CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD DE LA PIRATERÍA COLOMBIANA ES pura COINCIDENCIA.
Se calcula que un 5% de todo lo que se edita es ilegal. Los best-séllers son los más "pirateados".
Por: Juan Carlos Antón
Unos 800 títulos son los que circulan en estos momentos en el país en ediciones piratas. El número se desprende de las estimaciones de la Cámara Argentina de Publicaciones. Pero hay más: el número de ejemplares truchos se calcula en 1.200.000, es decir, un 5 por ciento de todo lo que se edita. La Cámara afirma que la piratería obliga a los editores a bajar el precio de los libros en un 30 por ciento debido a la competencia desleal, lo que finalmente genera un perjuicio de diez millones de dólares anuales.
Todo comenzó en la última Feria del Libro. Un recinto donde se reúne la crema y nata de la industria editorial argentina, con más de un millón de asistentes, miles de expositores, prensa, luces, brillo. Precisamente allí pasó lo inimaginable: se vendían libros truchos. Un fenómeno criminal había llegado al ámbito de mayor legalidad y la bomba estalló. La víctima fue la editorial Alfaguara: copias piratas de la serie Crepúsculo, específicamente Amanecer y Luna Nueva, estaban siendo vendidas en el stand de Ediciones Global Libros, en pabellón Azul -que más tarde sería cerrado- a un precio mucho menor que el oficial. Lo cierto es que más allá del shock inicial, el episodio puso en primer plano el auge del mercado de libros ilegales, para muchos sencillamente desconocido. "En verdad es un fenómeno abrumador -afirma Rodolfo Blanco, presidente de la Comisión de Antipiratería de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP)-. Sin ningún temor a equivocarme, yo aseguro que los cincuenta títulos más vendidos, están todos pirateados. De ahí para adelante debe haber un montonal más. Lo que más se falsifica son best-sellers y se consiguen a un treinta por ciento más baratos".
Y es un fenómeno en crecimiento, que como advierte Blanco, se ha hecho más evidente en la última década, "ha crecido a unos límites que están causándole un daño enorme al sector", explica.
El problema es que ni los propios editores a veces son capaces de diferenciar un libro pirata del verdadero. Hugo Levin, de Editorial Galerna, señala: "Hay libros truchos que están muy bien hechos. Tienen el original y lo escanean, le copian la tapa y lo llevan a la imprenta. Obvio que estamos hablando de una imprenta para nada seria. Algunas a veces juegan a dos puntas: para la editorial y para el 'canal no habitual'. Una editorial importante acaba de despedir a tres personas de su departamento de producción porque había sobretiradas que comercializaban con la complicidad de la imprenta".
Lo cierto es que más allá del desconocimiento que pueda haber sobre el fenómeno, cuando a alguien le ofrecen Amanecer a 55 pesos en un stand de un parque y en la librería de enfrente lo venden a 78, algo raro está pasando. "Carmelitas en el comercio de libros no hay -grafica Mariel Stingel, directora de Relaciones Institucionales, de la CAP-. Si uno los compra legalmente, el margen no da. Hay una ley de protección a la actividad librera que fija el precio y debe ser respetado".
Muchas veces el libro trucho no es copiado sino directamente robado. "Roban por encargo. Uno va a Parque Rivadavia, Centenario, Plaza Italia o Plaza Lavalle, pide un libro y se lo 'consiguen'. Ni hablar de los libros que se roban de las editoriales: asaltan el camión que va de la imprenta al depósito y después se lo venden a otro distribuidor de saldo que termina siendo el que distribuye en los canales. Los jueces hacen un allanamiento cada tanto pero tampoco entienden mucho del tema", explica Levin.
Otro factor que impacienta al mundo editorial es la proliferación de los libros digitales piratas. Pablo Avelluto, de Random House Mondadori, señala: "Si bien los formatos digitales que conocemos contienen numerosas medidas de seguridad, el riesgo está latente. Se da el peligro de un crecimiento geométrico de la piratería, sobre todo en mercados como los de América Latina donde es aceptada como 'ahorro' y no como 'robo' ".
Para los que infringen la ley, la máxima sanción es seis años, según el art. 172 del Código Penal, pero hay pocas condenas y los juicios suelen tardar entre 5 y 6 años y ser muy caros para las editoriales. Una de las pocas condenas logradas fue en 2007, cuando un librero de Lanús fue condenado a un año de prisión en suspenso por comercializar productos con marca registrada falsificada, concretamente de Ediciones de la Flor, Sudamericana y Ediciones B. Ese caso fijó un precedente.
Sin embargo, es uno de los únicos de que se tiene noticias. Según explica Blanco, "no hay datos precisos pero es probable que no haya habido ninguna condena en los últimos dos años. En tal caso, las hipotéticas que hubiera habido son insignificantes al lado de lo que está ocurriendo en todo el país. En el interior el fenómeno está absolutamente generalizado. Llegamos a un estado de cuasi impunidad. El modo de llegar a juicio es tan costoso y complejo que al final uno termina conviviendo con la violación a la ley, soportándolo como un hecho casi inevitable. El gobierno tampoco lleva estadísticas", sintetiza.
En ese sentido, Carlos de Santos, presidente de la Cámara Argentina del Libro, afirma que el gran problema es la complicidad del usuario: "Cuando compra a mitad de precio en una plaza o puede bajar un libro de Internet gratis sin autorización, sabe que hay alguien a quien le está haciendo daño. La idea de que la cultura es gratis resulta muy peligrosa y dañina para las futuras producciones culturales. Si se quiere que la cultura sea gratis, el Estado o la comunidad, alguien, debería pagar el trabajo de ofrecer esos contenidos culturales. Mientras tanto, es un delito".
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