El editor español Jorge Herralde habla sobre el oficio del editor, al celebrar 40 años de Anagrama.
Hace 40 años, se respiraba en la bulliciosa Barcelona de los años sesenta un ambiente antifranquista, que buscaba incorporar esas nuevas corrientes del pensamiento que habían sufrido la censura durante muchos años.
Con la promulgación, en 1967, de una nueva ley de prensa, que relajó en parte esta situación, se vivió en la ciudad española un renacer de diversas editoriales y productoras de cine. En medio de ese ambiente de ebullición intelectual, el joven editor Jorge Herralde decidió fundar, en 1969, Anagrama, "una editorial muy participante en todas las inquietudes de aquellos tiempos del antifranquismo, la contracultura, el libro político y la literatura".
El sueño no estuvo exento de la prohibición y del embargo de libros. "Pero bueno, el catálogo de la editorial de los setenta es ilustrativo de cómo, a pesar de todo, publicamos libros impensables", recuerda su fundador.
Herralde, quien llega al país esta semana para participar, como invitado especial, en el Festival Malpensante, le contó a EL TIEMPO cómo se va dando ese proceso de enamoramiento con los textos que decide publicar, cuáles son las principales cualidades de un buen editor, cómo es su disciplina de lectura y su pasión por ciertos escritores, entre otros temas.
¿Alguna vez quiso ser escritor?
La verdad es que no. Como casi todo el mundo, en mi adolescencia perpetré algunos poemas y algunos relatos, pero entre ellas, mi autentica vocación es la de editor. Sin embargo, en estos años he escrito centenares de contraportadas de textos, que he ido recogiendo luego en volúmenes como Opiniones mohicanas, Por orden alfabético o Para Roberto Bolaño, pero no tengo vocación de novelista.
¿Cuáles son las principales cualidades que debe tener un editor?
Tener una idea muy clara de lo que quiere publicar. En el caso de Anagrama, es apostarle a la excelencia en la literatura en su doble registro de apostar por los clásicos del futuro, a menudo autores desconocidos, como es el caso de Bolaño, Vila-Matas o tantos otros. O también, un rescate de clásicos como Nabokov o Albert Cohen. Esto, por una parte. Además, el editor debe tener máximo rigor en la selección, no bajar la guardia y no publicar ni un solo libro por criterios que no sean literarios o de curiosidad y rigor en el ámbito del ensayo. Luego, un trabajo minucioso y artesanal en la edición propiamente dicha, con mucho cuidado en todo el proceso: desde los textos hasta el diseño y la escogencia de las imágenes; y luego, finalmente, el máximo ímpetu en la promoción.
¿Tiene alguna disciplina de lectura?
Es una disciplina relativa. Pero la máxima disciplina es los sábados y domingos, que no salgo de casa y es cuando hago la lectura de 10 y 12 horas de manuscritos con bolígrafo y pósit en mano. Y luego, naturalmente, como todo editor, aparte de leer -que es lo que más me gusta- también me gusta mucho participar en todo el proceso de edición.
Lo primero que usted publicó fue ensayo. ¿Qué debe tener un buen ensayo?
Un buen ensayo lo resumiría con la base ideológica fundamental del Premio Anagrama de Ensayo, que se creó a principios de los 70 y ya cumple 37 convocatorias seguidas: "Se preferirán obras de imaginación crítica antes que las meramente eruditas". Es decir, un tipo de ensayo a menudo subjetivo, personal, bien escrito, novedoso, más que tesis académicas laboriosas. Como ejemplos nombraría tres excelentes novelistas, que también son grandes críticos, como son los casos del argentino Ricardo Piglia, el mexicano Juan Villoro y el inglés Martin Amis. Pero cuando nos planteamos el premio, lo hicimos pensando en críticos como Enzensberger, Octavio Paz o Edmund Wilson.
¿Qué le siente usted al texto que lo lleva a tomar la decisión de publicarlo?
A menudo es algo súbito. A partir de la primera o la segunda página ya hay algo que te llama la atención y, entonces, tú vas leyendo el texto esperando y celebrando que aquellas primeras páginas, que te han entusiasmado, luego culminen en una buena novela. A veces sucede; otras no. Había una frase famosa de Nabokov según la cual él advertía una obra maestra cuando un estremecimiento le corría por la columna vertebral, pero en realidad es una experiencia de lectura. Por ejemplo, coge un libro de Bolaño, léete un par de páginas y, si no te ha atrapado, olvídate; pero estoy casi seguro de que te atrapará.
¿Hay un especial interés de ustedes por la literatura experimental? Se lo digo porque muchos de sus autores suelen ser artesanos del lenguaje y la estructura, como en los casos de Barico, Bellatín, Bolaño o Vila-Matas, entre otros.
