Luther es excesivo, está al borde de la locura, no tiene una relación muy estricta con las normas, ni con las jerarquías, ni con las leyes sagradas del trabajo policial. Es brutal y violento. Es adorable. La serie es magnífica, el libro está a la altura. Lean y disfruten
Portada El origen de Neil Croos./elpais.com |
Neil Cross
(Bristol, 1969) es el creador de uno de los mejores personajes
policiales de la historia de la televisión. Luther, interpretado de
manera sublime por Idris Elba,
es un policía obsesivo hasta límites insospechados, bueno, capaz de
casi cualquier cosa para que el mal pague por sus actos o al menos para
que los inocentes tengan alguien que luche por ellos. Viendo la
magnífica serie, ignorante de mí, dije en Twitter que Luther era un
personaje por el que el 90% de los escritores del género negro darían un
brazo. Me llega entonces un mensaje de Óscar Palmer, excepcional
traductor y alma de Es Pop ediciones, y me dice que Cross ha escrito la
novela, que es buena, que hace justicia al personaje. Y aquí estamos.
Luther. El origen (Es
Pop, traducción de Óscar Palmer) es una demostración de la capacidad de
Cross para crear un personaje único y ponerlo al límite, para apabullar
al lector con un ritmo incansable, para llevar a la novela lo que ya
había triunfado en la televisión. Un libro para amantes de la serie y
para aquellos que no la hayan visto, una exploración del infierno que
vive un personaje único.
Luther. El origen es una precuela en todo el
sentido de la palabra. Su escena final es el principio de la serie de la
BBC, sin que por contar esto vaya a desmerecer para nada el libro. Al
contrario. La historia es tan buena, los demonios internos que afligen
al detective John Luther están tan bien retratados, el personaje está
llevado al límite con tanta maestría que no importa el desenlace. Y eso
que es bueno, duro.
Aviso
para creyentes en el bien absoluto: Luther hace el mal, se salta la
ley, agrede e intimida a testigos, amenaza y golpea a delincuentes;
Luther hace lo que sea necesario para resolver el caso. Y esta actitud
le mete en una espiral imparable de la que no sale. Su proceso
autodestructivo se lleva por delante todo: sus relaciones personales, su
futuro policial, su salud.
Para quienes hayan visto la serie, en este libro Luther
ahonda un poco más en los fallos de la relación con Zoe, su esposa, su
compañera del alma que no puede más. Hay diálogos muy buenos en los que
se ve esa relación, en los que se observa la desesperación de Zoe porque
“en algún momento del camino, aquel muchacho se había unido a los
muertos y Zoe se había pasado años haciéndole señas desde una orilla
lejana, intentando hacerle volver”. Luther forma parte de ese glorioso
grupo de desdichados, antihéroes policiacos (Harry Bosch, John Rebus,
Charlie Parker, Lew Archer...) cuya vida marcada para siempre porque se
preocupan más por los muertos que por los que se han quedado. Un
pequeño ejemplo:
ZOE: Pero aquella noche, cuando estabas borracho, estabas furioso, y quiero decir realmente furioso. Dabas miedo.
Luther se vuelve hacia ella, no recuerda nada de aquello.
- ¿Furioso con qué?
- Con los chistes que habían contado. Los policías, el
forense, los de la ambulancia. La falta de respeto. Dijiste que la
cosificaban exactamente igual que haría un asesino. Y estabas furioso
contigo mismo por no haberles llamado la atención. Por no haberles dicho
que fuesen más respetuosos.
- Era un crío.
- Y te preguntabas si no habrías cometido un terrible
error, si no habrías seguido el camino equivocado ingresando en la
policía. Fue la primera vez que planteaste la posibilidad de dejar el
cuerpo. Hace dieciséis años. Y llevas hablando de dejarlo desde
entonces.
- Lo sé.
- Pero no lo has hecho.
- Lo sé.
- Ni lo harás nunca.
Luther no responde a eso. ¿Cómo podría?
Como en toda buena novela negra, la nómina de secundarios
está muy bien cubierta. Además de la propia Zoe, el freak de la
informática Benny, o la super jefa Rose Teller aparecen muy bien
perfilados detrás de nuestro gigante. Y el malo es muy malo, pero no es
maniqueo, no es bobo, es real.
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