Da Vinci reconocía la importancia de la autodisciplina, pero rara vez sentía que daba la medida de su exigencia
Retrato de una mujer. La BelleFerròniere. 1493-4
Retrato de Cecilia Gallerani, La Dama del Armiño, 1489-90
fotos.fuente.lavanguardia.com
"Cuando una obra se compadece con el juicio personal, es una mala señal del propio juicio. Cuando la obra supera el juicio personal, eso es peor... y cuando el juicio desdeña la obra, es la señal perfecta", escribió Leonardo da Vinci (1452-1519).
Reconocía la importancia de la autodisciplina, pero rara vez sentía que daba la medida de su exigencia y era propenso a la distracción, no sin cierto aburrimiento ocasional.
En una carrera de medio siglo, probablemente no empezó más de veinte pinturas, de las cuales sólo sobreviven catorce, cuatro entre ellas que se estiman incompletas, como quedaron muchos de los tratados que planeó.
Pero desde que el primer célebre historiador de arte, Giorgio Vasari, destacase su fuerza... con buena regla, mejor orden, correcta proporción, perfecto diseño y gracia divina, el mundo entero ha reconocido en él un genio creador extraordinario cuyo poder de atracción e interés no desfallece con el tiempo.
La exposición Leonardo da Vinci - Pintor en la Corte de Milán, organizada por National Gallery de Londres, presenta el origen, desarrollo y transformación de su pensamiento y arte durante los años que vivió en la corte de Ludovico Maria Sforza, el periodo en que el pintor florentino se convirtió realmente en el histórico Leonardo.
La exposición estará abierta hasta el 5 de febrero y ha sido un éxito, con boletería agotada rápidamente, filas cada día a las puertas del ala Sainsbury en donde se presenta, horarios adicionales y un público internacional volcado al amplio programa académico y cultural acompañante.
La versión en línea ofrece varios recursos relacionados, un video de presentación y un fragmento del documental Leonardo Live, que debutará internacionalmente en enero 2012. Puede descargarse gratuitamente una aplicación que recrea el estudio del maestro, diseñada por Credit Suisse, organización patrocinadora del proyecto.
Luke Syson, director de investigación de la N.Gallery y experto en arte italiano previo a 1500, es el comisario y coautor del catálogo que recoge distintas aproximaciones a la relación de Leonardo con sus ambiciones como pintor y el significado de su vida en Milán como marco de referencia.
Más de sesenta pinturas y dibujos del artista y de algunos de sus colaboradores más cercanos comprenden la muestra que permite ver, por primera vez en un mismo lugar, el mayor número de obras de Da Vinci, incluyendo algunas de colecciones privadas y de la corona británica.
La exposición se recorre como un viaje estilístico que revolucionaría el género pictórico. El pintor abandonó la república mercantil de Florencia para llegar a la ciudad-estado más rica y populosa de Italia hacia 1482, gracias a los oficios de Lorenzo de Medici y, se cree, cargado con una lira de plata.
La revolución, sin embargo, empezaría calladamente, como se muestra en la primera sala con el Retrato de un Joven (El músico). Aquí, Leonardo se aparta del estilo tradicional del estricto retrato de perfil (que él también había seguido al llegar a Milán) por uno en posición de tres cuartos. Se cree que el modelo es Atalante Migliorotti, su alumno de música. Los labios sugieren que el joven acaba de terminar una melodía y da Vinci sugiere que la belleza de la pintura permanece mientras que la de la música se termina con la última nota emitida.
En esta primera sala también se encuentran los dibujos Los ventrículos del cerebro y las capas del cuero cabelludo y Estudios de la cabeza (cerca de 1490-4). En el primero, Leonardo afirma la importancia otorgada a la vista en relación con la mente, las tres cámaras del cerebro: la primera recibía información, la del medio los sentidos combinados y albergaba el alma, la imaginación y el intelecto, y la tercera almacenaba recuerdos. Incluye también notas del autor hechas en su estilo zurdo característico para ser leídas con un espejo.
La sala 2 está dedicada a los retratos de mujeres que dan cuenta de las ideas de belleza y amor en la Italia renacentista. Para este momento, Ludovico Sforza, 'el moro' ha llegado a la regencia de Milán después de una sucesión de hechos inesperados en los cuales han muerto su padre y dos hermanos, ha heredado título y se adapta al poder en sus manos y en nombre de su sobrino de 12 años Gian Galeazzo.
Hasta el momento, la casa Sforza estaba más acostumbrada a trabajos pictóricos grupales, realizados "por metro cuadrado", dice Syson, pero el nuevo duque tiene otros intereses artísticos y reconoce tanto el talento de Leonardo (que se le ha descrito a sí mismo como hábil para edificios y maquinaria requerida en tiempo de guerra y para retratos en tiempo de paz) como su individualidad y necesidad de autonomía dentro de la corte.
"Escoged facciones hermosas... y fijároslas en vuestras mentes", decía Leonardo, para quien la belleza natural podía inspirar gran belleza artística y amor, como celebra en su retrato La dama del armiño, de Cecilia Gallerani, la joven de 16 años que Sforza tenía como amante.
Un retrato posterior de mujer, La Belle Ferronière, probablemente de la esposa de Sforza, Beatrice d'Este, muestra otra búsqueda de Leonardo: una idealización de la belleza basada en la geometría perfecta, aunque los rasgos resultasen quizá confusos para quienes conocían a la mujer.
