Autor de Una temporada en el infierno e Iluminaciones, el poeta que anticipó el surrealismo escribió toda su obra entre los 15 y los 20 años. Tuvo una relación fundamental y escandalosa con Paul Verlaine. Pasó la última década de su vida en un pequeño pueblo en Etiopía trabajando como comerciante, totalmente renegado de su vida como escritor
RIMBAUD (1854-1991) es el prototípo del poeta maldito./revista Ñ |
i uno quisiera filmar una película de la vida de Arthur Rimbaud haría
bien en comenzar con dos largas tomas que servirían como elementos
básicos de la narración, pero también como claves simbólicas para
ilustrar la gloria y la tragedia del poeta francés que murió en 1891 a
los 37 años y que dejó de escribir a los 20.
Una toma sería del
poeta caminando. Se podría filmar con la perspectiva desde el suelo, a
unos cuatro metros detrás del caminante, mostrando su andar por los
pastos altos de los campos de Francia, Italia y Bélgica. Y también por
las calles adoquinadas de París y Londres de la segunda mitad del siglo
XIX, acompañado por su mentor, amante y compañero maldito, Paul
Verlaine.
La segunda, sería de la punta de la pluma de Rimbaud
trazando palabras sobre hojas en blanco. Allí lo veríamos haciendo sus
deberes de latín de la escuela primaria —fue alumno estrella de su
colegio provincial— y la redacción de sus poemas inmortales (es uno de
los pocos casos en que se puede usar este abusado término correctamente)
que escribió entre los 16 y los 20 años.
Con esa misma pluma,
muchos años después, lo veríamos en el desierto en Etiopía haciendo
meticulosas cuentas de mercancías cuando ya había renunciado a la
literatura, como lector y como escritor, en un intento de ganar una
fortuna como comerciante de armas, especias, café y, algunos dicen,
esclavos -aunque los más responsables investigadores descartan
totalmente esta hipótesis.
Durante toda su vida Rimbaud
caminó y escribió. Caminaba porque le gustaba, pero también porque
tenía una manía por viajar y era pobre y muchas veces no tenía otra
forma de movilizarse. Y escribió porque quería penetrar, a través del
arte de la poesía, la misteriosa esencia de la vida a la manera de un
místico.
En 1871, cuando tenía 17 años, Rimbaud le escribió a su profesor Georges Izambard: “Je est un autre” (Yo
es un otro) y en esa misma carta, declaró su proyecto artístico:
“Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente... Consiste
en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos... Y
yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa mía”.
En
1878, cuando tenía 24 años, un médico le dijo que por caminar
excesivamente sus costillas habían desgastado las paredes de su abdomen.
Acababa de hacer una caminata desde Bélgica hasta Italia, dos veces.
Mientras
que caminaba, o en los intervalos de calma, escribió versos cuyos
contenidos y formas eran tan novedosos que no pudieron ser comprendidos
hasta muchísimos años después de su primera aparición. Mientras
escribía, quizás imaginaba viajes que, dada su pobreza, solo podía
realizar a pie.
Pero el impulso subterráneo y esencial de esas
dos actividades —caminar y escribir— es un secreto inhallable que ningún
biógrafo descubrirá. Las pasiones y frustraciones de Rimbaud, sus
talentos y búsquedas, se pueden enumerar y describir, pero eso no es lo
mismo que entender. Sólo podemos mirarle la vida y la obra, y
especular.
Entonces, estas dos tomas cinematográficas hipotéticas
—el del caminante y del escribidor— sirven para indagar sobre los
misterios de la vida de Rimbaud, que se pueden resumir en dos preguntas.
La
primera: ¿Cómo puede ser que un niño de 16 años, sin ninguna
preparación particularmente especial, haya entrado en una racha de
producción creativa durante unos cuatro años, no más, que lo ubicó en el
panteón de los panteones de los poetas líricos del mundo occidental,
junto a Safo, John Donne, John Keats, Emily Dickinson y Ezra Pound? Y la
segunda: ¿Cómo puede ser que semejante ángel de la palabra haya
abandonado, abruptamente, a los 20 años aproximadamente, la tarea de
escribir, como si lo que hizo no hubiera significado nada?
Por su
rebeldía contra las normas de su tiempo, ha sido el idolo de cantantes
de rock como Patti Smith y Jim Morrison (y también de innumerables
adolescentes lectores). Pero por más caótica y anti-burguesa que fuera
la vida de Rimbaud en su primera juventud, la base de su triunfo como
poeta fue el trabajo riguroso y al fin de su vida volvió a abrazar los
valores de un ciudadano respetable: su sueño era criar un hijo para ser
ingeniero...
Rimbaud fue criado, junto a un hermano mayor y
una hermana menor, en el pueblo de Charleville en el noreste de Francia
por una madre que se autodenominaba viuda por la ausencia crónica de su
marido. Rimbaud fue, lejos, el mejor alumno de su colegio. De hecho,
sus profesores nunca habían visto un sujeto igual, hasta tal punto que
uno dijo de él: “Es una máquina perfecta para triunfar en los exámenes.”
De ahí que haya una leyenda acerca del niño Rimbaud que en un examen
extremadamente exigente de tres horas se pasó las primeras dos mirando
el techo, y en la última hora, con una velocidad supernatural, terminó
la prueba consiguiendo los máximos honores.
