Leonardo Valencia, pionero en la utilización de internet como plataforma para crear ficción, analiza el panorama tecnológico al que se enfrentan hoy los escritores
Tiene sangre ecuatoriana por su padre e italiana por su madre, está radicado en España desde hace 12 años y Bogotá marcó su vida literaria. Se llama Leonardo Valencia y por su talento fue uno de los 39 escritores jóvenes escogidos en 2007 como parte de la nueva generación de narradores latinoamericanos. También fue en la capital colombiana donde a comienzos de los años 90 consolidó su amor por las letras, siguiéndoles el rastro a escritores colombianos como Germán Espinosa y Juan Manuel Roca y colaborando en el Magazín Dominical de El Espectador.
Sin embargo, es en Barcelona donde ha desplegado su potencial, primero como director del Programa de Escritura Creativa de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde se doctoró. Ahora lidera allí su propia escuela: el Laboratorio de Escritura, donde forma a novelistas, cuentistas y poetas conectándolos con la era digital. Este máster en edición de Oxford Brooke University estuvo en Bogotá dictando un taller a los estudiantes de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional.
Usted ha experimentado de manera exitosa con novela digital, puesta en internet e inacabada para que los lectores convivan con ella. ¿Qué significa esto para los escritores?
La literatura va abriendo nuevos espacios y voces para nuevas épocas, siempre está en movimiento. Veníamos utilizando un soporte como el libro, que tiende a conservar lo escrito y a cerrarse, una costumbre profundamente canónica. Pero la literatura es subversiva y el libro no puede ser estático sino dinámico.
¿La globalización de internet fue el punto de quiebre?
En mi caso surgió por una necesidad expresiva: cuando había empezado mi primer libro de cuentos en 1995 (La luna nómada) sentí que las historias tenían movimiento permanente. Pensé: ¿por qué clausurar el libro una vez editado? ¿Por qué no ampliarlo y reeditarlo? Como es algo con lo que sufren los editores, la literatura digital vino a replantear mis nociones en una época caracterizada por el cambio de formatos. ¿Por qué el libro debía quedar cerrado por necesidades mercantiles o interpretativas? Eso me llevó a la ruptura del formato de libro y los cuentos se volvieron nómadas. ("La luna nómada tiene el encanto de lo impredecible", dijo el reconocido escritor español Enrique Vila-Matas).
¿Cómo fue el tránsito del papel a la pantalla?
No fue fácil porque me formé con el libro impreso, pero la condición nómada de internet resultó muy afín a mi temática. Luego comprendí que la red no es sólo para colgar textos, para utilizar la herramienta como mera plataforma, eso no es literatura digital. Sin embargo, tuve que esperar para no forzar el vínculo y escribí El desterrado (2000), una novela que no tiene nada que ver con internet. Hasta que se me presentó la historia de El libro flotante.
¿Chocan lo digital y lo impreso?
La actual discusión entre el libro impreso y el libro digital o de pantalla es absurda porque puede haber un diálogo. Esa transición es necesaria y con oportunidades y exigencias interesantísimas. Uno de los problemas de la literatura es que se ha dormido en la formalidad, en la fácil legibilidad para ganar lectores. Y también hay que reconocer que la lectura digital está cometiendo graves errores porque descuida el trabajo estilístico. El diálogo entre ambas permitirá un punto ideal intermedio. Pienso que el fenómeno de la literatura digital está llevando a revisar el canon de lo literario. No hay que verlo con recelo, sino revisar la gran tradición de la novela frente a este reto de exploración. Utilizar la novela como un mero cajón de historias no me parece suficiente. Ya pasó la época de García Márquez y el boom, que hacía predecible la literatura latinoamericana. Ahora surgió una generación de escritores de periferia y eso nos da cierta libertad para movernos por flancos de exploración, desplazarnos por distintos ámbitos. Somos una amalgama de identidades.
¿Qué balance hace hoy de su comunión con los lectores del www.libroflotante.net?
Hay que dejar claro que el libro impreso no se modificó, sigue tal cual como se publicó en 2006. Lo que cambia son los fragmentos en la página web. Literatura colaborativa aunque con coordenadas mínimas que respeten el mundo ficcional que se está creando. El proyecto sigue abierto y ya lleva cuatro años. No lo he cerrado porque es interesante ver la dinámica que le dan cientos de visitantes de todas partes del mundo. La sintaxis genera mayor condensación de la escritura. Claro que hoy en día, ante la banalización del lenguaje, no cualquier cosa escrita es necesariamente literatura y tiene que haber una medida de rigor.
¿Este proceso influyó en que su nueva novela, 'Kazbek', sea un discurso condensado?
En parte, pero es la primera de un ciclo de novelas porque cuando la terminé me volvió la sensación de lo inacabado. Había más por contar y serán cinco novelas, cada una contando una historia complementaria de la otra, vinculadas a las artes: dibujo, pintura, música, arquitectura, escultura. Me metí en un problema muy complejo y ahora me estoy demorando porque mientras termino la segunda estoy escribiendo parte de la cuarta y la quinta. Pero no tengo ninguna prisa. Ya salió la primera como libro formal. En España por la Editorial Funambulista, en Argentina bajo el sello Eterna Cadencia y en Ecuador. En Colombia se consigue la edición argentina en el Fondo de Cultura Económica.
A los 41 años, ¿vive de su literatura experimental?
No dependo de esto. Más de mis clases, de mis artículos de prensa y edito la revista de lacomunidadinconfesable.com en internet.
(Si quiere contactarlo, escríbale a ficcionprogresiva@gmail.com.).
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