Y el mexicano Daniel Sada, un artista del lenguaje casi insuperable. La palabra experimental puede sonar, en estos momentos, a estos libros dijéramos un poco enrevesados, asfixiantes y textualistas de los años setenta. A estos nuevos escritores yo los definiría como heterodoxos, que van rotulando su propio camino y son ajenos al mainstream. Por otra parte, también publicamos novelas muy potentes, como las de Rafael Chirbes, por ejemplo, con menos malabarismos, pero con mucha hondura. Es decir, tampoco somos una editorial centrada estrictamente en cabriolas heterodoxas.
¿Tiene a algún autor colombiano en la mira?
En estos momentos no tengo algo puntual. Pero confío en que se consolide el nuevo proyecto de distribución que tenemos en Colombia, y luego espero incorporar autores colombianos. Hay algunos bien valiosos, como Juan Gabriel Vásquez, por ejemplo, que es quizá mi favorito de las jóvenes generaciones. Y tengo algún otro nombre, pero prefiero no mencionarlo antes de no concretar algo.
¿Qué lo cautiva de los escritores ingleses?
Bueno, aparte de que he seguido desde hace muchos años la literatura inglesa, tuve la fortuna de que a principios de los ochenta, empezaron a publicar toda una serie de autores ingleses de primerísima calidad, los cuales he publicado casi en su totalidad: Ian McEwan, Martin Amis, Hanif Kureishi, Kazuo Ishiguro, Graham Swift. Y casi 30 años después, yo creo que es tal vez la mejor generación literaria internacional.
¿Cómo llegó a sus manos la obra de Roberto Bolaño?
Roberto Bolaño nos envió al premio La literatura nazi en América. Lo leí y me gustó mucho. Pero antes, incluso, de tener la primera reunión del jurado, recibí una carta suya en la que me decía que lo había presentado simultáneamente a varias editoriales, que le habían hecho una oferta y la iba a publicar. Entonces le dije que de todas maneras, si algún día pasaba por Barcelona, me gustaría conocerlo. A los pocos días pasó y le pregunté si tenía alguna novela disponible. Me ofreció Estrella distante, que yo creo que es uno de sus mejores libros. A partir de entonces, entablamos una gran amistad hasta su muerte. Y aunque los principios fueron difíciles, en términos de ventas, con los Detectives salvajes ganó nuestro premio de novela, luego el Rómulo Gallegos y quedó establecido como uno de los autores latinoamericanos del momento. Luego, esto se fue consolidando con sus otros libros, hasta la publicación póstuma de 2666, que ha alcanzado un éxito casi insospechable y ha conquistado, de forma esplendorosa, el mercado más hostil a la traducción, que es Estados Unidos. El último dato que tengo es que se habían vendido cien mil ejemplares de esa novela y había ganado el premio de los críticos americanos, el más prestigioso de todos.
Con este aniversario usted anuncia la creación de la colección 'Otra vuelta de tuerca'.
Es, precisamente, otra vuelta de tueca al catálogo de Anagrama. Es decir, en un catálogo tan extenso, de casi 3.000 publicaciones, queremos volver a proponer aquellos grandes libros que se publicaron hace 20 ó 25 años, que tuvieron buenas ventas y críticas como Relatos autobiográficos, de Thomas Bernard; Tom Ripley, de Patricia Highsmith; El rey de las Dos Sicilias, de Andrzej Kusniewicz, y La fortaleza asediada, de Qian Zhongshu.
Hace poco, en una entrevista con el diario 'El Mercurio', de Santiago de Chile, la agente literaria Carmen Balcells dijo que usted no había tenido nunca un gesto con ella, en retorno de los 200 mil que ella había tenido con usted. ¿Qué le responde?
Leí toda la entrevista en la que mi querida Carmen emite opiniones pintorescas sobre García Márquez, sobre Bryce Echenique, etc. En mi caso, desconozco esos 200 mil gestos, bueno, en realidad no conozco ninguno. En la historia de la edición, durante siglos, el editor ha sido el mismo agente. La figura del agente literario es algo reciente. Entonces, parece que ella lo que me reprocha es que nosotros, que hemos representado muy bien a tantos y tantos escritores, deberíamos decirle: "Mira Carmen, te regalo este escritor a pesar de que nosotros hemos conseguido 50 ó 70 contratos. Es decir, carece de la menor lógica. Es lo que llamamos acá un 'cruce de cables'.
* Jorge Herralde hablará con Juan Gabriel Vásquez el sábado 27 de junio, 5:30 p.m.,en el marco del Festival El Malpensante, en el auditorio William Shakesperare, de Bogotá.
CARLOS RESTREPO
eltiempo.com
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