Dentro de poco,
Charleville le quedó chico y miró hacia París. Se había familiarizado
con el ámbito cultural de la capital gracias a la lectura de revistas
que le prestaban algunos profesores y conocidos de su pequeña aldea. Con
apenas 16 años le escribió al poeta Paul Verlaine, uno de los pocos
contemporáneos que el adolescente admiraba (y que le llevaba 11 años),
mandándole unos versos. En poco tiempo recibió una respuesta: “Venga,
querida y gran alma. Te esperamos. Te deseamos.” E incluyó un boleto de
tren para el viaje.
Aquí empieza la segunda vida de Rimbaud, de la cual, años después en Harar, Etiopía, diría que fue solamente un episodio de borrachera.
Fue eso y muchas otras cosas más. Verlaine estaba recién casado,
aparentemente, para controlar sus tendencias de borracho y acomodarse en
una situación financieramente más cómoda, ya que su esposa venía de una
familia de dinero.
Sucede que Verlaine venía de una familia más
complicada. Su madre guardaba sus primeros dos nacimientos –abortados
espontáneamente- en frascos con alcohol en el cristalero del comedor.
Una vez, en un ataque de ira en el cual le rogaba dinero a su madre para
ir a beber, Verlaine estalló los frascos de sus dos hermanos homúnculos
contra la pared.
Rimbaud, con manos de campesino y modales de un
delincuente, entró al mundo burgués de Verlaine e hizo explotar todo. De
golpe Verlaine y Rimbaud eran amantes, componían juntos poemas eróticos
y escatológicos sobre el ano, se escaparon a Londres dos veces para
vivir en la pobreza, se peleaban con cuchillos para entretenerse, se
separaban y se reconciliaban –con viajes de por medio de la madre de
Rimbaud para calmar las aguas en la casa Verlaine, mientras Verlaine
intentaba volver a su vida en familia (tenía un hijo) y Rimbaud lo
tentaba nuevamente al camino maldito.
Entre tanto Rimbaud escribió sus poemas y Verlaine los suyos.
Todo
terminó mal, en un episodio tan violento y confuso como protagonizaron
Van Gogh y Gauguin. Verlaine se había fugado a Bélgica. Allí estaba en
un hotel con su suegra y su esposa. Desesperado, se había comprado un
revolver de 7 milímetros. Ahí apareció Rimbaud. Se chocaron, se
separaron y Verlaine le dio un tiro lastimándole levemente el brazo.
Pero al día siguiente hubo otra confrontación que no terminó en
disparos, pero sí, por una acusación de Rimbaud, llevó a la
encarcelación de Verlaine por dos años. La reputación de los dos era
infame, y Verlaine, aparte de ser acusado de intento de asesinato, fue
sometido a humillantes y pseudocientificas pruebas para comprobar si era
o no homosexual (le midieron la "dilatacion anal" y la forma del pene).
La homosexualidad era un acto criminal en ese momento, y el juez
determinó que Verlaine era culpable.
Nunca se vieron más, aunque
después Verlaine fue fundamental en difundir la obra y reputación de
Rimbaud. Rimbaud, por su lado, era despreciado en París. Los que lo
conocían, lo consideraban un criminal en el mejor de los casos. Una
etapa de su vida se había agotado. Con poco más de 20 años, Rimbaud le
dio la espalda a la literatura.
En una breve pero magistral biografía, Edmund White escribió:
Hay
que enfatizar que Rimbaud se despidió de la literatura para siempre. No
la escribió ni la leyó más. Miraba a sus años creativos (de los 15 a
los 19 años) como un tiempo vergonzoso, un tiempo de borrachera, de
escándalo homosexual, de arrogancia y rebelión que lo llevó a ningún
lado.
White también escribe una últil síntesis sobre la obra de Rimbaud:
Lo
que es extraordinario es que en su breve carrera como escritor Rimbaud
cubrió la historia completa de la poesía, desde versos en latín, pasando
por los Románticos y el Parnasianismo y los simbolistas hasta el
surrealismo, aun antes que existiera el surrealismo.
Y aquí
comienza la tercera vida de Rimbaud, como comerciante en África.
Solamente de esta etapa se han escrito varias biografías. En todas, los
autores luchan para reconciliar al poeta con el hombre de negocios. Los
únicos libros que Rimbaud le pedía a su madre desde África -nunca perdió
en contacto con su madre, siempre le exigía y la buscaba- eran de
ingeniería, geología y ciencias prácticas. Nunca consiguió la fortuna
que buscaba. En las poquísimas ocasiones en las cuales fue recordado por
su pasado como escritor, reaccionaba como si le estuvieran hablando de
un extraño.
Aparte de su revolucionaria obra y su tumultuosa vida,
la existencia de Rimbaud nos deja con una inquietante certeza: escribir
bien — ¡escribir como un ángel! ¡O como un demonio!— no es suficiente
para lograr la paz.
La última toma de nuestra película es de
Rimbaud en una cama, devuelto a Francia, en un hospital en Marsella con
la pierna amputada. Ya no es un niño genio. Si no fuera por sus ojos
azul cristalinos pasaría por un árabe. Sus caminatas están terminadas y
sus versos olvidados en un pasado remoto. El hombre tiene 37 años y está
terminado, al borde de la muerte. Sus botas y su pluma no le sirven
más.
Fuentes / Más Información
Rimbaud: the double life of a rebel, Edmund White (2008)
Rimbaud el hijo, Pierre Michon (1991)
Disaster was my God, Bruce Duffy (2011)
I promise to be good. The Letters of Arthur Rimbaud. Wyatt Mayson (ed.) (2003)
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