Por Juan Gabriel Vázquez
HACE UNAS SEMANAS LE DIO AL Alcalde bogotano por echar mano de sus lecturas para defenderse de un ataque.
Citó: “Le decía don Quijote a su fiel escudero, Sancho Panza: ‘Ladran, Sancho, luego cabalgamos’ ”. El problema, como lo notó la revista Arcadia, es que la frase no aparece en ninguna parte del Quijote, y durante unos días Samuel Moreno —cuyo apellido, dicho sea de paso, es el del hombre que en Barcelona dio posada a don Quijote: ironías de la vida— fue víctima de varias burlas y ridículos. Por supuesto que los merece, porque no hay imagen más lamentable que la de un político fingiendo respetar la cultura que sus actuaciones políticas desprecian todos los días. Uno piensa en Vicente Fox hablando del premio Nobel colombiano Mario Vargas Llosa, o del ilustre Carlos Menem, que según se dice se jactaba de haber leído todas las novelas de Borges. También está esa anécdota, que a mí me parece apócrifa, sobre el cuento El dinosaurio, de Augusto Monterroso, que consta de una sola frase. Un periodista malvado le preguntó a la reina Sofía de España si lo había leído, y ella contestó: “Precisamente, lo estoy leyendo”.
Pero la salida en falso de Moreno es mucho más interesante, aunque no por él, que es sin duda la persona menos interesante que ha ocupado la Alcaldía de Bogotá desde Andrés Pastrana, y eso ya es decir. Es interesante porque no es Moreno el único en equivocarse con la cita aquella del Quijote: yo he escuchado la frase “Ladran, Sancho, luego cabalgamos”, o su variante “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”, en boca de gente harto más culta y con más derecho a andar blandiendo a Cervantes. Alguna vez se la oí, por ejemplo, a R.H. Moreno-Durán, y nadie puede decir que Moreno-Durán —uno de los grandes lectores que ha dado este país— no conociera bien su Quijote. El asunto es que la cita forma parte de una lista apasionante: las palabras famosas que nunca se dijeron. Seguro que los lectores tienen sus ejemplos a mano.
Uno de los más recorridos es la mil veces citada frase de Casablanca: “Tócala otra vez, Sam”. Sólo la gente que nunca ha visto Casablanca, o que quizás la ha visto mal doblada, cree que alguna vez Rick o Ilsa le dijeron al pianista negro eso de “Play it again, Sam”. Pero no: nadie dice esa frase en Casablanca. La frase, eso sí, es el título original de aquella película en que Woody Allen sueña con tener el encanto de Humphrey Bogart, pero la película es una parodia y es como parodia que Allen usa la frase. Lo cual es conveniente, porque el origen de la frase está en la madre de todas las parodias: Una noche en Casablanca, la película de los hermanos Marx.
Pero hay más ejemplos. Ahí está Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. En realidad, Voltaire nunca dijo eso: pero a Evelyn Hall, escritora inglesa, le pareció en un libro que habría debido decirlo. Tampoco Maquiavelo dijo aquello de “el fin justifica los medios”. En el capítulo XVIII de El príncipe hay un párrafo que contiene una idea vagamente similar, pero la frasecita es invento de un libro en que Maquiavelo es un personaje.
En fin. El alcalde Moreno no está solo. Podrá ser un pésimo alcalde, podrá dar mal nombre a la izquierda, pero por lo menos sus citas son tan equivocadas como las de cualquiera.
elespectador.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario