La vida de esta mujer sencilla pero extraordinaria es un buen reflejo de las vicisitudes que Polonia
ha sufrido durante el siglo XX
Szymborska durante una conversación con Ewa Lipska./Youtube./revistadeletras.net |
Algunos nos asustamos ante un nombre
eslavo: uno siente extrañeza por esas eles partidas por la mitad, o por
esas consonantes acentuadas; uno siente que le va a costar entrar en
esos nombres, desentrañar no solo su pronunciación, sino también su
pensamiento o su literatura, especialmente cuando el premio Nobel de literatura es otorgado a un autor checo -de nombre, en realidad, no tan difícil- como Jaroslav Seifert o a una poeta polaca como Wisława Szymborska.
Sin embargo, uno debe sobreponerse ante esas impresiones ingenuas, que
solo responden a los prejuicios que propician las fronteras idiomáticas,
liberarse de las cadenas de lo familiar y permitirse entrar y conocer,
por ejemplo, la gran literatura polaca, que se presenta ante nosotros
con referentes de la altura de Miłosz (premio Nobel de literatura, en 1980), Gombrowicz, Kapuściński o de la propia Wisława Szymborska.
Por cierto, la editorial Alfabia viene publicando desde hace varios años las prosas de Wisława Szymborska (Kórnik, 1923 – Cracovia, 2012), traducidas al castellano y reunidas en varios volúmenes. El primero, titulado Lecturas no obligatorias va, según información de la propia editorial, por la cuarta edición. El segundo es Más lecturas no obligatorias, y acaba de aparecer el último volumen, con el nombre de Siempre lecturas no obligatorias y traducción de Manel Bellmunt.
Sin duda, debemos felicitarnos, no solo por el hecho de que el primer
volumen vaya por la cuarta edición, sino porque la editorial ha seguido
publicando nuevos volúmenes, lo que demuestra el interés que sigue
habiendo en nuestro país por esa extraordinaria poeta, que el premio Nobel (1996) contribuyó a difundir por el mundo entero. Aunque no debemos olvidar que la estupenda antología de Poesía Polaca Contemporánea que publicó la colección Adonais, Ediciones Rialp en 1994 (con selección, traducción y edición de Fernando Presa González), ya había incluido a Szymborska
como una de las voces más importantes de la poesía de su país. Y es
que, indudablemente, la presencia de la autora en la vida cultural
polaca era ya destacada desde la década de los 50.
La vida de esta mujer sencilla pero extraordinaria es un buen reflejo de las vicisitudes que Polonia
ha sufrido durante el siglo XX. Ella misma repudiaría sus primeros
libros (publicados a finales de los 40) como obras demasiado apegadas al
realismo socialista. Y es que durante su juventud había pertenecido al comunista
Partido Unificado Obrero Polaco, del que se iría distanciando poco a
poco, especialmente en la década de los 50. No obstante, ella siempre
escribió desde la libertad personal y creativa, como no puede ser de otra manera en una gran autora; y transitó hacia una poesía de gran naturalidad que se enraizaba en una finísima ironía, con emoción y sensibilidad.
Todo lo que se ha podido destacar de su
poesía es también lo que podemos encontrar en las prosas que viene
editando Alfabia por primera vez en castellano. Se trata, en su mayor
parte, de breves reseñas bibliográficas publicadas en diferentes medios
literarios polacos desde los años 50 hasta el 2002. En ellas podemos
advertir no solo la gran variedad de intereses de Szymborska,
su olfato literario, su lucidez y sus conocimientos de historia y
literatura -polaca y europea en general-, sino especialmente su
independencia y libertad de pensamiento. Así, por ejemplo, en Siempre lecturas no obligatorias sobre la poesía pura teorizada por Paul Valery, dice.
“A la poesía le exigía una perfección tan absoluta que, cualquiera que se propusiera asimilar su teoría íntegramente, debería acto seguido renunciar a cualquier esperanza de escribir poemas.”
O, en su preocupación ante la actualización de los clásicos, de una buena traducción al polaco de los poemas líricos de Horacio, dice:
“Este Horacio nos parece contemporáneo porque el traductor ha sabido respetar su antigüedad”.
Y es que su mirada sobre la modernidad
es crítica, especialmente ante la impostura y la falsa reivindicación de
la cultura. También, sobre los grandes escritores dice sabiamente:
“proyectan su sombra en dos direcciones. La primera envuelve a sus predecesores; la segunda, a su epígonos.”
Estas prosas son un prodigio de
claridad, concisión y honestidad. Muestran su maestría para la opinión
aguda, realizada siempre desde un criterio no tanto erudito como de
persona cultivada y cosmopolita. A pesar de haber
vivido la mayor parte de su vida bajo un régimen sin libertades, ella
supo ser libre en todo lo que decía y escribía; auténtica y admirable
tanto en las épocas ásperas y oscuras de la historia de su país, como en
las más recientes de democracia y libertades civiles.
Así que solo nos resta sobreponernos a su nombre eslavo y disfrutar completamente de su poesía
o de estas prosas intemporales, que nos permiten entender que tanto la
escritura como la buena lectura solo se pueden ejercer con libertad
personal; y el acertado título de estas ediciones, nos lleva a tomar una
posición crítica y, tal vez, políticamente incorrecta
ante las lecturas obligatorias impuestas en nuestro sistema educativo. A
la postre, la obligatoriedad resulta ser una triste vacuna contra la
literatura para la mayor parte de los adolescentes.
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