El senador brasileño, de 84 años, asegura que dejará la política para dedicarse a escribir
El expresidente de Brasil José Sarney durante la entrevista en Casa América, en Madrid. / Carlos Rosillo./elpais.com |
José Sarney
lleva 60 años en la política y es, quizá, el principal archivo humano
de la historia reciente de Brasil. Nació en 1930 en el Estado de
Maranhão, al nordeste del país, y ocupó los principales cargos de la
república: fue diputado federal, gobernador de su tierra natal y senador
en varias ocasiones (por el PMDB desde los noventa). En 1985 se
convirtió en el presidente que dirigió el país durante su transición
democrática, hasta 1990. Ha conciliado su vida política con otra pasión:
la literatura. Es autor de numerosos libros de poesía, novelas y
crónicas, lo que le llevó a la Academia Brasileña de Letras en 1980. De
visita a Madrid, presentó el martes la edición en español de su novela La duquesa bien vale una misa, en Casa América.
A los 84 años, Sarney ha decidido jubilarse de la política. No quiso presentarse en las elecciones de octubre y dejará su escaño en el senado el 1 de enero,
tras haber ocupado tres veces la presidencia de esta institución (la
última de 2009 a 2013). Quiere ahora dedicarse a su carrera como
escritor. “Lo que pasa es que no tengo mucho tiempo... La vejez es muy
buena, pero dura poco”.
Entre sus proyectos, el más urgente es el de terminar sus memorias,
una obra que hace mucho que se espera y que entregará a la editoral en
marzo. Pretende también escribir un libro de los últimos años de la
historia de Brasil, enfocado en sus problemas. Y su última novela: “Se
trata de la historia de tres ancianos. Es sobre la vejez, mi experiencia
en la vejez”.
Sarney parece muy cómodo hablando sobre literatura y su novela La duquesa bien vale una misa,
editada en 2007 en Brasil y que cuenta la historia de un hombre
obsesionado desde su adolescencia con un retrato de la Duquesa de
Villars (amante del rey Enrique IV de Francia). “Un amigo tenía uno de
esos cuadros. Los mandaban desde la Unión Soviética para venderlos en
Brasil y así financiar al Partido Comunista, ya que no se podía mandar
dinero. Lo cuento en el libro y fue mi primera inspiración para
escribirlo”.
La obra se desarrolla entre Río de Janeiro y São Paulo en el paso de
Brasil a la modernidad; mezcla temas sociales, históricos y
sentimentales. “Y muestra algo universal, que siempre existió en el
mundo: el amor imposible”.
Pero a Sarney no le apetece tanto hablar de política. Excepto, eso
sí, si es para referirse a su legado. “Quiero que se acuerden de mí como
el presidente que aseguró el paso de la dictadura a la democracia; el
que dirigió un proceso constituyente que resultó en nuestra más longeva
Constitución, que incorporó un hecho que empezó con mi Gobierno: la
preocupación por lo social”.
Pese a que es senador del Estado de Amapá, su vida política está muy
vinculada al vecino Maranhão, al que prometió llevar el “progreso”
cuando fue elegido gobernador, en 1965. Desde entonces ha gobernado el
conocido clan Sarney —miembros de su familia y políticos vinculados a
él—, pero el Estado aún tiene graves problemas de pobreza, con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 0,639,
el segundo peor entre los 27 del país. “Pero Maranhão tiene el décimo
sexto PIB. Brasil es la sexta economía del mundo, pero ocupa el lugar 81
en IDH. Se trata de un índice para países ricos”. Y añade: “Tiene el
segundo puerto del país, un crecimiento del 10% al año y es el que más
inversiones atrae en la región”.
A Sarney nunca le sedujo estar en la oposición; siempre prefirió
estar junto al poder. Apoyó la dictadura militar (1964-1985). “Pero
siempre luché dentro del Congreso por la democracia”, puntualiza. Y
después de su periodo como presidente (era el número dos de
Tancredo Neves, que murió antes de asumir el cargo), respaldó a casi
todos sus sucesores, incluida la recién reelegida Dilma Rousseff, que
empezará su nuevo mandato bajo la presión de los malos resultados
económicos y del caso de corrupción en la petrolera estatal Petrobras.
“Es una gran dirigente. Hizo un buen gobierno y hará otro aún mejor”,
comenta diplomáticamente. Sobre la economía, adopta el discurso oficial
de que se trata de “la crisis internacional y la caída de precios de las
materias primas”.
A pesar de los elogios y del apoyo de su partido a la presidenta, una televisión le captó votando al opositor Aécio Neves.
Pero asegura que se trató de un montaje. Lamenta el escándalo en
Petrobras, que también involucra a su partido, pero sostiene que
Rousseff “va a castigar a los culpables y evitar que se repita”. Y
rechaza tajantemente los rumores de que será el próximo ministro de Cultura: “Siempre he defendido que un expresidente no debe ejercer otro cargo. Hoy me arrepiento de haber seguido en la política”.
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