El escritor libanés, autor de León el Africano, vive en Francia desde 1975
Lo dijo la última vez que estuvo en España, el año pasado, presentando su ensayo El desajuste del mundo, cuyo subtítulo es bien contundente: Cuando nuestras civilizaciones se agotan. Y dice "nuestras" porque en sus últimos libros el escritor beirutí aplica su espíritu crítico tanto al mundo occidental como al árabe. Si el primero se empeña en exportar la democracia a sangre y fuego, el segundo "vive un déficit de legitimidad política". Ni una cosa ni la otra se arreglan, suele decir el escritor, con fotos y apretones de manos para la galería.
Amin Maalouf, que fue todo lo claro que se puede ser con las tentaciones de lo absoluto en Identidades asesinas, rastreó sus fuentes familiares en Orígenes. "Pertenezco a una tribu que, desde siempre, vive como nómada en un desierto del tamaño del mundo", se lee allí. "Nuestros países son oasis de los que nos vamos cuando se seca el manantial; nuestras casas son tiendas vestidas de piedra; nuestras nacionalidades dependen de fechas y de barcos. Lo único que nos vincula, por encima de las generaciones, por encima de los mares, por encima de la Babel de las lenguas, es el murmullo de un apellido".
Autor de ensayos como los citados o Las cruzadas vistas por los árabes, Maalouf, que trabajó como enviado especial en Asia y África, vivió su gran momento de gloria con la aparición en 1986 de la novela León el Africano, basada en la vida de Hasan Bin Muhammed, un intelectual árabe originario de la Granada cristianizada por los Reyes Católicos que terminaría dando con sus huesos en Fez. La editorial española del nuevo Príncipe de Asturias de las Letras es Alianza y entre sus traductores se cuenta María Teresa Gallego Urrutia, Premio Nacional de Traducción al conjunto de una obra. Maloouf es una rara avis, pero ya lo advertía él mismo en su León: "El Paraíso es de los extraños".
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