4.2.14

El libro electrónico, al ralentí

 La piratería y el apego al papel frenan la expansión del ebook

 
Ilustración de Òscar Sarramia / Tendenciès/elcultural.es

Un fiero optimismo tecnológico se conjuró en su favor, no había escapatoria. Si la Red había arrasado con discos, CDs y cintas de vídeo, ¿cómo esperaban salvarse los libros de papel? Pues bien, según los últimos datos del sector, el ebook no acaba de cuajar. Indagamos el porqué, junto a expertos y editores

Umberto Eco bautizó así uno de sus últimos ensayos: Nada acabará con los libros (Lumen, 2010). Es cierto que en sus páginas Eco argumenta que el libro persistirá independientemente de su formato analógico o digital, pero, según datos recientes e impresiones que se hacen oír cada vez con mayor nitidez en la industria, el título podría hoy ampliarse: Nada acabará con los libros... de papel. En los últimos años, cada inicio de temporada, los medios clamaban que, esta vez sí, llegaba la hora de la popularización del ebook. Sin embargo, hay que aceptar ya que, cercado por la piratería y por un apego al papel mayor del esperado, el libro electrónico se estanca.

En nuestro país, y según datos que acaba de hacer públicos la agencia del ISBN, por cada 200 libros vendidos en las librerías, apenas se venden tres ebooks. Lo que permite extrapolar que la versión digital de un título que alcance los 5.000 ejemplares de ventas en papel sólo despachará 75 ebooks. Si el libro tradicional registró 72.494 ISBNs en 2013, la cifra de libros digitales ascendió a 20.402, sólo 323 registros más que en 2012. Y las ventas digitales son ya irrisorias pues rondan el 5% del total. Los editores lo tienen claro: “en España no se compra libro electrónico”. No se trata de un rasgo nacional. Los datos de EE.UU., país a la vanguardia del ebook, dan fe de que los lectores de papel, contra todo pronóstico, crecen: cuatro puntos el último año. Y siete de cada diez estadounidenses leen al modo tradicional.

Los readers no se venden del todo mal por lo que hay que suponer que, o sus propietarios los usan para leer contenidos piratas o, sencillamente, tras alguna prueba, los dejan metidos en un cajón y regresan a sus libros de papel. Los editores consultados coinciden en que la tableta, y no el reader de tinta electrónica, se ha convertido ya en el principal dispositivo lector.

No ha cambiado nada

¿Por que el libro electrónico no cuaja? Según Paula Corroto, periodista y responsable de contenidos digitales de EnCubierta, la única e-revista española dedicada por completo al ebook, hay varias razones para el estancamiento: “Primero: porque en cuatro años no ha cambiado nada, los precios siguen estando altos. A 9 euros nadie compra un libro digital; segundo, se digitalizan novedades, pero no la backlist (el fondo); tercero, los libros electrónicos deberían incorporar otras funciones, lo que se llama ebook enriquecido, pero aún son un mero trasunto del papel; cuarto, muchas editoriales con títulos sugerentes todavía no han digitalizado su catálogo; y quinto, a todos esto se suma que seguimos en una crisis de consumo”.

La pelota está en el tejado de los editores. Santos Palazzi, director de la división digital del grupo Planeta, no cree que el ebook esté en declive -“¡ni ha alcanzado la mayoría de edad!”-, pero admite que “se está ralentizando”. “La piratería es la principal razón y, para combatirla, los editores trabajamos en tres frentes: digitalizando y poniendo a la venta todo nuestro catálogo, abriéndolo a todas las plataformas de venta y modalidades de lectura y ofreciendo ebooks a precios muy competitivos”. Las ventas digitales suponen el 4% de la facturación de Planeta con excepciones: la novela romántica/erótica, la niña bonita, suma un 27% del total digital. Y Palazzi avanza una esperanza: las descargas legales crecen más en el mercado latinoamericano.

Desde Siruela, Ofelia Grande no participará en ninguna “guerra de soportes” porque, pese a ciertos utopistas, se veía venir que la coexistencia del papel y el digital sería larga. Lo que pide es que “se respeten los derechos de propiedad intelectual”. “Percibimos un crecimiento un poco más lento del de hace unos meses, pero pensamos que el ebook todavía tiene que seguir creciendo tanto por la vía del lector final como por la de las compras institucionales, especialmente las de las bibliotecas públicas”. Grande explica que la facturación digital de Siruela ronda el 5% pero también que “una parte importante se debe a las campañas específicas de promociones temáticas o campañas de precio”.

