Gabo que estás en los cielos
Preparativos en el Palacio de Bellas Artes del D.F, para el homernaje póstumo a nuestro Gabo/eluniversal.com.mx |
Al lado de la Alameda Central, sobre la calle Juárez, se levanta
imponente uno de los edificios históricos más significativos y hermosos
de todo México. Cuatro pegasos negros cuidan su entrada y el peso de los
bloques de mármol de Carrara con los que se construyó ha hundido un
poco sus cimientos al punto de que su fachada luce levemente torcida. El
Palacio de Bellas Artes es el gran punto de encuentro del centro de la
ciudad. Jóvenes, turistas, artistas callejeros y vendedores ambulantes
se reúnen frente a sus escalones a esperar a alguien, a descansar o
simplemente a sentir el frío de la piedra blanca en una tarde de calor,
como las que vive el D.F. en abril.
Desde el sábado cuelgan a
ambos lados de la puerta principal dos grandes pendones que muestran a
un Gabriel García Márquez sonriente y en blanco y negro. Debajo de su
rostro están las fechas 1927-2014. Frente a la fachada se levantan
carpas, previendo un posible chubasco, también típico y siempre
inesperado durante la primavera en Ciudad de México. Aun así, el
movimiento sigue igual que siempre. En la Alameda los niños comen
algodón de azúcar y les piden globos de colores a sus papás; sobre la
calle Madero, que lleva al Zócalo, siguen parados Batman, Depredador,
Woody, Buzz Lightyear y una Mujer Maravilla con leve sobrepeso,
esperando para cobrar por las fotos que se tomen con ellos los
transeúntes.
Pero desde las cuatro de la tarde de este lunes,
cuando se expongan en el interior del Palacio y a la sombra de los
murales de Diego Rivera las cenizas del nobel durante un sentido
homenaje, las calles del centro se sumirán en un luto perceptible por
las masas de seguidores, amigos y familiares que se acerquen a dar un
último adiós a su ídolo, a su compadre del alma. Junto a la urna con los
restos de Gabriel García Márquez se hará una guardia de honor
encabezada por Rafael Tovar y de Teresa, titular del Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes de México (Conaculta), y José Gabriel Ortiz,
embajador de Colombia en el país. La última guardia la harán el
presidente de México, Enrique Peña Nieto, y su homólogo colombiano, Juan
Manuel Santos, quien se espera arribe a la Ciudad de México el mismo
lunes después del mediodía.
Ha habido gran especulación alrededor
del descanso final de las cenizas de Gabo. El embajador Ortiz, en
conversación con El Espectador, aclaró: “Yo lo que dije es que,
interpretando el sentimiento de los colombianos, quisiéramos que parte
de las cenizas fueran a Colombia para que reposaran allí. Eso es lo que
yo pienso y pienso interpretar así al presidente, que también me lo
dijo, y a todos los colombianos”. Pero recalcó que “eso no quiere decir,
por ningún motivo, que esa sea la decisión final. ¿Quién toma la
decisión final? Su señora y sus hijos. Ellos van a disponer qué quieren
hacer con sus cenizas”. Advirtió que tanto el Gobierno como la Embajada
se abstendrán de hacer cualquier declaración al respecto hasta que haya
un comunicado oficial por parte de la familia.
Justo enfrente del
histórico edificio se encuentra una sucursal de la famosa librería
Gandhi. “Recuerdo una vez en que estaba yo en la librería Gandhi y él
estaba ahí también, y me acerqué a pedirle un autógrafo. Esa fue la
primera vez que lo vi”, recordó para El Espectador el escritor mexicano
Jorge Volpi. El libro que lleva la firma en tinta de García Márquez es
Cien años de soledad, el favorito de Volpi, aunque sienta que decirlo
sea un lugar común. Ese primer encuentro se dio poco después de que el
mexicano publicara su primera novela. “El hecho de que yo me lo
encontrara en la Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo significaba que él
también vivía en la Ciudad de México”, concluyó. Y es que es bien sabido
que la librería, que en ese entonces tenía sólo la sucursal del
encuentro, pero ahora cuenta con varias en todo el país, era la favorita
de Gabo.
Varias librerías mexicanas han reportado un incremento
significativo en la venta de títulos de Gabriel García Márquez. En la
Rosario Castellanos, del Fondo de Cultura Económica, en la colonia
Condesa, se registraban hasta el sábado 62 libros vendidos desde el
deceso del colombiano. Mario Mendoza, vendedor de la Gandhi frente a
Bellas Artes, estima que desde la muerte de Gabo se han vendido por lo
menos un centenar. Sacaron todo lo que había en bodega y sólo quedan
unos cuantos ejemplares. El que más se ha vendido es precisamente Cien
años de soledad, hasta el punto de que las existencias de su edición en
pasta dura de Diana ya estaba agotadas para el domingo. Pero todavía
quedaban unas cuantas ediciones de bolsillo.
Sylvia Helena Alves,
una profesora de español de Brasilia, llegó el jueves a la Ciudad de
México, horas después de la muerte del nobel. Sin dudar, se acercó al
anaquel adornado con una hoja amarilla impresa con la cara del escritor
(el amarillo es el color de Gabo y curiosamente también el color
institucional de la librería Gandhi) y agarró dos copias de Cien años de
soledad. “Los libros en español en Brasil son muy costosos, y yo éste
lo quiero leer en español”, dijo para El Espectador.
Las tapas
amarillas de la primera edición de Oveja Negra de El amor en los tiempos
del cólera saltaban a la vista. “Las trajeron el miércoles. Los que han
venido y saben qué son se llevan esa. Los que no conocen mucho de
Gabriel García Márquez agarran la de Diana”, explicó el vendedor con una
sonrisa. La edición original estaba en promoción, a 118 pesos
mexicanos, es decir, unos 18.000 pesos colombianos. Sylvia tomó uno de
los libros amarillos y lo abrazó contra su pecho. “¿Este también es
mágico?”, preguntó con cara de asombro. ¿Acaso no lo son todos?
El
editor de las obras de Gabriel García Márquez, Cristóbal Pera, aseguró
ayer que el nobel colombiano estuvo trabajando en los últimos años en un
novela que se titula ‘En agosto nos vemos’. Sin embargo, advirtió que
su publicación depende exclusivamente de la familia. “Es una novela que
trabajó durante mucho tiempo. No sé si vaya a ser publicada, eso ya la
familia lo decidirá”, dijo Pera. También contó que el escritor cataquero
no estaba conforme con lo que estaba escribiendo y la corregía día a
día.
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