Collage América.Agustín Calvo./revistadeletras.net |
Tras aquel estupendo volumen antológico, edición de Benito del Pliego, que no sólo recogía, bajo el significativo título de Extracomunitarios
(Fondo de Cultura Económica, 2013) y evidenciaba la presencia de poetas
latinoamericanos en España, sino también su aportación significativa,
-sin atenuar, entre la aceptación y la reticencia, las fronteras
impuestas por un DNI para residentes extranjeros- en la vida cultural española, recogiendo una selección de la obra de 9 autores: José Viñals, Isel Rivero, Ana Becciú, Mario Merlino, Yulino Dávila, Magdalena Chocano, Mario Campaña, Andrés Fisher y Julio Espinosa,
poetas que residen o han residido, durante una parte importante de sus
vidas, en España; y que ya ponía de manifiesta lo incierto o, tal vez,
simplificador que supone la denominación de poesía latinoamericana
para referirnos a la producción literaria de poetas provenientes de los
diferentes países de habla española del continente americano.
Recientemente, una nueva vuelta de tuerca se ha producido con la aparición de País imaginario (2014) en la colección Once de Amargord ediciones, con el subtítulo de Escrituras y transtextos.
Poesía en América Latina 1960 – 1979, edición de Maurizio Medo,
selección y notas de Mario Arteca, Benito del Pliego y Maurizio Medo,
que cuenta con unos estupendos y documentados artículos iniciales, donde
se replantea la conveniencia conceptual e idiomática del territorio
latinoamericano o hispanoamericano para referirse a la poesía que se
viene desarrollando en países tan diversos, por sus acentos e
idiosincrasia; y también sobre los paralelismos, complejidades y
diferenciaciones que se pueden establecer; así como las relaciones, por
esa convención necesaria, y no por ello menos lugar común, llamada “una
misma lengua”, entre los países latinoamericanos entre ellos y, a su
vez, los vínculos, afectos y desafectos, que se crean con España y con
los EEUU; con el añadido, como decíamos, ya evidenciado en Extracomunitarios,
de que en estos países residen o han residido algunos poetas
latinoamericanos relevantes. Más allá de la disparidad y de la
actualidad, este País imaginario se convierte
en un viaje posible al sur del Río Grande, donde cabe destacar también
la inclusión del ámbito brasileño (tantas veces considerado hermano y
tantas otras considerado ajeno). Entre los más de 40 poetas incluidos en
la antología, podemos encontrar a Edgardo Dobry, Martín Gambarotta, Rocío Cerón o Pedro Montealegre.
A raíz de estas magníficas ediciones
antológicas, se impone una reflexión sobre la presencia o el
conocimiento de la poesía latinoamericana contemporánea es España, pues
por un lado encontramos la oficialidad de las relaciones literarias,
enmarcada magníficamente en los grandes premios como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana o el propio Cervantes (recordemos que en el 2011 fue otorgado al imprescindible antipoeta Nicanor Parra)
que destacan autores consagradísimos, publicados por las editoriales
españolas de mayor difusión y, por tanto, ya bastante conocidos en el
ámbito poético de nuestro país; mientras que, por otro lado, medianas y
pequeñas editoriales se están esforzando en la actualidad por traer no
lo ya conocido y premiado, sino la actualidad de la literatura
latinoamericana.
Así, encontramos que la misma editorial Amargord, desde la colección Transatlántica,
bajo la batuta de Juan Soros, está creando un gran catálogo de poetas
del otro lado del Atlántico, entre los que podemos encontrar a autores
de gran relevancia como Viel Temperley (del que han editado su obra completa), Raúl Zurita o Santiago Sylvestre.
Y, en este mismo sentido, debemos
subrayar la esforzada labor que está llevando a cabo, con gran ambición,
una pequeña editorial cacereña: Ediciones Liliputienses,
comandada con coherencia por el también poeta José María Cumbreño, que
realiza ediciones españolas de obras de algunos interesantísimos poetas
como Luis Arturo Guichard, Alejandro Méndez, Jeymer Gamboa, Patricio
Grinberg, poco conocidos en España, o del imprescindible Eduardo Chirinos.
Por otro lado, desde Barcelona, la joven Kriller71 Ediciones,
dirigida por Aníbal Cristobo, viene propiciando la edición de poesía
latinoamericana, así como la traducción de poetas norteamericanos
actuales (como Mary Jo Bang) y también brasileños, como Arnaldo Antunes,
Manoel Ricardo de Lima o Paulo Leminski, y promete seguir
sorprendiéndonos y ampliando un catálogo que es, a día de hoy, brillante
y excepcional.
Y así podríamos continuar citando a editoriales como Candaya, Luces de Gálibo, El Gaviero,
etc. que cuentan en su catálogo con algún autor latinoamericano
contemporáneo. Además, un artículo aparte merecería la gran labor de la
editorial hispano-mexicana Vaso Rato; y otro, de la
misma manera, para no soslayar el trabajo -aún más soterrado- de algunas
publicaciones periódicas especializadas en poesía, que ayudan al
conocimiento actualizado entre las dos orillas del Atlántico, y que
siguen editándose milagrosamente.
Por último, sobre los poetas jóvenes
latinoamericanos residentes en España y su relación con el país de
acogida, podemos mencionar la edición de Madrid, línea circular
(La Oficina ediciones, 2013), de Martín Rodríguez-Gaona, (Premio Ciudad
de Cáceres de Poesía, 2011), una mirada muy interesante sobre la
capital de España, desde el hoy y en contraste con su pasado y sus
contradicciones.
Es obvio que internet ha facilitado el
conocimiento y las relaciones culturales transatlánticas; sin embargo,
la falta de criterio que la red propicia no ha ayudado siempre a
difundir lo mejor, -tanto de las diferentes realidades nacionales como
de la actualidad cambiante de la poesía latinoamericana-, en nuestro
país. El esfuerzo de estas editoriales medianas y pequeñas por no
publicar lo evidente o lo consagrado, y por rastrear tanto las
relaciones poéticas sin fronteras políticas, como los mil caminos que se
están abordando en la poesía de los diferentes países americanos,
merece no solo un mayor reconocimiento y presencia en los medios de
comunicación, sino también que los lectores españoles apoyen su
compromiso firme por la buena poesía.
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