El 3 de noviembre se conmemora el primer centenario de la muerte de Georg Trakl acaecida durante la Primera Guerra Mundial en una dependencia psiquiátrica del ejército austrohúngaro
Georg Trakl, poeta austriaco maldito y expresionista./elcultural.es |
Hasta entonces Trakl sólo había publicado en forma de libro una selección de poemas. En el momento de morir tenía en imprenta otro título, Sebastián en sueños
Aquel
joven acosado por los tormentos mentales, adicto al alcohol y los
estupefacientes, es comúnmente celebrado como una de las figuras señeras
del Expresionismo. Sus enigmáticos, sus hermosos y encendidos poemas,
pronto fueron materia de reflexión para una muchedumbre de intérpretes,
Martin Heidegger entre ellos. No tardaron en despertar interés allende
las fronteras del idioma alemán. También en España, Georg Trakl ha sido editado con fortuna.
Poeta del derrumbe, de la corrosión y el pudrimiento, Trakl anticipó con su particular simbología la caída del Imperio Austro-Húngaro. Gustó sobremanera de las imágenes repulsivas.
Sus poemas abundan en ratas, gusanos, carroña, sangre... Lo fascinó la
muerte, presente también en sus conversaciones cotidianas. Tuvo especial predilección por la belleza violenta y las visiones de destrucción y ruina.
Ya en la adolescencia se familiariza con los libros de Baudelaire y
Rimbaud, leídos en versión original. Nietzsche fue otra presencia
crucial en la formación literaria de este hombre tan dotado de
sensibilidad como carente de sosiego.
Nacido en Salzburgo, la ciudad de Mozart, el 3 de febrero de 1887, Trakl
fue hijo de un comerciante bondadoso que hizo cierta fortuna con su
negocio de ferretería, y de una madre a la que se atribuye un influjo
altamente negativo en la conformación psíquica del poeta. Mujer
de frialdad extrema, dio a luz seis criaturas de las que apenas se ocupó
como no fuera para imponerles el aprendizaje de algún instrumento
musical. Con frecuencia se pasaba dos, tres o más días
encerrada en su alcoba, sin relacionarse con ningún miembro de la
familia, consagrada obsesivamente a su colección de antigüedades.
Es conocido el estrecho vínculo que unió al poeta con Grete, su
hermana pequeña, seis años menor que él, en la que al parecer veía un
doble femenino de sí mismo. Se ha especulado no poco acerca de
la naturaleza incestuosa de dicha relación, si bien no existen pruebas
testimoniales que la abonen. No es menos cierto que una parte
considerable de la correspondencia epistolar entre los dos hermanos
desapareció de forma misteriosa tras la temprana muerte de ambos, lo que
deja a oscuras importantes zonas de su vida privada. Como su hermano,
Grete, en parte inducida por él, sucumbió al alcohol y las drogas.
Abandonada por su marido, truncada su carrera de pianista, llevó una
vida de soledad y penuria en Berlín hasta su suicidio en 1917.
A edad temprana, Georg Trakl se aficionó al consumo de sustancias
estupefacientes. Visita asiduamente los burdeles de Salzburgo y gana,
entre sus profesores y compañeros de colegio, fama de raro. A pesar de no haber concluido el ciclo escolar, había terminado los cursos suficientes como para poder estudiar Farmacia.
Lo hizo en Viena, ciudad que aborrecía, en la que asistió a la tertulia
de Karl Kraus. Se diplomó de la referida disciplina en 1910 con el
título de Magister. Ejerció a rachas. Las reiteradas tentativas por
dedicarse a una profesión culminaron en fracaso. Trakl era incapaz de
llevar una vida ordenada. Lo aquejan frecuentes caídas en la depresión,
ataques de pánico, estados de delirio, de exaltación y embriaguez. A
menudo ha de ser socorrido económicamente por familiares y amigos.
El año anterior al estallido de la Gran Guerra, Trakl se
incorporó a una sección militar de farmacia. Un mes después solicitó el
pase a la reserva, que le fue concedido. Los hábitos insalubres
y la poesía continúan determinando su vida. Se ha dicho de él que
escribió sus mejores poemas cuando más lo apretaba el sufrimiento.
Algunos de ellos aparecieron en revistas (en Der Brenner sobre todo) y periódicos. Estuvo a punto de beneficiarse de una generosa donación de Ludwig Wittgenstein, el célebre autor del Tractatus Logico-Philosophicus;
pero un ataque de ansia en el interior del banco le impidió extraer el
dinero. Optó entonces por enviar la suma íntegra del generoso mecenas a
su hermana Grete. Llegó entretanto la guerra y Trakl, contagiado del
entusiasmo general, marchó al frente del Este enrolado en una unidad
sanitaria.