La sala 3 está dedicada al cuerpo y alma, con La Penitencia de San Jerónimo. Leonardo estudiaba anatomía (en la sala se encuentran varios estudios de proporciones del cuerpo, cuello, cráneo, cabeza, sistema nervioso y desnudos) y relaciona en esta obra inconclusa la figura humana con la profunda angustia física y mental del ermitaño del siglo IV, inclinado en oración, a punto de golpear su pecho con una piedra y con la mirada puesta en la que se parece ser una visión de la crucifixión.
La sala 4 exhibe por primera vez juntas las dos versiones de la Virgen de las rocas, la delLouvre y la de la National Gallery. La pintura corresponde a un encargo de la Confraternidad de la Inmaculada Concepción y fue comenzada en 1483, con la adición posterior de san Juan Bautista como un niño en adoración de Cristo. Se cree que Leonardo tuvo que vender la pintura por una disputa sobre honorarios e iniciar la segunda versión hacia 1491-2, en la cual usa una paleta aún más reducida y se concentra en la caída de la luz en el crepúsculo y el relieve de las figuras.
Esta obra permaneció inconclusa hasta 1506 cuando Leonardo -que ya había abandonado Milán y regresado a Florencia- tuvo que terminarla por exigencia de la Confraternidad. El pago final lo recibió en 1508, 25 años después del encargo original. Observando con detenimiento las dos obras, así como un bosquejo previo de sus figuras y un estudio sobre el manto del ángel, es posible imaginar el impacto que causaría la versión final en la ciudad, como ejemplo de nuevas ideas en la pintura piadosa y sobre el poder en manos del artista para, como un dios, "crear bellezas que le cautiven", en palabras del pintor.
La sala 5 acoge La Madonna Litta (conocida hoy así por el apellido de la familia propietaria en el s.XIX) y trabajos relacionados con ésta, tanto de Leonardo como de sus compañeros en el que se cree fue su 'taller' en Milán hacia finales de la década de 1480. La pintura retoma la tradicional figura de la Virgen que da del pecho al Niño Jesús.
Leonardo usó un dibujo suyo de la cabeza de una mujer y lo idealizó para darle el aspecto sacro, mientras el Niño gira el torso hacia la posición de quien observa la escena. Para ese momento, el poeta Bellincioni cantaba 'Milán es la nueva Atenas', admirando las proezas de Ludovico, patrón de artistas, a manera de sucesor de Alejandro Magno, cuyo célebre pintor Apelles tenía también un equivalente moderno, "traído de Florencia".
En la sala 6, Leonardo encara la caída de Ludovico después de años de impopularidad, el cambio de mapa político en Italia con la muerte de Lorenzo de Medici, el ascenso del papa Rodrigo Borgia en 1492 y tras perder Milán a manos de tropas francesas en septiembre de 1499.
El pintor abandona la ciudad tres meses después y acepta encargos de los nuevos señores, incluyendo el mismo rey Luis XII. Cristo como Salvador del Mundo (una pintura que se tenía como perdida, redescubierta recientemente en una colección privada -y los estudios del manto de Cristo- revelan las técnicas de Leonardo, las numerosas capas de pintura en el rostro que él quería que se viese tan milagroso como el aparecido en el velo de santa Verónica.
También revelan sus ideas sobre Dios como arquitecto de la creación universal y del artista como una especie de 'señor' de la creación humana cuya capacidad imaginativa es efectivamente un don de Dios: "La divinidad que es la ciencia de la pintura transmuta la mente del pintor a semejanza de la mente divina".
La última cena cierra la exposición con la copia de Giovanni Pietro Rizzoli, Giampietrino, quien se cree fue uno de sus asistentes en Milán. Leonardo inventó una técnica que le permitía trabajar a su ritmo y hacer constantes cambios, pero pasados 20 años la pintura estaba bastante deteriorada.
El pupilo hizo la primera copia fiel que sirvió de valiosa referencia para la más reciente restauración de la original en el monasterio del convento Santa Maria delle Grazie, entre 1978 y 1998, y de la cual se exhibe una imagen fotográfica de gran tamaño.
En la obra de Giampetrino (propiedad de la Royal Academy en Londres) se pueden observar detalles perdidos en la original, como los pies de Cristo o el salero derramado por Judas.
Varios bosquejos de la composición, un diagrama matemático, estudios arquitectónicos, de dimensiones y de carácter (la fealdad como expresión de la depravación interior, por ejemplo) complementan la apreciación de ésta, la obra más ambiciosa de Leonardo para Sforza.
Sobresalen además los textos del artista describiendo lo que puede haber sido una escena real utilizada para su representación pictórica de la escena bíblica, en la cual explora las reacciones individuales de los doce apóstoles ante el anuncio de Jesús de que uno de ellos lo traicionará. Entre gestos de asombro, incredulidad, enojo, sospecha, culpa, el pintor crea una cuadro perfectamente proporcionado alrededor del inminente sacrificio del hijo de Dios.
El muy posible que el talento enorme de Leonardo da Vinci hubiese florecido en cualquier lugar pero, como dice Syson, quizá si hubiese permanecido en Florencia, su obra sería distinta. Milán y Ludovico le permitieron comprender las necesidades y filosofía de una corte, refinar su educación y su trabajo con un esfuerzo único, destinado a combinar talento y autodisciplina combatiendo incluso sus propios impulsos e insatisfacciones.
"El pintor... debía controlar, reprimir o erradicar su 'persona'", explica Syson sobre el credo personal del pintor, hijo ilegítimo de una campesina y un notario, que alcanzó el honor y la fama en un viaje intenso, a veces afanoso, frustrante, iluminado y, aún a pesar de ese deseo 'impersonal' al final de sus días, realmente grandioso.
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