El Nobel participó en el Festival Internacional de Poesía de Granada junto a Benjamín Prado como teloneros de la pianista Rosa Torres-Pardo y el poeta Luis García Montero
El premio Nobel Mario Vargas Llosa y el poeta Benjamín Prado, anoche durante su charla en Granada.foto.fuente:elpais.com
El autor de El sueño del celta, habló en el auditorio Manuel de Falla de su última novela, pero la conversación fue conducida de tal forma y con tal acierto por Prado, que terminó haciendo un introspectivo recorrido por su literatura, sus lecturas, su vida familiar, sus mitomanías, sus secretos (reveló, con cierto pudor, que los personajes que convierte en seres malos malísimos, terminan gozando de su cariño) y su próximo trabajo, un ensayo al que llamará La civilización del espectáculo, en el que habla de cómo la cultura ha pasado a ser un pasatiempo: "A veces con originalidad y creatividad, pero siempre persiguiendo el objetivo de distraer y entretener, si sobrevivo al Nobel quiero terminarlo, porque hay mucho que reflexionar sobre este asunto", dijo el autor de Pantaleón y las visitadoras.
Prado empujó en más de un momento al escritor hispano-peruano a hablar de su relación con la poesía. Mientras Prado señaló que en su literatura aparecen muchos poetas, pero siempre son personajes frustrados y no muy brillantes, Vargas Llosa entre risas confesó que así era y comenzó aclarando que eso que dicen de que en todo prosista hay un poeta frustrado es muy probablemente cierto: "Yo no soy una excepción y mi relación con la literatura también empezó con la poesía, mamá tenía en su mesita de noche Veinte canciones de amor y una canción desesperada y como tenía prohibido leer ese libro, ejercía sobre mí una atracción irresistible, sabía que era algo pecaminoso, pero no entendía el qué, aunque aquellos versos con lo de El cuerpo del amigo salvaje... me desasosegaban sobremanera, así que para mí la poesía empiezó con la idea de transgresión, prohibición y pecado", confesó mientras el público reía abiertamente.
Tras hablar de su querencia por Neruda no ocultó que Góngora fue "una tabla de salvación cuando estuve aturdido al meterme en política; me levantaba muy temprano y aunque fueran quince minutos me sumergía en un mundo de absoluta perfección y belleza, en contraste con el resto del día, que era terriblemente violento y cruel, como puede llegar a ser la política, por lo que siento por Góngora una extraordinaria gratitud, gracias a él mantuve viva mi vocación de lector".
Las vidas de los lectores
El hispano-peruano, nacido en Arequipa y con DNI español, tras reincidir en su afirmación de que escribe para que los lectores tengan las vidas que no se resignan a no tener, dijo: "La función de la literatura es hacernos vivir aquello que en la vida real no podemos vivir, tenemos la imaginación y los deseos para vivir otras muchas vidas, además de aquella pobrecita que tenemos, y las vivimos a través del hechizo y la magia esas otras existencias que la vida real no nos permite. Cuando leemos o vamos al teatro incorporamos experiencias que jamás podríamos haber vivido en la realidad y así es como podemos ser El Quijote o Madame Bovary, así es como cuando salimos de esas actividades nuestra vida se ha enriquecido con esas experiencia, por eso la literatura es inmortal".
Por si la cosa no quedaba clara, Prado le recordó cómo en alguna ocasión ponía en boca de unos personajes una cita de Balzac: "La novela es la vida privada de las naciones". El autor de La tía Julia y el escribidor aseguró que seguía asumiendo como propio eso que Balzac decía en la primera edición de La comedia humana: "La novela nos cuenta esas vidas que existieron y que los historiadores no pudieron contar, la novela es el testimonio de esas carencias y la demostración de que la vida es imperfecta y siempre quisiéramos que fuera mejor o al menos distinta".
