27.8.12

Leopoldo María Panero

Poesía de la A a la Z

Leopoldo María Panero, 2005. foto: lamalaespina.blogspot.com. fuente:revistadeletras.net

Leopoldo María Panero (Madrid, 1948) es un poeta desarraigado, un hombre desclasado que trabaja con sus versos contra la sociedad y contra él mismo, un ser que sufre del complejo de autodestrucción y que transforma ese complejo, esa autodestrucción, en obra de arte. Un maldito, en definitiva. Leopoldo María Panero, aquejado de malditismo, se suicida a cámara lenta y, de esta manera, es capaz de hacer su obra con prisas, iluminada con destellos e impulsada, paradójicamente, por ese descenso hacia el fondo del abismo que, en realidad, busca truncar con violencia, dejar inacabada, esa misma obra. Panero, que busca la poesía en la abominación, reivindica como clave poética la máxima de Mallarmé: «La destruction fut ma Beatrice» (1).
En este caldo de cultivo, el poeta maldito Panero vive de conjurar lo oscuro, lo telúrico, de atraer el misterio, de investigar en el tarot y la alquimia. Persiguiendo lo luciferino como fuente de inspiración. El maldito siempre se reconoce a sí mismo en el área de influencia de Satán. Sin embargo, no es hasta 1987 (con treinta y nueve años) cuando aparece publicado en Poemas del manicomio de Mondragón (Hiperión) su “Himno a Satán”, composición de profunda alabanza que ensalza la figura del ángel caído. Una pieza de marcado carácter exaltado, bordeando cierta inocencia al establecer relación tan íntima con tamaña fuerza maligna. El poeta, ajeno, gozoso (“yo que nací del excremento/te amo”), vislumbra en Satán a ese ser con quien compartir la vida y el destino:
Himno a Satán
«Ten piedad de mi larga miseria»
“Le fleurs du mal”, Charles Baudelaire
Tú que eres tan sólo
una herida en la pared
y un rasguño en la frente
que induce suavemente
a la muerte.
Tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano día tras día
buscando entre la mierda
la razón de su vida;
yo que nací del excremento
te amo
y amo posar sobre tus
manos delicadas mis heces.
Tu símbolo es el ciervo
y el mío la luna:
que caiga la lluvia sobre
nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina
y sangre las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.
Antes de continuar con el análisis, explicaré que no es azaroso que Leopoldo escoja la composición poética del himno, pues el himno se ha utilizado fundamentalmente para ensalzar a Dios, la Virgen o los santos, así como también a grandes hombres o sucesos memorables; o sea, el poeta desea, ya desde el título, estrellar lo consabido, las convenciones religiosas imperantes, con su visión de Satán. Una visión formada en los momentos de exaltación por el descubrimiento de la imponente figura de Lucifer. El maldito Panero escribe estos versos enamorado (“desnudo de todo/salvo de tu nombre”). Incluso imagina, con cierto candor, fechorías que llevar a cabo en compañía de Satán (“rociaremos con vino, orina/y sangre las iglesias”). El resultado, en mi opinión, es admirable: un gran poema de amor, un amor sumiso y frágil, por supuesto, un amor fruto de la idealización del poeta sobre un ente de enorme poder.
En cualquier caso, no debió quedar totalmente satisfecho, o, mejor dicho, su filiación con Satán evolucionó a lo largo de los siguientes años hasta que en 1994, dentro del poemario Orfebre (Visor), vuelve a publicar otro “Himno a Satán” y, curiosamente, ofrece tres versiones del mismo:
Himno a Satán
Solo la nieve sabe
la grandeza del lobo
la grandeza de Satán
vencedor de la piedra desnuda
de la piedra desnuda que amenaza al hombre
y que invoca en vano a Satán
señor del verso, de ese agujero
en la página
por donde la realidad cae como agua muerta.
Himno a Satán (2ª versión)
La grandeza del lobo
no es penumbra
ni aire
es solo el fulgor de una sombra
de un animal herido en el jardín
de noche, mientras tú lloras
como en el jardín de un animal herido.
Himno a Satán (3ª versión)
Los perros invaden el cementerio
y el hombre sonríe, extrañado
ante el misterio del lobo
y los perros invaden la calle
y en sus dientes brilla la luna
pero ni tú ni nadie, hombre muerto
espectro del cementerio
sabrá acercarse mañana ni nunca
al misterio del lobo.
En estas tres versiones se observa que el poeta se posiciona a mayor distancia de Satán que en el Himno de 1987. Una distancia más real, en este caso, pues antes la idealización ya comentada hacía parecer próximo lo que sin duda estaba a años luz. Se intuye también que esa extensión que Panero coloca entre él y Satán nos quiere poner en aviso sobre la enormidad, y la fatalidad, que acarrea la tarea de intimar con Satán. De ahí que en estos nuevos versos Leopoldo introduce, principalmente, el concepto de “misterio”. También es de destacar la presencia del lobo: el diablo, ahora lejano, misterioso, es abordado mediante la identificación con el lobo. Lejos de la seguridad anterior, del trato de cercanía autoimpuesta del primer himno, reconoce el poeta su auténtico desconocimiento de Satán (“Solo la nieve sabe…”) a pesar del esfuerzo realizado para aproximarse (“ni tú ni nadie, hombre muerto/…/sabrá acercarse ni mañana ni nunca/al misterio del lobo”). Es notorio el poso dejado por las batallas libradas en el alma del poeta, las heridas sufridas. La exaltación es mucho menor en este himno, las alabanzas a Satán son más veladas. El poema rezuma deshumanización y dolor (“de noche, mientras tú lloras/como en el jardín de un animal herido”). Además, no queda ni rastro de amor. El amor era imposible desde el inicio. El diablo no ama. Eso sí, aún pervive la sumisión (“…Satán/señor del verso…”), la necesidad de Satán en su concepción de la poesía.