Las dantescas escenas de dolor, de cuerpos destrozados y muerte
sangrienta que hubo de presenciar terminaron de desquiciarlo. Luego de
un intento de suicidio, que no logra consumar por la intervención
oportuna de sus compañeros, Trakl fue internado en una dependencia
psiquiátrica, donde, según el parte médico, expiró al anochecer del 3 de
noviembre de 1914 a consecuencia de una sobredosis de cocaína. Tenía 27
años.
La pendiente
Oh reencuentro espiritual
en el antiguo otoño.
Rosas amarillas se deshojan junto a la cerca del jardín,
convertido en lágrimas oscuras
se derrite un gran dolor,
¡oh hermana!
Qué calladamente acaba el día dorado.
Riela sobre los bosques pálida
la luna que nos hace soñar.
El sauce al borde del estanque
llora en la noche silencioso.
Un corazón se apaga... y despacio
las nieblas flotan y se elevan.
¡Silencio, silencio!
A los salvajes órganos de la invernal tormenta
se asemeja la rabia tenebrosa del pueblo,
la onda purpúrea del combate,
de estrellas deshojadas.
Con las cejas quebradas, los brazos plateados,
la noche a moribundos soldados hace señas.
A la sombra del fresno otoñal
suspiran los espíritus de los muertos a golpes.
Rodea la ciudad espinoso baldío.
La luna arroja de los ensangrentados escalones
a las mujeres aterradas.
Lobos fieros irrumpen derribando la puerta.
Sobre el ángulo negro van y vienen
a mediodía, dando recios gritos, los cuervos.
Su sombra pasa rozando a la cierva
y a veces se les ve detenerse enojados.
Oh, cómo turban el reposo pardo
en el que un campo de labor se arroba
cual mujer embargada por un grave barrunto,
y se les oye a veces altercar
por una carroña que han olido en algún sitio,
y de súbito emprenden hacia el Norte su vuelo
y se alejan como un cortejo fúnebre
por los aires que vibran de placer voluptuoso.
Cesa al ocaso la queja
del cuclillo en el bosque.
Aún más se inclina el cereal,
la roja amapola.
Negra se cierne la tormenta
sobre la colina.
El viejo canto del grillo
enmudece en el campo.
No se agita en ningún momento el follaje
del castaño.
En las vueltas de la escalera
tu vestido susurra.
Quedamente da luz la vela
en la habitación oscura;
una mano de plata
la extingue.
Viento calmo, noche sin estrellas.
(Traducción de Fernando Aramburu)
en el antiguo otoño.
Rosas amarillas se deshojan junto a la cerca del jardín,
convertido en lágrimas oscuras
se derrite un gran dolor,
¡oh hermana!
Qué calladamente acaba el día dorado.
Silencio
Riela sobre los bosques pálidala luna que nos hace soñar.
El sauce al borde del estanque
llora en la noche silencioso.
Un corazón se apaga... y despacio
las nieblas flotan y se elevan.
¡Silencio, silencio!
En el este
A los salvajes órganos de la invernal tormentase asemeja la rabia tenebrosa del pueblo,
la onda purpúrea del combate,
de estrellas deshojadas.
Con las cejas quebradas, los brazos plateados,
la noche a moribundos soldados hace señas.
A la sombra del fresno otoñal
suspiran los espíritus de los muertos a golpes.
Rodea la ciudad espinoso baldío.
La luna arroja de los ensangrentados escalones
a las mujeres aterradas.
Lobos fieros irrumpen derribando la puerta.
Los cuervos
Sobre el ángulo negro van y vienena mediodía, dando recios gritos, los cuervos.
Su sombra pasa rozando a la cierva
y a veces se les ve detenerse enojados.
Oh, cómo turban el reposo pardo
en el que un campo de labor se arroba
cual mujer embargada por un grave barrunto,
y se les oye a veces altercar
por una carroña que han olido en algún sitio,
y de súbito emprenden hacia el Norte su vuelo
y se alejan como un cortejo fúnebre
por los aires que vibran de placer voluptuoso.
Verano
Cesa al ocaso la quejadel cuclillo en el bosque.
Aún más se inclina el cereal,
la roja amapola.
Negra se cierne la tormenta
sobre la colina.
El viejo canto del grillo
enmudece en el campo.
No se agita en ningún momento el follaje
del castaño.
En las vueltas de la escalera
tu vestido susurra.
Quedamente da luz la vela
en la habitación oscura;
una mano de plata
la extingue.
Viento calmo, noche sin estrellas.
(Traducción de Fernando Aramburu)
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