Edgar Allan Poe.
El poeta maldito, el escritor de lo macabro, el genio de la ciencia y
el precursor de las novelas de detectives…
La estela de su leyenda sigue
presente en la actualidad gracias a sus obras inmortales, y también,
por ese espíritu donde lo trágico se mezclaba con lo romántico
perfilando esa figura que siempre nos ha sido tan atractiva.
Puede que tú también seas uno más de sus millones de admiradores, personas que recuerdan que cada 19 de enero
se cumple un año más del aniversario de Edgar Allan Poe. Lo que es
posible que no sepas es que desde que se cumplió el centenario de su
muerte en 1949, alguien ha ido dejando año tras año en su tumba, un
pequeño y curioso tributo para honrar su memoria: tres rosas y una botella de coñac.
Edgar Allan Poe "Toaster"
La tumba de Edgar Allan Poe se encuentra en Maryland, Baltimore,
Es una losa más bien sencilla en la que se halla un cuervo esculpido,
ese símbolo que más identifica su obra gracias al famoso poema con el
mismo nombre, “The raven“.
Son muchos los
testigos que han podido ver año tras año, una figura vestida de negro
abriéndose paso en las madrugadas del 19 de enero, su objetivo, dejar tres rosas y una botella de coñac
en la tumba del escritor y periodista. Hay años en que varios equipos
de las televisiones locales aguardan estratégicamente escondidos en el
cementerio con el fin de “cazar” a ese personaje, pero nunca han podido
dar directamente con él, no hay más testimonios de extrañas fotografías
con sombras difusas… pero lo que sí queda claro son esos elegantes
regalos que descansan al pie de la tumba de Edgar Allan Poe por las
mañanas.
La
prensa piensa que no se trata de una sola persona, alguien que desde
1949 tomó la decisión de realizar esta peripecia de tintes románticos,
según explican se trata varias personas unidas por un mismo fin y una
misma admiración a los que denominan coloquialmente como “Poe Toaster“.
El testimonio del viejo empleado del cementerio
No
se conoce su nombre, pero este viejo encargado del cementerio donde se
hallan los restos de Edgar Allan Poe, afirma que se trataba de dos
personas. Un hombre inició esta costumbre en 1949 hasta 1998 en que murió,
puesto que se año no hubo ningún tributo en la tumba de Edgar Allan
Poe. Después, la tradición fue retomada fielmente por su hijo, quien
añadió un pequeño cambio que todo el mundo agradeció: dejó pequeños
mensajes, cartas encriptadas al más puro estilo de Poe, algo que levantó aún mayor expectación entre la prensa y los admiradores de los “Poe Toaster”.
Lo triste de esta historia es que desde el 2010 no ha vuelto a repetirse
esta curiosa aventura. La tumba del genial escritor vuelve a quedar
vacía en todos los 19 de enero, día de su aniversario. Ya nadie ha
vuelto a dejar esas tres rosas y la botella de coñac para el alma
maldita de Edgar Allan Poe… y seguramente lo eche de menos, al igual que
la prensa y los vecinos de Maryland acostumbrados desde 1949 a esta
grata curiosidad.
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