2.4.09

Gabo ¿escribe o no?


Enormísimo revuelo causó la jubilada agente literaria Carmen Balcells en Chile al declarar que Gabriel García Márquez ya no escribirá más. Han salido amigos a decir que sí, en efecto, eso no volverá a suceder. Otros diciendo que es solo una adivinanza. Y más declarando que dejen tranquilo al hombre. Sí, pues, déjenlo tranquilo. Ya el hombre escribió todo lo que tenía que escribir (aunque me quedaré con ganas de la segunda parte de sus memorias). No hay que insistir. No vaya a ser que de tanta insistencia nos endilgue otro libro como Memorias de mis putas tristes y eso sí sería lamentable, muy lamentable.
Ivan Thays


Gabo y su escritura
Por Óscar Collazos

Carmen Balcells, la agente literaria a quien la gloria de los escritores que representa llenó de fama y fortuna, acaba de decir a La Tercera, el periódico chileno, que García Márquez no volverá a escribir otro libro. Lo mismo ha dicho Gerald Martin, el autor de la monumental biografía sobre el novelista de Aracataca.

Ni Carmen ni Gerald han dicho nada que no se supiera desde el 2007, cuando Gabo fue "coronado" en Cartagena de Indias. El homenaje que se le rindió en el Congreso Internacional de la Lengua fue el inventario apoteósico de una vida y la celebración casi unánime de una gran obra literaria. Desde entonces, tal vez desde el año anterior, se empezó a decir que el escritor colombiano ya no podía escribir otro libro.

Muchas personas amigas del escritor impusieron la discreción de no hablar del tema. Evitaron hablar de las razones que le impedirían seguir escribiendo a quien no ha hecho otra cosa desde hace más de 60 años. Por un respeto quizá mal entendido, o por el dolor íntimo que causa aceptar las implacables leyes de la naturaleza, no se habló de lo que se sabía y que, ahora, revela una de las personas más cercanas a García Márquez.

Cualquiera que sea el motivo de este silencio: la sequía de las fuentes, la desconfianza en la propia fuerza creativa, el respeto a los lectores a quienes ya no se les puede ofrecer la grandeza que esperan; las trampas implacables de la memoria, sin la cual es imposible construir una historia; la elección del silencio como la más digna de las voces en el final de una vida, nada de esto puede ser convertido en misterio.

La agente literaria y el biógrafo han dicho lo que debía haberse dicho hace dos años: que García Márquez no escribiría otro libro. Mejor dicho, que si seguía escribiendo, lo que escribiera ya no sería publicado. Sus lectores deberíamos entonces empezar a hacernos a la idea de que hasta allí llegó la creatividad de un hombre que mantendremos vivo en la lectura de sus libros.

No me interesa saber por qué García Márquez ha dejado de escribir. Todos, tarde o temprano, dejamos de hacer aquello que hemos hecho durante toda una vida. De alguna manera, todos regresamos al momento en que hacer nada, no dar nada ni hacer esperar a nadie constituía una fase primera y elemental de la existencia.

¿Un regreso a la felicidad del vacío, al paraíso del silencio? Tal vez. Alguien que ha devuelto convertidos en prodigiosas obras literarias los episodios de su vida y de la vida colectiva de su pueblo merece llegar a la estación del silencio. Sobran las preguntas. "¿Por qué no sigue escribiendo?" ¡Tonterías!

Entre marzo y mayo del 2007 tuve el privilegio de ver de cerca al escritor. Nunca vi a nadie más irresponsable y lleno de alegría, a nadie más abierto al placer sencillo y grande de estar entre amigos de quienes, seguramente, apenas se acordaba. Cada vez que alguien me habla de la memoria, tengo la rara sensación de haber conocido a alguien que era feliz a medida que la perdía y se extraviaba en sus laberintos.

Juan Rulfo dejó de escribir y publicar libros a una edad en la que tenía por delante la mitad intacta de su memoria. No le dio la gana de seguir escribiendo. Tal vez le fuera indiferente saber que el mundo, en todos los idiomas, se regocijaba leyendo sus dos únicos libros.

García Márquez ha dejado de hacerlo por una razón quizá menos caprichosa y ajena a su decisión personal. Ha dejado hablar a la naturaleza, que prolonga o reduce los ciclos de la existencia. Lo he visto -en la tele y en las fotografías- pletórico de alegría y casi indiferente a su gloria. Nadie más exultante que él, a medida que se hunde en los olvidos.




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