Albert Camus. Foto Internet. fUENTE Revista Ñ
Un día como hoy, hace 50 años fallecía en un absurdo accidente automovilístico junto con otras personalidades de las letras francesas, Albert Camus, su obra de influjo existencialista marcó gran influencia en muchos escritores de su generación. Con Jean Paul Sartre mantuvo una controversía filosófica. Pero escribió esta notable y luctuosa semblanza del premio Nobel.
Camus por Sartre
Representaba en este siglo y contra la historia, el heredero actual de esa larga fila de moralistas cuyas obras constituyen quizá lo que hay de más original en las letras francesas. Su humanismo terco, estrecho y puro, austero y sensual, libraba un combate dudoso contra los acontecimientos masivos y deformes de este tiempo. Pero, inversamente, por la terquedad de sus repulsas, reafirmaba, en el corazón de nuestra época, contra los maquiavélicos, contra el becerro de oro del realismo, la existencia del hecho moral. Era, por así decir, esta inquebrantable afirmación. Por poco que se le leyera o reflexionase, uno se topaba con los valores humanos que él sostenía en su puño apretado, poniendo en tela de juicio el acto político. Incluso su silencio, estos últimos años, tenía un aspecto positivo: este cartesiano del absurdo se negaba a abandonar el terreno seguro de la moralidad y a entrar en los inciertos caminos de la práctica. Nosotros lo adivinábamos y adivinábamos también los conflictos que callaba, pues la moral, si se la toma sola, exige y condena a la vez la rebelión. Cualquier cosa que fuese lo que Camus hubiera podido hacer o decidir en adelante, nunca habría dejado de ser una de las fuerzas principales de nuestro campo cultural, ni de representar a su manera la historia de Francia y de su siglo.
El orden humano sigue siendo sólo un desorden; es injusto y precario; en él se mata y se muere de hambre; pero al menos lo fundan, lo mantienen y lo combaten los hombres. En ese orden Camus debía vivir: este hombre en marcha nos ponía entre interrogaciones, él mismo era una interrogación que buscaba su respuesta; vivía en medio de una larga vida; para nosotros, para él, para los hombres que hacen que el orden reine como para los que lo rechazan, era importante que Camus saliera del silencio, que decidiese, que concluyera.(...)
Para todos los que le amaron hay en esta muerte un absurdo insoportable. Pero habrá que aprender a ver esta obra mutilada como una obra total. En la medida misma en que el humanismo de Camus contiene una actitud humana frente a la muerte que había de sorprenderle, en la medida en que su búsqueda orgullosa y pura de la felicidad implicaba y reclamaba la necesidad inhumana de morir, reconoceremos en esta obra y en esta vida, inseparables una de otra, la tentativa pura y victoriosa de un hombre por reconquistar cada instante de su existencia frente a su muerte futura.
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