José Alberto Rodríguez vive en un lugar que está lleno de joyas. Su casa es una biblioteca, un tesoro. Tiene más de ocho mil libros. No están intactos. Estuvieron a punto de caer a un basurero, si no hubiera sido porque él los rescató
José Alberto Rodríguez hizo de los libros que estaban en la basura una biblioteca para los habitantes de San Cristobal.foto.fuente:semana.com
El primero que salvó fue 'Ana Karenina' de León Tolstoi. Lo encontró mientras trabajaba en una calle del barrio Bolivia, en el sur de Bogotá. José es conductor de un carro recolector de basura, y una noche descubrió ese libro que, aunque a primera vista le pareció enredado y muy gordo, decidió guardar. Pensó que podría ser útil para las tareas de sus hijos. Y así fue. Pero no sólo le sirvió a su familia, más adelante se convirtió en una de las joyas, en la primera de la que hoy es la colección de textos más grande de la localidad de San Cristóbal.
José desobedeció una de las reglas de su trabajo, la que prohíbe llevarse para su casa lo que encuentre en la basura. Pero de no haber sido por eso, no existiría hoy 'La Fuerza de las palabras', una red de bibliotecas cuya sede principal es su casa.
"Empecé a recoger lo que para algunos ya no sirve y deciden botar", dice José, quien tiene en su "tesoro literario", como él lo llama, una compilación sobre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, una edición de lujo de El Corán, una colección de cuentos de más de cien números y las obras completas de Julio Cortázar y Jorge Luis Borges.
Una biblioteca envidiable y que José ya logró llevar a la localidad de Sumapaz y el barrio Londres. "Mi sueño es que en cada barrio de Bogotá haya una biblioteca", dice. Y lo piensa lograr a través de 'Las fuerza de las palabras', como bautizó a su proyecto social, del que no gana ni un peso, pero sí mucha satisfacción.
La idea es posible por los textos que José sigue recogiendo mientras conduce el camión de basura y gracias a las donaciones, de tiempo y material. Las bibliotecas -todas funcionan en casas- están abiertas todo el día, todos los días.
La esposa de José, Luz Mary, hace de bibliotecóloga y restauradora. Ella es la encargada de limpiar, coser y arreglar los libros que llegan a 'La fuerza de las palabras'.
"Sólo doy por perdidos a los que les faltan hojas", dice. Confiesa que no lee mucho, pero que le gusta vivir entre libros. No es la única. Sus tres hijos también aprovechan la idea de su papá. Dos de ellos son los encargados de los talleres de lectura que se dan en su casa, la que se convirtió en la única biblioteca de su sector, "el rincón de los jóvenes que quieren aprender", asegura Luz Mary.
Pero no ha sido tan fácil crear este espacio. La historia empezó hace más de diez años y hasta ahora, todo se ha hecho "con las uñas. La bondad de la gente que sueña con un país donde los jóvenes, por más pobres que sean, vivan la cultura, es lo que nos ha permitido que 'La fuerza de las palabras' avance", dice José.
Y necesitan apoyo, no lo niegan. Pero no se quedan esperándolo. José y su familia continúan trabajando por 'La fuerza de las palabras'. "Al relleno de Doña Juana siguen llegando toneladas de cultura, ¿es justo que se pierdan?", se pregunta José.
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