Entre los títulos más destacados del año se encuentran desgarradores testimonios, novelas de autores colombianos e hispanoamericanos y libros gráficos
1. Lo que no tiene nombre. Piedad Bonnett. Este libro es un preciso testimonio sobre la enfermedad mental de un hijo y el doloroso proceso que lo lleva al suicidio. Es un ejercicio catártico de Piedad Bonnett que evita el patetismo gracias a su prosa contenida y a su voluntad de no sucumbir ante la desesperanza.
2. Así es como la pierdes. Junot Díaz. Son nueve relatos independientes pero conectados entre sí por sus tramas y sus personajes. Contiene fugaces historias de amor y de abandono que muestran la terrible paradoja de traicionar lo que más se quiere. Con un tono divertido, melancólico y procaz, deja entrever la dura vida de los latinos en Estados Unidos.
3. El señor Nakano y las mujeres. Hiromi Kawakami. Una trama sencilla: la narración gira alrededor de la cotidianidad de una tienda. Unos pocos personajes: ellos forman una pequeña familia. Y una atmósfera sugestiva: los objetos usados parecen tener algo misterioso. Con estos pocos elementos, Kawakami escribe una novela que habla de la soledad contemporánea.
4. El encantador. Nabokov y la felicidad. Lila Azam. Uno de los estudios más completos que se han hecho sobre el autor de Lolita. Combina diversos géneros: la biografía, el reportaje, la crítica y la ficción. Pertenece a una categoría que podríamos llamar crítica artística, para la cual el autor y su obra no son una camisa de fuerza sino una fuente de inspiración.
5. Culpa. Ferdinand von Schirach. En este nuevo libro, el penalista alemán reúne 15 casos, tomados igualmente de su práctica profesional. A diferencia de Crímenes, que exploraba la delgada línea entre una persona normal y un asesino, aquí se enfoca en el tema de la culpa. La culpa presente en el ser humano, exista o no la justicia.
6. Raquel y el fin del mundo. Mariana Gil. Raquel es una adolescente obsesionada con la idea del fin del mundo y con el hecho de que todos sus amigos se van del país. Esta compleja novela gráfica insinúa la insatisfacción de una generación y es una prueba de que este género tiene cada vez más lectores y ha alcanzado la madurez en Colombia.
7. El libro de los ojos. Ricardo Silva. Se trata de una saga familiar escrita en verso. Juguetona y seria a la vez, con bellísimas ilustraciones de Daniel Gómez Henao que evocan un álbum familiar. Cuenta la historia de la familia Cruz, cuyo bisabuelo, José María, nacido en Palencia, España, en 1810, fundó una estirpe de oculistas miopes.
8. Temporal. Tomás González. En La luz difícil, su anterior novela que tanto éxito tuvo, habíamos leído una historia de amor filial: la de David, un pintor que se desmorona ante la muerte inminente de su hijo Jacobo, por decisión propia. El amor filial absoluto. En Temporal, asistimos a la otra cara de la moneda: el odio irremediable entre un padre y un hijo.
9. Los ingrávidos. Valeria Luiselli. Una novela sui generis en la que dialogan épocas distintas, personajes vivos y poetas muertos, reales y ficticios. En una de sus líneas narrativas, una escritora trata de escribir un libro que sea un lugar propio en un medio hostil –la familia, los hijos, el jefe, los amantes– que conspira todo el tiempo para impedir que ella lo escriba.
10. Virginia Woolf. La vida por escrito. Irene Chikiar Bauer. No era tarea fácil escribir una nueva biografía de Virginia Woolf. Pero la periodista y escritora argentina sale muy bien librada. Porque no se propuso encontrar “una hipotética verdadera Virginia Woolf” sino narrar “el transcurso de su vida” enfocándose en algunos hechos fundamentales.
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