Las promociones son habituales aquí. Suelen implicar una fuerte reducción del precio de un título durante un sólo día y las promueven gigantes como Amazon. Pero no gustan a todos. Jorge Herralde, editor de Anagrama aclara, tajante, que ellos tienen en su política de precios “no hacer promociones de precio de los ebooks, sino tratarlos de acuerdo a la ley del precio fijo, como el papel. Suponen, por cierto, un 2% del total. La colección digital ZOOM en la que vamos publicando cuentos o pequeños ensayos de nuestros autores a un precio muy bajo tiene un movimiento, digamos, lento (300 copias el más vendido)”.

Herralde prosigue con luces y sombras: “La facturación de las ventas de ebooks del 2013 se ha incrementado alrededor de un 20% respecto a la del 2012, pero siguen siendo cifras muy bajas. También hemos notado que las bibliotecas públicas hacen esfuerzo y nos compran licencias digitales de uso. Pero sí parece que la mayoría de los lectores todavía prefiere el libro en papel. Y noticias recientes del mundo anglosajón, donde el despegue fue muy pujante, indican que ahora parece haberse estancado”.

“Para nosotros el tema es digital y papel; papel y digital. En ningún caso papel o digital”. Habla Patxi Beascoa, director comercial y de márketing (incluye digital) de Penguin Random House. Su facturación digital en España tampoco excede del 5% aunque “existen títulos y especialmente géneros en los que hemos superado el 10%”. ¿El mayor problema? “La piratería sigue siendo el número uno. Yo lo llamo directamente “robo”. En cuanto al presunto parón o declive del formato, no es así. Avanza más lento que en otros mercados (la piratería/robo es en nuestro país mucho mayor que en el resto del mundo), pero el crecimiento es muy importante. En mercados anglosajones es cierto que existe un plateau, un techo, del que el cambio de formato no pasa. Se habla del 40-50%. Estamos bien lejos, pero avanzamos”.

Soportes sólo para leer

Fernando Varela es el coordinador de Lengua de Trapo y se sorprende de que, en un país “con índices tan bajos de lectura como el nuestro”, los gurús vaticinaran “el consumo masivo en unos soportes, los kindles y otros e-readers, que sólo sirven para leer”. “El papel está demostrando tener un nicho estable, basado no solo, aunque también, en razones sentimentales, sino en la funcionalidad indudable del soporte. La oferta en papel sigue siendo mucho más amplia y, parece que al reader le cuesta lograr sus propios lectores”.

Ha tocado todos los palos de una profesión que lleva en los genes y, recientemente, Malcolm Otero Barral inició nueva aventura al fundar el sello Malpaso, que ofrece juntos el libro en papel y su archivo digital por el mismo precio. Desde su experiencia relata: “Lo que pasó es que hubo un optimismo exagerado y muchos quisieron ver (de manera interesada) un cambio brusco en las costumbres de los lectores. Hemos sufrido un bombardeo y recurrentes mensajes apocalípticos con respecto al papel pero no se ha producido el advenimiento de la anunciada revolución digital. El mercado del libro electrónico ha estado inducido por los fabricantes pero falta que sean los lectores de habla hispana los que tiren de la demanda. Durante mucho tiempo va a ser el papel el que lidere el sector.

En Salto de Página comenzaron a mover ediciones digitales de sus libros en 2013. Las impresiones de Pablo Mazo, su editor, no desmienten el estancamiento de un mercado que sólo habría crecido un 3% en el último año. “Hoy parece que la lectura digital, particularmente para el lector literario, vino envuelta en unas expectativas exageradas. Pero también estoy convencido de que los editores, la propia industria, podríamos hacer más de lo que hacemos por el libro digital; pero si tenemos en cuenta el porcentaje que representa en nuestras facturaciones, el margen de beneficio y, en general, el contexto que atraviesa el sector, se entenderá que pocos sellos pueden permitirse hacer de esa tarea una prioridad”.
 

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