Panero acierta, en mi opinión, al escribir estas tres versiones, ninguna de ellas perfectamente trabajadas, pero que contempladas en conjunto, leídas con y sin orden, ofrecen una composición no rígida, abierta a que cada uno de los lectores compongan con los materiales sugeridos ese misterio que es Satán.
No obstante, tampoco estas tres versiones complacieron a Leopoldo, es decir, tampoco estos tres himnos conservaron su validez con el transcurso de los años. El poeta no le vuelve la cara a Satán, persiste, y así en 1998, en el poemario titulado Guarida de un animal que no existe (Visor), publica un nuevo Himno, esta vez dedicado a Satanás. El cambio en el tratamiento de la figura luciferina no es radical, el nombre se modifica muy escasamente. El porqué trastoca el título me es desconocido. Aventuro que el poeta quiere desmarcarse de los himnos precedentes, porque por fin ha encontrado algo real y quiere evidenciarlo desde el inicio, pero sin desconectarse de las anteriores composiciones para que podamos seguir el hilo de su filiación satánica. Este hecho le da al “Himno a Satanás” cierto cariz de himno definitivo (2):
Himno a Satanás
A Belfegot, dios pedo o crepitus
Tú que modulas el reptar de las serpientes
de las serpientes del espejo, de las serpientes de la vejez
tú que eres el único digno de besar mi carne arrugada,
y de mirar en el espejo
en el que solo se ve un sapo,
bello como la muerte:
tú que eres como yo adorador de nadie:
ven aquí, he
construido este poema como un anzuelo
para que el lector caiga en él,
y repte
húmedamente entre las páginas.
*   *   *
Los pájaros vuelan sobre tus ojos
y la calavera de un caballo dibuja la silueta de la mentira
de la mentira de Dios en una habitación a oscuras
donde vuelan los pájaros
Como podemos comprobar, Leopoldo María Panero retorna al plano de mayor cercanía que atisbó en su primer himno. Además repite las fórmulas de 1987 para comenzar el poema y en un par de versos: “Tú que…”/ “Tú que eres…” Sin embargo, en contra de lo que pudiera parecer, este himno de 1998 se encuentra en las antípodas del de hace doce años, pues donde antes Leopoldo le confesaba su amor a Satán, ahora, en cambio, el poeta no adora a nadie igualándose, en consecuencia, a Satanás (“tú que eres como yo adorador de nadie”) y cayendo de esta forma, ineluctablemente, en la soledad. La soledad que no es nombrada, pero que cohesiona toda la composición. Una soledad abismal, absoluta, rotunda. La deshumanización se ha completado. La alabanza a Satanás es meramente testimonial. En estos versos el poeta nos habla mucho más de él mismo que de Satanás. El poeta toma el protagonismo y se dibuja encerrado, centro único de un mundo saqueado. Satanás no es ya un misterio. Tampoco es exaltado el diablo como una figura poderosa. El tono al principio, en la dedicatoria, es más bien burlón (“A Belfegot, dios pedo o crepitus”). Leopoldo, incluso, lo llama sin la más mínima ceremonia (“Ven aquí…”) para que su presencia confiera vida al poema; poema que, en realidad, es una astucia para atraer la compañía del lector a su destierro, para existir como poeta desde tan lejos de todo (“…he/construido este poema como un anzuelo/para que el lector caiga en él”). Ni rastro de amor, ni rastro de sumisión. Podría decirse que el poeta maldito Leopoldo María Panero, tras tantos esfuerzos, lo ha conseguido. Se trata con Satanás. El precio (que también es la consecuencia y aun el motivo, el porqué) se describe en la coda del himno: la locura. O como Panero la define, sintetizando con maestría,“la mentira de Dios”.

NOTAS:
(1) «La destrucción fue mi Beatriz»
(2) Para este estudio sobre el “Himno a Satán” he utilizado la edición de Túa Blesa publicada por Visor que recoge la poesía completa de Leopoldo María Panero hasta el año 2000. Es por esta razón por lo que aclaro con esta nota la palabra “definitivo” (sabiendo, además, que el carácter de definitivo de cualquier hecho, excepto de la muerte, es relativo), pues en este caso al haber Panero seguido publicando poemas tras el cambio de milenio, al Panero aún escribir y aguantar el peso de la losa que la vida impone tarde o temprano, bien pudiera faltar una nueva vuelta de tuerca al “Himno a Satán” (ya fuese publicado posteriormente al 2000, ya fuera que aún está por publicar). No habría problema en cualquiera de los supuestos, este estudio tendría similar vigencia, la lectura debería ser idéntica, tan solo habría que añadir al final un “Continuará…”.

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