Se cumplen cincuenta años de la muerte del autor de El lobo estepario, uno de los escritores fundamentales del sigo XX alemán
Hermann Hesse, el autor de Siddhartha es hoy por hoy el escritor alermán más traducido y leído del planeta. foto.fuente:hoy.es |
Hermann Hesse murió hace medio siglo, el 9 de agosto de
1962, en su casa de Montagnola, la villa suiza donde pasó la segunda
mitad de su vida. Tenía 85 años. El escritor fue enterrado en el
cementerio de San Abbondio, cerca de la tumba de su amigo y biógrafo
Hugo Ball. Su lápida es una sencilla losa de piedra oculta por un manto
de flores. Hesse había ganado el Nobel de Literatura en 1946 y había
influido decisivamente en las letras alemanas de entreguerras. Su
ascendente tenía que ver con lo puramente artístico -se le consideraba
un maestro del idioma- y también una referencia moral. Hesse comenzó
representando la ruptura de los jóvenes con las férreas estructuras de
la Alemania imperial y terminó erigiéndose en un solitario símbolo de la
Alemania contraria al nazismo.
Humanista, crítico con el devenir de la civilización
occidental y profundamente espiritual, Hesse defendió la concordia entre
los pueblos mientras la vieja Europa decidía añadirle nuevas
significaciones a la idea de matanza. «No reniego del patriotismo», dijo
en una ocasión, «pero primeramente soy un ser humano, y cuando ambas
cosas son incompatibles, siempre le doy la razón al ser humano».
Tras la Segunda Guerra Mundial, su figura se agigantó.
Junto a intelectuales como Thomas Mann o Bertold Brecht, pasó a
representar esa otra Alemania que también había sido aplastada por el
nazismo: la Alemania de la cultura, la belleza y cierta ensoñación
intimista y romántica.
Thomas Mann, que influyó notablemente para que le
otorgasen a Hesse el Premio Nobel, quiso ver en su amigo una oportunidad
de que el mundo, a la hora de pensar en un alemán, se olvidase de
Göring y recordase al Hermann correcto: «Porque no hay nada más alemán
que el poeta Herman Hesse y la obra de su vida; nada más alemán en el
sentido antiguo, alegre, libre y espiritual, a lo que el calificativo de
alemán debe su mejor fama y la simpatía de la humanidad».
Vietnam
Sin embargo, la fama de Hesse se hizo realmente
planetaria tras su muerte, cuando la juventud de los años sesenta adoptó
libros como Siddhartha y El lobo estepario como guías de viaje. No
deja de ser llamativo que Hesse -un austero hombre de letras alemán
educado en la época del káiser Guillermo- pasase a ser un ídolo de la
contracultura. A favor de Hesse hay que decir que en la puerta de su
casa de Montagnola había un cartel que prohibía las visitas y que en su
día calificó el Premio Nobel como «un jaleo tremendo». Su salto al
estrellato literario, además de póstumo, fue bastante involuntario.
Sucedió, además, de un modo repentino y en un país
lejano, los Estados Unidos, donde ni siquiera el Nobel le había
convertido en un autor popular.
En 1962 el 'New York Times' publicó un artículo sobre la
muerte de Hesse en el que calificaba sus libros como «inaccesibles» para
el público americano. Se sabe que por entonces Henry Miller intentaba
sin éxito que alguna editorial americana editase con interés y rigor los
libros del alemán. Siete años después, la edición de bolsillo de 'El
lobo estepario' estaba vendiendo en los Estados Unidos trescientos mil
ejemplares mensuales.
La chispa que encendió el polvorín de la devoción por
Hesse fue la guerra de Vietnam. La juventud americana encontró en el
escritor alemán un referente honesto que se había opuesto a las dos
guerras mundiales y había buscado en Oriente una respuesta al agresivo
materialismo occidental. Podríamos decir que Hesse se convirtió en un
cómplice y en un argumento de autoridad para una generación que quemaba
sus cartillas militares, se manifestaba en el Capitolio y se rebelaba
contra el orden establecido en la Universidad de Berkeley.
Fue en Berkeley donde se fundó por ejemplo la famosa
compañía teatral 'Magic Theatre', el grupo para el que escribiría Sam
Shepard. Pues bien, aquellos jóvenes actores escogieron el nombre del
grupo a partir de uno de los escenarios en los que transcurre 'El lobo
estepario'. Y lo hicieron reunidos en un bar del campus que se llamaba
'El lobo estepario'.
Es tan solo una anécdota, pero sirve para hacerse una
idea de la presencia de Hesse en la vida cotidiana de aquellos jóvenes
de finales de los sesenta, una generación que adoraba al Che, escuchaba a
Dylan y leía los libros de Herman Hesse hasta convertirlo en el autor
alemán más traducido desde los Hermanos Grimm.
Ese éxito global y apabullante ha llegado hasta nuestros
días. Se calcula que hoy los libros de Hesse están traducidos a más de
sesenta idiomas y que sus ventas superan los cien millones de
ejemplares. Su editorial alemana, Suhrkamp, dice vender treinta mil
ejemplares de sus libros al mes. Es el récord de un catálogo en el que
están superventas como Isabel Allende.
En una encuesta reciente, Hesse fue elegido por los
lectores alemanes como el cuarto escritor nacional más significativo del
siglo XX, por detrás de Thomas Mann, Bertold Brecht y Günther Grass.
Individualismo
Sin embargo, ¿quién lee hoy a Herman Hesse? Los chicos de
los sesenta peinan canas y no sería extraño que sus nietos adolescentes
reconozcan antes en 'Siddartha' un libro sobre el que hacer un trabajo
escolar que un texto contracultural. Al menos, en Europa. Sí parece que
en Estados Unidos y en Asia la vigencia del alemán permanece
prácticamente intocable. En cualquier caso, puede que el secreto estribe
en que siempre habrá un muchacho que encuentre en uno de sus libros el
cobijo necesario en los tiempos del paso a la edad adulta.
Porque, además de por su misticismo orientalizante y por
su profundo compromiso ético, la obra de Hesse sigue teniendo interés
por ser la de un rabioso individualista que busca un lugar en el mundo
donde ser feliz, lejos de la influencia de la sociedad. El gran tema de
su literatura es la crisis personal y su herramienta narrativa más
afilada es la búsqueda sin red de la propia identidad. Son temas eternos
que parecen ligados a la adolescencia, y no sería extraño que la
mayoría de los lectores de Hesse sellasen entonces pactos duraderos con
su obra.
Es innegable que la obra de Hesse conserva y amplifica
esa valentía y esa sinceridad que parecen emparentadas con la juventud.
«Desde mis trece años tuve claro que quería ser escritor o nada en
absoluto», escribió en su 'Breve biografía'. Y por esa razón escapó del
seminario en el que sus padres -dos severos cristianos pietistas- le
habían obligado a ingresar. Fue el comienzo de un camino solitario y
radical. Otro de los grandes temas de Hesse es el de la construcción de
la propia vida y la propia personalidad. ¿Qué son 'Siddartha', 'El lobo
estepario' o 'Peter Camenzid' sino novelas de formación?. Suele hablarse
de Hesse como de un místico y quizá sea un error. Tal vez no esté ahí
el secreto de su largo y sorprendente éxito. Lo supo ver Hugo Ball, que
le conoció bien y, antes que como un sabio, lo describió como «el último
caballero de la estirpe esplendorosa del Romanticismo».
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