Rosa Regás, Juan José Millás, Santiago Posteguillo y Javier Sierra acuden a cuatro fábricas de automóviles para promover la lectura entre sus plantillas
Rosa Regás, en la fábrica de Citroën de Villaverde en una campaña de promoción de la lectura. / Samuel Sánchez./elpais.com |
A sus 81 años recién estrenados, Rosa Regás hizo el pasado viernes
algo nuevo: visitar una fábrica de coches para azuzar la curiosidad de
sus trabajadores por la lectura. “Es insólito”, dijo a modo de
presentación. Tanto que, cuando anunció a sus hijos que viajaría a
Madrid para acudir a la fábrica de PSA Peugeot Citroën en Villaverde
para charlar sobre su último libro, Música de cámara(Seix Barral), con medio centenar de empleados, respondieron:
—Te lo inventas.
No fabulaba. Regás participa, junto a los escritores Juan José
Millás, Santiago Posteguillo y Javier Sierra en una campaña de promoción
de la lectura en la industria del automóvil impulsada por la Fundación
Anastasio de Gracia-Agfitel, un organismo vinculado a las federaciones
del Metal y la Construcción de UGT, que pugna por introducir la cultura
en el ámbito de las iniciativas de responsabilidad social de las
empresas. Después de Millás —acudió a la fábrica de Ford de Almussafes
(Valencia)— y Regás, en diciembre repetirán la experiencia Sierra en
Pamplona (Volkswagen) y Posteguillo en Valladolid (Renault). La
iniciativa, subvencionada por la Secretaría de Estado de Cultura, se
extenderá el próximo año al universo de la construcción. “La lectura es
parte de la acción social que tiene que hacer una fábrica”, defiende
José María Uría, coordinador del Centro Documental de la Fundación.
“Formar lectores ayuda a formar líderes en la difusión de la lectura”,
esgrimió Félix González Argüelles, director gerente de la institución,
antes de ceder la palabra a Rosa Regás.
“Es una felicidad estar aquí. La economía hace avanzar los bolsillos,
pero con los bolsillos solos no se avanza. No habremos salido de la
mediocridad social en la que estamos si no damos prioridad a la
cultura”, defendió la escritora catalana en un pequeño auditorio por el
que desfilaron medio centenar de trabajadores, que previamente se habían
leído su novela. Alguno con tanto detenimiento que llegó provisto de un
árbol genealógico de los personajes. Otra un tanto decepcionada por la
derrota existencial de Arcadia, la protagonista de Música de cámara,
que mereció el Premio Biblioteca Breve 2013. Un tercero, Antonio,
encontró su reflejo en la atmósfera del libro. A la monitora Rosa
Serena, 39 años, un hijo y casi la mitad de su vida en la fábrica de
Villaverde donde ahora coordina a un equipo de reparaciones, le interesó
sobre otras cosas la historia de amor entre dos personajes de mundos
tan antagónicos como pueden ser la hija de unos republicanos exiliados
en Francia y el hijo de una familia de la burguesía catalana franquista.
Todos ellos ejemplo de lo que Rosa Regás había teorizado en su
intervención: “La lectura nos convierte en creadores, alguien que entra
dentro de sí mismo y extrae de su propia experiencia y memoria lo que le
ha dado la historia”. La autora de Azul confesó que tardó seis
años en culminar el libro, cuya escritura coincidió con un periodo
difícil: su salida de la dirección de la Biblioteca Nacional. “Tuve que
sosegarme”.
Ante su auditorio, Regás hizo una apasionada reivindicación del
pensamiento crítico, del compromiso, de la protesta y de la creatividad.
“Estoy segura de que si no hubiera escuchado tanta música y leído
tantos libros, no hubiera llegado a esta edad con esta energía. Cuanto
más hagas más desarrollas tu intelecto y tu capacidad de vivir con
ilusión. Hay un dicho turco que me gusta mucho: ‘En la casa acabada
entra la muerte’. Llegados a este punto, no es la casa la que está
muerta, eres tú”.
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