Un expolicía revela, 35 años después, detalles de la muerte de Josef Mengele ahogado en una playa de São Paulo
A la izquierda, Josef Mengele (1911-1979). / Universal History Archive/Getty Images./elpais.com |
La playa de la Ensenada, en la ciudad de Bertioga, en el litoral del
estado brasileño de São Paulo, fue hace 35 años el escenario de los
últimos momentos de vida del llamado ángel de la muerte de
Auschwitz. Contra el final que muchos habrían esperado para un criminal
nazi, murió cuando se daba un baño en el mar, posiblemente debido a un
ataque cardíaco. Tal vez su nombre Josef Mengele suene desconocido para
las nuevas generaciones. Pero su trabajo como médico del régimen de
Adolf Hitler simbolizó como pocos los horrores de los campos de
concentración y exterminio.
Hay un hombre que jamás olvidará aquel 7 de febrero de 1979. Espedito
Días Romão, brasileño de unos 30 años, entonces cabo de la Policía
Militar del Estado de São Paulo, llegó casi al atardecer a la playa,
cercana al centro comercial de Bertioga, tras recibir una llamada que
informaba de que había un cuerpo en la playa. Al llegar al lugar, afirma
haber visto una pequeña aglomeración alrededor de un hombre tumbado en
la arena.
Según constaba en el modelo 19, el antiguo documento que identificaba
a los extranjeros en Brasil, se trataba del austríaco Wolfgang Gerhard.
“Cuando llegué, el cuerpo estaba tirado en la franja de arena. Todo
indicaba que le sacaron del mar ya sin vida. Era un señor blanco y con
bigote, que no presentaba señales de ahogamiento comunes, como vómitos y
agua expelida por la boca. Llegué a pensar que se trataba de un caso de
muerte súbita”, cuenta.
En el informe policial, que apuntaba al ahogamiento y a una parada
cardíaca como causas de la muerte, se decía que Wolfgang tenía 54 años,
era viudo, trabajaba como técnico mecánico y residía en el barrio de
Nuevo Brooklin, en São Paulo. “Según los testigos, la víctima se bañaba
en el mar, se sintió mal de repente y murió ahogada, aunque fue
socorrida por los vecinos”, asegura una copia del documento que Dias
mostró al EL PAÍS.
En verdad, Wolfgang era Mengele, según se descubriría años después
tras una intensa investigación científica, que aún hoy es objeto de
polémica y genera todo tipo de teorías sobre el verdadero destino final
del médico nazi. Incluso se especula con que fuera en Estados Unidos.
Aquel hombre encontrado muerto en la pequeña Bertioga era uno de los
criminales más buscados del mundo desde el final de la Segunda Guerra
Mundial y habría pasado por otros países de Latinoamérica, como
Argentina, antes de llegar a Brasil.
Como médico en Auschwitz, además de capitán de las SS, Mengele
seleccionaba entre los prisioneros a quienes podían trabajar, quienes
iban directamente a la cámara de gas y a los niños, mujeres y hombres
con peculiaridades físicas que utilizaba para sus experimentos. Sus
experiencias con seres humanos, sobre todo gemelos judíos y gitanos
pasaron a la historia como uno de los capítulos más inhumanos del siglo
XX.
No hubo muchos testigos de la muerte de Mengele en Brasil, según el
testimonio de Dias. La playa estaba casi vacía en el momento del deceso.
Bertioga, un distrito de la ciudad de Santos hasta que se independizó
en 1991, posee actualmente cerca de 50.000 habitantes. En la época, Dias
estima que eran unos 6.000. “Estaba todo prácticamente desierto y el
mar, tranquilo. Parecía que solo hubiera tres personas en la Ensenada”,
recuerda.
El ex policía militar se refiere así a la pareja de austríacos que
acompañaba a Mengele en el paseo, Wolfram y Liselotte Bossert. Los tres
compartían una casa de verano localizada a cuatro manzanas de la playa,
en una área no asfaltada, según Días. Liselotte acabaría siendo
procesada en 1985 por fraude de documentos tras presentar un DNI falso
de Mengele en el día de su muerte. Wolfram, por su parte, fue
identificado como un oficial del Ejército nazi que vivía en Brasil desde
la década de los 50.
“Llevaron a Wolfram Bossert a urgencias por el esfuerzo que le supuso
sacar a Wolfgang del agua. Y tenía una estructura ósea bastante
fuerte”, comenta Días. El cuerpo de Wolfgang, por su parte, fue llevado
al Instituto Médico Legal (IML) de Santos para realizarle exámenes
complementarios. La causa oficial de la muerte sigue siendo un misterio.
Wolfgang-Mengele sería enterrado al día siguiente en el cementerio
del Rosário, en la ciudad de Embu, en la región metropolitana de São
Paulo.
Giro inesperado
En 1985, sin embargo, hubo un giro inesperado que marcó los sucesos
de aquella tarde soleada de febrero. El hecho adquirió dimensiones
históricas y atrajo la atención de diversos medios de comunicación
brasileños e internacionales. “Un reportero me contactó y comenzó a
preguntar si había sido yo quién había acudido a Bertoga en 1979. Ahí
todo salió a la luz.”
El caso se reabrió y los peritos acabaron ordenando la exhumación del
cádaver de Mengele hasta que una prueba de ADN confirmó, en 1992, que
los restos mortales eran del monstruo nazi. Entre incontables
entrevistas concedidas, Dias tuvo que relatar el suceso a la Policía
Federal de São Paulo. Recuerda que, con la enorme repercusión del caso
en Brasil y en el exterior, Bertioga alteró su rutina en aquella época.
“La ciudad que era más tranquila, pacata, sufrió un impacto muy
grande”, dice. “Pensaba a menudo cuántas veces habría viso a Mengele en
vida”, añade. Días también trabajó en una base de la policía militar en
uno de los puntos de entrada de la ciudad, en el ferry que la une al
municipio del Guarujá.
Hoy, Días es jefe de tráfico y transporte del municipio de Bertioga,
después de entrar en la reserva como sargento primero. A los 68 años, el
minero que llegó a la ciudad a finales de la década de 1960 como
policía de carreteras, se enfrenta a los desafíos de la congestión
viaria. Y, de forma sencilla, pero a la vez muy objetiva, resume su
sentimiento en torno al caso Mengele, antes de retornar a su ocupación.
“Queda la compasión por las personas que perdieron la vida de forma tan trágica. Hoy el mundo es un lugar mejor.”
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