyecto conjunto dio lugar a El juego de Ripper
(Plaza & Janés): un policial que viene a cambiar de forma radical
el rumbo habitual de la narrativa de Allende y que, como cada uno de sus
libros, de los que se han vendido más de 60 millones de copias en todo
el mundo, ya es número uno de todas las listas de ventas.
La
acción transcurre en la californiana Bahía de San Francisco, un lugar
que la autora conoce bien, ya que allí vive con su esposo desde hace dos
décadas. En ese escenario, una serie de violentos asesinatos comenzarán
a aterrorizar a la población y terminarán siendo resueltos no gracias a
la pericia de los detectives de la policía, que la escritora pinta como
un cuerpo bastante ineficaz en el que los trámites burocráticos no
hacen sino entorpecer las investigaciones, sino por un grupo de
adolescentes socialmente inadaptados, liderados por la inteligente
Amanda Jackson, que se reúnen online para jugar a “Ripper”, un juego de
rol creado originalmente para resolver los crímenes que Jack el
Destripador cometió en el Londres del siglo XIX, y cuya lógica terminará
siendo decisiva para descubrir al asesino que anda suelto por San
Francisco.
Como no podía ser de otro modo, aunque se anime con
otros géneros, una suerte de atmósfera “mágica” recorre la novela desde
el principio: antes de que comience a correr la sangre, una astróloga
muy reconocida en la ciudad, predice todo lo que pasará después. Otro de
los personajes centrales, Indiana Jackson, la madre de Amanda, emplea
métodos muy poco tradicionales para sanar a los pacientes de la clínica
holística de la que es propietaria. Se siente el componente mágico, pero
Isabel Allende deja claros sus principios al respecto y hace que Amanda
Jackson afirme en la novela que “el realismo mágico está pasado de
moda”. La escritora califica su novela de realista y afirma que esa es
la realidad de California, que ella conoce: astrólogos, brujas,
videntes, médiums que comunican a perros y gatos muertos con sus amos...
que “si estas cosas pasan en Latinoamérica se llaman realismo mágico
pero si pasan en el llamado primer mundo son más aceptables”.
Si
bien la novela es un intento de seguir la estela del policial
escandinavo, como Jo Nesbo o Stieg Larsson, su atmósfera optimista roza
lo naíf y no pasa de ser algo así como un ejercicio de estilo alejado de
toda profundidad. Tampoco el foco de la historia está donde el thriller
suele ponerlo: en los crímenes, sino, y muy al estilo del resto de la
producción de Allende, en los personajes, sus vínculos familiares y sus
vidas. Podría decirse que El juego de Ripper es una suerte de
“hermana adolescente” de las novelas policiales de los citados autores
nórdicos, cuyas oscuras narraciones están siempre marcadas por un
profundo pesimismo. En este sentido, los de Isabel Allende no son
personajes demasiado interesantes, y no tienen un pasado definido que
los haga ser lo que son ahora. Por no hablar de lo poco creíble que
resulta el hecho de que sean unos adolescentes devenidos en sagaces
detectives quienes resuelvan el entuerto.
Como en un
planteamiento de la lógica más básica, se van sucediendo los hechos, los
chicos utilizan las normas del juego para seguir las pistas y el
camino, siempre en línea recta, conduce directamente a la verdad. No hay
zonas oscuras ni complejidades en la novela: por esta vez, y esperando
que, por la salud del género, no siente precedente, el resultado de
sumar dos más dos es cuatro. Cabe reconocer que es evidente el proceso
de investigación de la escritora, y su intento, digamos, de conocer por
dónde van los derroteros del policial en la actualidad, logrando así
componer una estructura correcta donde el “villano” es creíble –Allende
se asesoró hablando con policías, detectives, forenses, químicos y hasta
con un asesino en serie– y las nuevas tecnologías facilitan la
investigación. Se ciñe incluso a las más recientes tendencias del género
al eliminar la figura del policía-héroe que, prácticamente solo, era
capaz de resolverlo todo. El policía de El juego de Ripper es un
hombre de pensamiento lento, que no destaca por su sagacidad y que no
habría descubierto nada de no ser por la ayuda de los precoces
adolescentes.
Seguramente, este experimento literario de Isabel Allende no decepcionará a sus fans, pero está bastante lejos de ser un thriller
en toda regla y más cerca de ser una novela de misterio para
adolescentes. Es posible que aleje a aquellos consumidores del policial
que buscan en ese tipo de novelas la tensión, la crudeza y la
complejidad psicológica de los personajes.
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