Mientras sostuvo que un soneto puede alcanzar la perfección dijo que la novela, a diferencia de otros géneros, tiene otro tipo de arquetipo: "Una gran novela es más grande en la medida que es más grande". No era un jeroglífico lo dicho por Vargas Llosa, solo su teoría de que las grandes novelas que se consideran las catedrales del género, son grandes de tamaño. Y ejemplificó, El Quijote, Guerra y Paz, Los Miserables... son grandes no solo por la riqueza del argumento, sino porque se proyectan a otros territorios, mostrándonos un mundo en sus distintos niveles; es el único género en el que ocurre eso, lo descubrí leyendo Tirant Lo Blanc hace muchos años".
El periodista
También hubo un repaso a su condición de periodista: "He sido periodista toda mi vida y El sueño del celta, y otros muchos libros, no hubieran existido igual sin los viajes y sin mi mirada de periodista", señaló el Nobel, quien asegura que en casi todo lo que ha escrito el periodismo le ha servido mucho: "La materia prima de mis novelas son cosas que he vivido en el periodismo, incluso en la última de ellas hay capítulos y episodios que técnicamente están escritos como reportajes, inventados, pero trabajos periodísticos".
Vargas Llosa también habló de los peligros que entraña esa cercanía a la hora de hacer literatura: "El periodista utiliza el lenguaje de una manera funcional, y el lenguaje tiene que ser un vehículo, un transmisor, pero siempre tienes que, dentro de ese mar en el que te sumerges y dentro de ese lenguaje, encontrar un estilo, para que la historia que cuentes tenga una originalidad, ya que el lenguaje que se practica diariamente hace que adoptes clichés y lugares comunes, un tipo de lenguaje muerto, algo que es peligrosísimo para la literatura", señaló este escritor que dejó claro que para él, el periodismo, es un puente entre su escritorio y su mundo: "Lo que pasa en la calle es lo que me nutre, creo que en ese aspecto sigo siendo sartriano y pienso que la literatura tiene que estar en contacto con la vida del día a día, tiene que embeberse en ella, el escritor solo puede aislarse después de haber estado sumergido en lo que hay alrededor de la vida".
Después de que el público despidiera, puesto en pie, al Nobel se celebró uno de los actos más bellos de la presente edición del FIP, protagonizado por la pianista Rosa Torres-Pardo, considerada una de las grandes concertistas del mundo y la más perfecta intérprete de la música de Albéniz, y Luis García Montero, en la cabecera de los grandes poetas españoles contemporáneos. Mientras ella interpretó diversos temas de la Suite Albéniz, el poeta granadino leyó poemas propios relacionados con esta obra, como El Sur o Lavapiés y otros relacionados con la ciudad de Granada, como Preguntas a un lector futuro.
Entre estos actos y los que se desarrollarán hoy viernes no hubo solo descanso y reflexión. También hubo una fiesta de celebración del 50 incumpleaños de Benjamín Prado (en realidad los cumple el 13 de julio) en La tertulia, un conocido espacio de Granada dedicado al mundo de la poesía, al encuentro con las gentes de pensamiento y, si es necesario, con los copazos. Allí, Prado recibió loas y regalos verbales de sus amigos Joaquín Sabina y Almudena Grandes en presencia de otros amigos como Vargas Llosa, su esposa Patricia, el editor Chus Visor, el grupo musical Pereza y otros cantantes que amenizaron la noche con coplas, flamenco y diversas chuflas.
Hoy viernes, habrá encuentros en el FIP con Chris Stewart, ex batería del grupo Genesis y hoy retirado en la Alpujarra, donde escribe libros como Entre limones. Historia de un optimista. Y con José Ignacio Lapido, conocido letrista de rock. Como actos de clausura, un encuentro de García Montero con Joaquín Sabina, que acude como poeta y no como cantante, y el concierto de despedida del FIP, que se celebrará en el parque Federico García Lorca con la actuación del grupo Pereza y Benjamín Prado, al que ya se le conocen veleidades con la música.
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